CAPÍTULO 17: Una Conexión Rota. Jugando con las cenizas.

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KAY BANCE:

Tenía que ser una maldita broma.

Mientras observaba a Leah intentar sonreír, una mezcla de sensaciones me invadió. "Amigos", había dicho, como si todo lo que habíamos compartido no fuera más que un simple error, una de esas noches de debilidad que puedes borrar al día siguiente. Claro, como si fuera tan fácil. Por un momento pensé que quizás debería haber hecho lo de siempre, jugar con sus emociones, mantenerlo casual y superficial, divertirme y después largarme sin mirar atrás. Eso siempre me funcionaba. Con todas.

Pero no lo hice.

¿Por qué diablos no lo hice?

A pesar de la calma que Leah intentaba proyectar, había algo en su mirada que me decía que ella también estaba sintiendo la presión. No éramos amigos. Nunca lo habíamos sido, y definitivamente, nunca lo seríamos. Lo que pasó entre nosotros había cambiado todo, pero allí estaba ella, tratando de meterlo todo en una maldita caja de "amistad", como si pudiéramos simplemente fingir que nada había ocurrido.

Era un maldito juego. Uno que siempre ganaba. Pero esta vez, por alguna razón que no podía explicar, no quería jugar. O quizás lo había jugado mal desde el principio.

Las semanas comenzaron a pasar, y la vida siguió como si nada. O al menos, eso era lo que se suponía que debía parecer. Yo, por otro lado, sentía que cada día que pasaba en el instituto era una lucha interna. No podía dejar de pensar en ella. Me despertaba temprano, a las seis en punto, el aire frío pegándome en la cara, y lo primero que hacía era entrenar. Entrenar fuerte. El gimnasio se convirtió en el único lugar donde podía controlar algo, donde podía apagar mi cerebro y concentrarme en algo físico, en algo que no tuviera que ver con ella.

Mi habitación era un desastre, un reflejo exacto de lo que estaba pasando en mi cabeza. Ropa tirada por todas partes, como si hubiera pasado una tormenta. Cosa que, honestamente, así se sentía. La música estaba a todo volumen mientras levantaba pesas, intentando sacar toda la frustración de mi cuerpo. Con cada repetición, me decía que debía sacarla de mi sistema. Que si seguía así, algún día lo lograría.

No podía estar más equivocado.

Llegar al instituto era lo peor. Los mismos pasillos, la misma rutina. Solo que ahora, cada vez que pasaba cerca de ella, sentía que llevaba una carga extra en los hombros. Durante las clases, fingía prestar atención, pero siempre terminaba mirándola. Mi mente estaba en cualquier parte menos en los libros. A veces, ni siquiera sabía en qué materia estábamos.

Y entonces la veía. Riendo con su grupo de amigos, como si nada en el mundo le preocupara. Como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Y cada vez que sonreía, sentía que algo se me retorcía en el pecho. No podía evitarlo.

¿Qué demonios me había pasado? ¿Por qué con ella no pude hacer lo que hacía con todas las demás? Debí haber seguido el plan, meterla en el molde que siempre funcionaba. Besarla, divertirme y dejarla ir. Si lo hubiera hecho, no estaría aquí, atrapado en mi propia cabeza, pensando en ella todo el maldito tiempo.

No puedo seguir así.

—Oye, ¿estás ahí? —me preguntó Liam, dándome un golpe en el hombro.

Lo miré, tratando de centrarme en su expresión.

—Sí, claro, solo... estaba pensando.

—¿Pensando en quién? —su tono era juguetón, y no pude evitar poner los ojos en blanco.

—No es nada —respondí, aunque sabía que mi evasiva no funcionaría con él.

Liam se inclinó hacia mí, sus ojos brillando de curiosidad. —Déjame adivinar, ¿es Leah?

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora