𝑰𝒏𝒊𝒄𝒊𝒐.

12.7K 912 60
                                    

La horrible rutina de la ciudad era bastante agobiante para aquel joven de cabello gris. Park Jimin de veinticinco años, era un hombre común y corriente, que mantuvo un solo noviazgo en toda su vida y este duró cinco años. Una larga y romántica relación de adolescentes con quién fue su amiga y compañera de escuela, pero como nada es para siempre y el amor se desvanece, decidieron ponerle fin a su romance. Desde entonces, ya habían pasado dos años y no volvió a estar con nadie más.

Tampoco es como que lo necesitaba, según él.

Con el mismo aburrido trabajo de hace tres años, ubicado en el sector alto de la ciudad, donde transitaban mayormente oficinistas, extranjeros y gente de mucho, mucho dinero. Había una cafetería llamada "Wonderland Café" que tenía un ambiente rústico y bastante grato. Trabajaba de lunes a viernes con turnos rotativos de ocho horas cada uno, recibía un sueldo básico más las propinas que los clientes solían dejar luego de ser bien atendidos. Tenía buenos compañeros y un jefe de su misma edad, el cual terminando el mes, se iría porque había encontrado un mejor trabajo.

Un día, cuando Jimin había comenzado su turno a las jodidas siete de la mañana, mientras servía cafés, pasteles y sándwiches con prisa para los clientes que habían llegado apenas abrió el loca, vio a uno de sus clientes habituales. Bueno, era habitual, pero no constante.

Un hombre con el semblante serio e imponente, que siempre vestía costosos trajes a su medida, oscuros y con finos detalles que lo hacían lucir terriblemente elegante. Claramente, era extranjero y siempre andaba acompañado por la misma mujer, quien era su asistente y se encargaba de traducirle todo al inglés. Una bonita chica que captaba de inmediato la atención de quienes estaban a su alrededor. Tenía el cabello largo y claro, anteojos grandes que la hacían lucir encantadora, siempre bien arreglada y maquillada a pesar de ser algo sutil. En resumen, era preciosa, pero no lo suficiente como para atrapar la atención de Jimin.

Y Jimin, quien se había considerado una persona heterosexual toda su vida, aun cuando solo había tenido una sola relación para experimentar y descubrirse, solía asegurar que le encantaban las chicas más bajitas que él; las que eran tímidas, tiernas y encantadoras.

Aunque a decir verdad, las chicas rudas eran su gusto culposo, pero era un secreto y jamás lo aceptaría. No en voz alta, al menos.

Pero todo aquello se fue a la mismísima mierda cuando lo vio a él.

Cuando lo vio entrar por primera vez en el local, cuando sus ojos miel conectaron con unos azabaches, cuando inconscientemente quedó paralizado y casi babeando mientras miraba detenidamente al hombre alto que caminaba hacía la vitrina donde estaban los pasteles y estaba él, cuando escuchó su voz ronca por primera vez, cuando lo vio sonreírle incómodo ya que no dejaba de mirarlo.

Entonces Jimin maldijo mentalmente y se quiso golpear contra algo por haber sido tan obvio.

¿Qué diablos? Pensó y desde entonces, cada vez que el guapo hombre iba, Jimin lo miraba.

Disimuladamente, claro.



***


Para felicidad de Jimin, había llegado el último día laboral de la semana y su turno había acabado.

—¡Al fin! —Jimin chilló emocionado, mientras se quitaba el delantal de la cintura y lo lanzaba a cualquier parte por el salón— ¿Vamos a salir o qué? —le preguntó a su compañera y amiga Lisa, quien estaba en la caja registradora guardando el dinero del día.

No olvides que te amo ~ KM.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora