Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas.

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Lily seguía teniendo una mano pegada a la tetera; chocó contra los otros mientras salían despedidos a toda velocidad hacia delante, en medio de un torbellino de colores y una fuerte ráfaga de viento, arrastrados por la tetera... hasta que tocó bruscamente el suelo con los pies y se le doblaron las rodillas; la tetera cayó al suelo, y una voz cercana dijo:
-Ya están aquí esos mocosos traidores a la sangre. ¿Es verdad que su padre está muriéndose?
-¡FUERA! - gritó otra voz.
Lily se puso en pie y miró alrededor; habían llegado a la lúgubre cocina del sótano del número 12 de Grimmauld Place. Los únicos puntos de luz eran el fuego y una vela parpadeante que iluminaban los restos de una cena solitaria. Kreacher salía en aquel momento por la puerta que daba al vestíbulo; entonces giró la cabeza y les lanzó una mirada maliciosa al mismo tiempo que se colocaba bien el taparrabos. Sirius corría hacia ellos con gesto de preocupación. Iba sin afeitar y todavía llevaba puesta la ropa de calle; despedía un olorcillo a alcohol parecido al de Mundungus.
-¿Qué ha pasado? - preguntó, y estiró una mano para ayudar a Ginny a levantarse - Phineas Nigellus me ha dicho que Arthur está gravemente herido.
-Pregúntaselo a Harry - sugirió Fred.
-Sí, yo también quiero enterarme - dijo George.
Los gemelos y Ginny miraban fijamente a Harry. Los pasos de Kreacher se habían parado en la escalera. Sirius puso una mano sobre el hombro de Lily mirándola un poco extrañado.
-Fue... - empezó Harry - Tuve una... especie de... visión...
Y les contó todo lo que había visto, pero alteró el relato, de modo que pareciera que lo había contemplado desde fuera, mientras la serpiente atacaba, y no con los ojos del reptil. Ron, que todavía estaba muy pálido, le lanzó una mirada fugaz, aunque no hizo ningún comentario. Cuando Harry hubo terminado, Fred, George y Ginny se quedaron observándolo con atención un momento. Después miraron a Lily, como esperando explicación de su parte y ya contó que la habían despertado para confirmar la historia de Harry por su conexión con el futuro, la oleada de culpa regresó, si hubiera avisado de eso antes...
-¿Está nuestra madre aquí? - le preguntó Fred a Sirius.
-Seguramente ni siquiera sabe todavía lo que ha pasado - contestó Sirius - Lo más importante era sacarlos de Hogwarts antes de que la profesora Umbridge pudiera intervenir. Supongo que ahora Dumbledore estará contándoselo a Molly.
-Tenemos que ir a San Mungo - dijo Ginny con urgencia, y miró a sus hermanos, que, naturalmente, todavía iban en pijama - Sirius, ¿puedes dejarnos unas capas o algo?
-¡Un momento, no pueden ir todavía a San Mungo! - la atajó Sirius.
-Claro que podemos ir a San Mungo si queremos - le contradijo Fred con testarudez - ¡Es nuestro padre!
-¿Y cómo van a explicar que sabían que Arthur había sido atacado antes incluso de que lo supieran el hospital o su propia esposa?
-¿Qué importancia tiene eso? - preguntó George acaloradamente.
-¡Importa porque no queremos llamar la atención sobre el hecho de que Harry tiene visiones de cosas que ocurren a cientos de kilómetros de distancia y que Lily es una visitante del futuro! - repuso Sirius con enfado - ¿Tienen idea de cómo interpretaría el Ministerio esa información?
Era evidente que a Fred y George no les importaba cómo lo interpretará el Ministerio. Ron, por su parte, seguía lívido y callado. Lily se recargo en la pared, pálida y respirando con cierta dificultad, sentía un pequeño nudo en la garganta.
-Podría haberlo contado alguien más... - insinuó Ginny - o podríamos habernos enterado por otra fuente que no fuera Harry.
-¿Ah, sí? ¿Por quién? - preguntó Sirius con impaciencia - Escuchen, su padre ha resultado herido mientras trabajaba para la Orden, y las circunstancias ya son lo bastante sospechosas para que encima sus hijos lo sepan sólo unos segundos después de que haya ocurrido. Podrían perjudicar gravemente los intereses de la Orden...
-¡Nos trae sin cuidado la maldita Orden! - gritó Fred.
-¡Nuestro padre se está muriendo! - añadió George.
-¡Su padre ya sabía dónde se metía y no va a agradecerles que le pongan las cosas más difíciles a la Orden! - replicó Sirius, tan furioso como ellos - ¡Esto es lo que hay, y por eso no pertenecen a la Orden! ¡Ustedes no lo entienden, pero hay cosas por las que vale la pena morir!
-¡Qué fácil es decir eso estando encerrado aquí! - le espetó Fred - ¡Yo no veo que tú arriesgues mucho el pellejo!
El poco color que le quedaba a Sirius en la cara se esfumó de golpe. Durante un momento pareció estar deseando pegarle una bofetada a Fred.
-¡Fred! - Lily se paró recta cerca de Sirius, Fred la miró recordando que también estaba ahí y parecía que estaba dispuesto a gritarle a ella también - su padre se va recuperar, él estará bien, tendrán más años para seguir conviviendo con él... así que... deberías intentar calmarte un poco - la chica dijo lo ultimo algo amenazador y le dió una mirada intensa, la misma mirada que les daba a los chicos que la molestaban en casa, cuando respondía sus comentarios ofensivos, la mirada que les daba entender que no se iba dejar intimidar y no ganarían esa discusión.
Sirius volvió a hablar, esta vez lo hizo con una voz decidida y serena.
-Ya sé que es difícil, pero hemos de fingir que todavía no sabemos nada. Debemos quedarnos aquí, al menos hasta que tengamos noticias de vuestra madre, ¿de acuerdo?
Fred y George seguían encolerizados. Ginny, en cambio, fue hacia la silla más cercana y se sentó en ella. Harry miró a Ron, que hizo un movimiento extraño, entre un gesto afirmativo con la cabeza y un encogimiento de hombros, y los dos se sentaron también. Los gemelos miraron con odio a Sirius durante un minuto más; luego se sentaron a ambos lados de Ginny. Lily solo se acercó a la pared para recargarse, sentía que si se sentaba, el coraje que había reunido desaparecería y comenzaría a llorar sin poder evitarlo.
-Así me gusta - dijo Sirius alentandolos - Bueno, vamos a..., vamos a beber algo mientras esperamos. ¡Accio cerveza de mantequilla!
Levantó la varita mágica mientras pronunciaba aquellas palabras, y media docena de botellas salieron de la despensa y fueron volando hacia ellos, se deslizaron por la mesa, esparciendo los restos de la cena de Sirius, y se detuvieron hábilmente delante de cada uno de ellos. Todos bebieron, y durante un rato sólo se oyeron el chisporroteo del fuego de la cocina y el ruido sordo de las botellas al dejarlas en la mesa.
Harry sólo bebía para tener algo que hacer con las manos. Por dentro notaba un horrible, abrasador y desbordante sentimiento de culpa. Su mirada se dirigió hacía Lily que tomaba un sorbo de su botella y notó cómo temblaban las manos de la chica, en ese momento sus miradas se encontraron, se miraron por unos segundos y después ambos apartaron la vista, no supo cómo, pero el chico se dió cuenta que Lily también sentía culpa.
Entonces se produjo un fogonazo en el aire que iluminó los platos sucios que tenían delante, y mientras gritaban desconcertados, un rollo de pergamino cayó con un ruido sordo sobre la mesa, acompañado de una pluma de cola de fénix.
-¡Fawkes! - exclamó Sirius de inmediato, y agarró el pergamino - Ésta no es la letra de Dumbledore... Debe de ser un mensaje de su madre... Tomen...
Le puso la carta en la mano a George, que la abrió con rapidez y leyó en voz alta: «Papá todavía está vivo. Salgo ahora para San Mungo. Quedense donde estan. Les enviaré noticias en cuanto pueda. Mamá.» George miró alrededor de la mesa. -Todavía está vivo... - repitió lentamente - Pero eso suena como si...
No tuvo que terminar la frase. Para Harry también sonaba como si el señor Weasley
estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte. Ron, aún asombrosamente pálido, se quedó mirando el dorso de la carta de su madre como si allí fueran a aparecer unas palabras de consuelo para él. Fred le arrancó la hoja de pergamino a George y volvió a leer la carta; luego miró a Harry.
Lily no recordaba que ninguna otra noche se le hubiera hecho tan larga como aquélla. Sirius propuso una vez, aunque sin mucha convicción, que fueran a acostarse, pero las miradas de repugnancia de los Weasley fueron suficiente respuesta. Se quedaron sentados en silencio alrededor de la mesa, observando cómo la mecha de la vela se hundía más y más en la cera líquida; de cuando en cuando se llevaban una botella a los labios, y sólo hablaban para controlar la hora, para preguntarse en voz alta qué estaría pasando o para tranquilizarse unos a otros diciéndose que si había malas noticias lo sabrían enseguida, porque la señora Weasley ya debía de haber llegado a San Mungo.
Fred se quedó dormido con la cabeza colgando sobre un hombro. Ginny estaba acurrucada como un gato en su silla, pero tenía los ojos abiertos; Harry veía la luz del fuego de la chimenea reflejada en ellos, y Ron permanecía sentado con la cabeza apoyada en las manos, aunque era imposible saber si estaba dormido o despierto. Lily no pudo más y salió de ahí dirigiéndose a la sala, donde se sentó en un sillón y las lágrimas inundaron sus ojos rápidamente, intentó ahogar sus sollozos tapándose con sus manos, sin mucho éxito.
Ginny observaba la puerta donde había salido Lily y por donde entraba el leve sonido de los sollozos, George también lo escuchó y pensó en ir con la chica, pero antes de hacer un movimiento, Sirius se levantó de la silla y salió. George miró a su hermano, que había despertado con el ruido que había hecho Sirius al levantarse, pero solo se había quedado mirando un punto en la mesa. El chico se levantó y salió dirigiéndose a la sala, pero al escuchar las voces, se quedó afuera, recargándose cerca del marco de la entrada, quedando oculto por la oscuridad.
-Dime, Lily - escuchó la voz de Sirius - estás temblando.
-Yo... yo lo sabía, si lo hubiera dicho a tiempo esto no habría sucedido - Lily dejó de hablar por los sollozos que ahogaron su voz - pude advertir, pero en lugar de eso me puse a juguetear como adolescente...
-Eres una adolescente Lily, no esperes hacer cosas de adulto cuando no lo eres.
-Pero también soy miembro de la Orden, y no he hecho nada útil, me encargaron cuidar de Harry y he dejado que se meta en problemas, me pidieron ser cercana de Umbridge para vigilarla y ahora me detesta porque no consiguió alguna pista que la llevara a ti - otro sollozo - no se para que me ofrecía, en lo único que tengo ventaja es en la información del futuro y ni siquiera puedo hacer algo bien con eso.
Lily se quedó callada, y solo se escuchaban murmullos de parte de Sirius consolando a la chica, George quiso entrar a consolarla y decirle que no tenía la culpa de nada, pero no estaba segura de que eso hiciera sentir mejor a la chica, así que decidió dejarlos solos y regreso a la cocina, donde volvió a sentarse y captó la mirada de Fred, pero no le dijo nada y apartó la vista hacia el suelo. Un rato después regresó Sirius sin la chica.
A las cinco y diez de la mañana, Lily escuchó la puerta de la cocina abrirse y supo que había llegado la señora Weasley. se levantó del sillón donde se había hecho bolita y se acercó a la puerta, y la abrió un poco, sin entrar. Estaba extremadamente pálida, pero cuando todos se volvieron para mirarla, y Fred, Ron y Harry saltaron casi de sus sillas, ella forzó una frágil sonrisa.
-Se pondrá bien - afirmó con una débil voz que denotaba cansancio - Ahora duerme. Más tarde podremos ir a verlo. Bill se ha tomado la mañana libre y está haciéndole compañía.
Fred se desplomó en la silla y se tapó la cara con las manos. George y Ginny se pusieron de pie, fueron corriendo hacia su madre y la abrazaron. Ron soltó una risotada temblorosa y se terminó la cerveza de mantequilla de un solo trago.
-¡A desayunar! - dijo Sirius en voz alta y con regocijo mientras se levantaba - ¿Dónde está ese maldito elfo doméstico? ¡KREACHER! - Pero Kreacher no acudió a la llamada - Bueno, da lo mismo - murmuró, y se puso a contar a las personas que tenía delante - A ver, desayuno para... siete... Huevos con beicon, supongo, un poco de té, tostadas... - y en un susurró agregó - y unos para Lily.
Harry fue rápidamente hacia los fogones para ayudar, sin embargo, cuando acababa de coger unos platos del aparador, la señora Weasley se los quitó de las manos y lo abrazó.
-No quiero ni pensar qué habría pasado si no llega a ser por ti, Harry - dijo con voz apagada - Quizá hubieran tardado horas en encontrar a Arthur, y entonces habría sido demasiado tarde, pero gracias a ti él está vivo y Dumbledore ha podido inventarse un buen pretexto para explicar que estuviera donde estaba; no te puedes imaginar los problemas que habría tenido de no ser así; mira lo que le ha ocurrido al pobre Sturgis...
Soltó al chico; entonces la mujer se volvió hacia Sirius y le dio las gracias por haber cuidado de los niños aquella noche y preguntó por Lily, que había escuchado que también estaba ahí. Él contestó que estaba encantado de haber podido ayudar, que esperaba que se quedaran todos allí mientras el señor Weasley estuviera ingresado en el hospital y que la chica estaba en otra habitación porque se sentía agotada.
-Oh, Sirius, te lo agradezco muchísimo... Dicen que tendrá que quedarse un tiempo, y sería maravilloso estar cerca de él... Aunque eso quizá signifique que tengamos que pasar las Navidades aquí.
-¡Cuantos más, mejor! - exclamó Sirius con una sinceridad tan evidente que la señora Weasley lo miró sonriendo; luego se puso un delantal y empezó a ayudar a preparar el desayuno.
Lily se apartó de la puerta y regresó a la sala, se sentó y dejó salir un suspiro, pero también salieron más lágrimas, ha ese punto ya no sabía si eran de alivio, culpa u otro sentimiento, sabía que ya tenía los ojos hinchados de todo el llanto, pero no le tomó mucha importancia. Su cabello pasó de ser largo a corto hasta la barbilla, de un tono gris pálido.
Un rato después Sirius llegó con un plató para que desayunara, Lily preguntó si podía usar la habitación donde había dormido durante el verano, el pelinegro le dijo que sí, que se sintiera como en su casa, la chica le dio una pequeña sonrisa y subió con su plato al cuarto. Puso el desayuno sobre uno de los muebles y se recostó, no tenía hambre, y en ese momento solo quería quedarse quieta y fundirse con la cama para poder desaparecer.
No supo cuánto tiempo pasó, pero escuchó las pisadas de los demás subiendo por la escalera, y el sonido de las puertas abriendo y cerrando, tal vez ella también debería intentar dormir. Unos minutos más tarde se escuchó el golpe de unos nudillos contra su puerta, por un momento pensó que era Fred, pero al preguntar la voz de Harry era quien respondía. El chico entró, y se encontró con los ojos hinchados de la chica y un intento de sonrisa por parte de la chica.
-¿Estás bien? - preguntó el chico.
-Ja... Podría preguntarte lo mismo - ambos guardaron silencio un momento - ¿pasó algo?
El chico miró a los pies de la chica, cuestionando cómo plantear su pregunta.
-¿Tú sabías qué tendría ese sueño?
-Sí... también de la recuperación del señor Weasley - contestó la chica intentando evadir un poco.
-Tú... ¿sabes por qué pasó esto? - Harry mostró un poco de esperanza en su voz.
-Yo... no creo que es algo que deba decirte - la chica lo miró un momento, ¿no se había quejado de que no era útil? - pero si te lo digo, promete no decirle a nadie que te lo dije, mucho menos a Dumbledore.
Harry se apresuró a prometerlo, y Lily comenzó a explicarle de su conexión con Voldemort, los motivos de porque pasaba, el chico la miraba atento a sus palabras y cuando finalizó, le agradeció que le explicará, que se sentía un poco mejor de al menos saber porque sucedía.
-Sabes que no es tú culpa lo que paso ¿cierto? - agregó el chico cuando se quedaron en silencio.
-Y sabes que tampoco la tuya ¿no? - respondió Lily con una sonrisa de lado - yo tenía la información desde antes y tú te enteraste hasta el momento que pasó, pude avisarles para evitarlo, pero no lo hice, solo por descuido... aunque tal vez debió pasar así para darse cuenta de la conexión que hay entre Voldemort y tú.
Volvieron a quedarse en silencio, sin saber que decir ahora.
-¿Quieres recostarte un rato? - preguntó la chica - creo que con esto nos hemos ganado un descanso.
Harry dudó un momento pensando en Fred, pero Lily parecía necesitar compañía en ese momento, y en realidad no le molestaba hacerlo, no se sentía como un bicho raro a su lado exactamente. La chica se recostó levantando los pies hacia la cabecera y apoyándolos en la pared, giró su rostro hacia el chico y señalo el espacio a su lado, Harry se acostó he hizo lo mismo que la Lily, era algo relajante estar así, ambos cerraron los ojos un rato, pero sin dormir en realidad.
Sus baúles habían llegado desde Hogwarts mientras ellos comían, así que pudieron vestirse de muggles para ir a San Mungo. Todos, excepto Harry y Lily, estaban muy contentos y parlanchines mientras se quitaban las túnicas y se ponían vaqueros y sudaderas. Cuando llegaron Tonks y Ojoloco para escoltarlos por Londres, los recibieron con regocijo y se rieron del bombín que Ojoloco llevaba torcido para que le tapara el ojo mágico, y le aseguraron sinceramente que Tonks, que volvía a llevar el cabello muy corto y de color rosa chillón, llamaría la atención en el metro menos que él.
Tonks mostró un gran interés por la visión de Harry del ataque que había sufrido el señor Weasley, pero a él no le interesaba hablar sobre eso ni lo más mínimo. Después de platicar con él, miró a Lily.
-Tu cabello delata tus emociones - le comentó Tonks, observando su cabello grisáceo.
-A ti igual - Lily cambió su cabello a la altura de que apenas tapaba sus orejas, de un tono castaño, ligeramente rizado, intentando que fuera parecido al de Remus.
La bruja se puso ligeramente roja y rió de las ocurrencias de la chica, que solo sonrió, mantuvo su cabello así para verse un poco más animada, Fred la miraba de reojo notando sus ojos que aún se encontraban un poco hinchados, no sabía que decirle a la chica, se sentía como idiota por su comportamiento, hace días había estado molesto porque no hacían algo con Umbridge, pero aceptándolo para que ella estuviera segura, y ahora, solo hace unas horas, estaba dispuesto a que el Ministerio supiera sobre ella solo para ir a ver a su padre, que ahora se encontraba estable.
Sabiendo que su padre estaba bien, podía pensar con más calma lo que había dicho, quería acercarse a la chica, toda la ira de anoche, ahora era dirigida a él mismo por sus tonterías, y George parecía no estar dispuesto ayudarle a disculparse, él se había levantado anoche cuando Lily estuvo llorando y no quiso hablarle sobre eso. Vio como Harry había entrado a su habitación cuando él dudaba sobre ir a verla y ahora ella se encontraba sentada aun lado del chico tomados del meñique como si fueran los mejores amigos, el azabache le dio una mirada de nerviosismo y luego la apartó rápidamente.
Se apearon en la siguiente parada, una estación del centro de Londres, siguieron a Tonks hasta la escalera mecánica; Moody cerraba el grupo; llevaba el bombín calado, y una de sus nudosas manos, metida entre los botones del abrigo, sujetaba con fuerza la varita. Lily le preguntó a Ojoloco dónde estaba escondido San Mungo.
-No está lejos de aquí - gruñó Moody cuando salieron al frío invernal de una calle ancha, llena de tiendas y de gente que hacía las compras navideñas - No resultó fácil encontrar un buen emplazamiento para un hospital. En el callejón Diagon no había ningún edificio lo bastante grande, y no podíamos ubicarlo bajo tierra, como el Ministerio, porque no habría sido saludable. Al final consiguieron un edificio por esta zona. La teoría era que así los magos podrían ir y venir y mezclarse con la muchedumbre.
Ojoloco agarró a Harry por un hombro para impedir que lo separaran del grupo unos compradores que, evidentemente, no tenían otro objetivo que entrar en una tienda cercana llena de artilugios eléctricos.
-Ya estamos - anunció Moody un momento más tarde.
Habían llegado frente a unos grandes almacenes de ladrillo rojo, enormes y anticuados, cuyo letrero rezaba: «Purge y Dowse, S.A.» El edificio tenía un aspecto destartalado y deprimente; en los escaparates sólo había unos cuantos maniquíes viejos con las pelucas torcidas, colocados de pie al azar y vestidos con ropa de diez años atrás, como mínimo.
-Muy bien - dijo Tonks, y les hizo señas para que se acercaran a un escaparate donde sólo había un maniquí de mujer particularmente feo. Casi se le habían caído las pestañas postizas e iba vestido con un pichi de nylon verde - ¿Están preparados?
Todos asintieron y formaron un corro alrededor de Tonks, se inclinó hacia el cristal del escaparate observando el desastroso maniquí. El cristal se empañó con el vaho que le salía por la boca.
-¿Qué hay? - preguntó Tonks - Hemos venido a ver a Arthur Weasley.
Lily se asombro, al ver que el maniquí movía brevemente la cabeza y les hacía señas con un dedo articulado, y que Tonks agarraba a Ginny y a la señora Weasley por los codos, atravesaba el cristal y desaparecía de la vista. Fred, George y Ron las siguieron. Lily echó un vistazo al gentío que había en la calle: nadie parecía tener el menor interés por unos escaparates tan feos como los de Purge y Dowse, S.A., y nadie pareció darse cuenta tampoco de que seis personas acababan de desaparecer ante sus narices.
-Vamos - gruñó Moody, y le dio un empujón a Harry y ella en la espalda; juntos atravesaron una especie de cortina de agua fría, y salieron, secos y calentitos, al otro lado.
No había ni rastro de aquel lamentable maniquí ni del sitio en que había estado momentos antes. Se encontraron en lo que parecía una abarrotada sala de recepción, donde varias hileras de magos y brujas estaban sentados en desvencijadas sillas de madera; algunos tenían un aspecto completamente normal y leían con atención ejemplares viejos de Corazón de bruja; otros presentaban truculentas desfiguraciones, como trompas de elefante o más manos de la cuenta que es salían del pecho.
La sala no estaba mucho más tranquila que la calle porque varios pacientes hacían ruidos extraños: una bruja de cara sudorosa, que estaba sentada en el centro de la primera fila y que se abanicaba con fuerza con un ejemplar de El Profeta, soltaba constantemente un silbido agudo mientras expulsaba vapor por la boca, y un mago mugriento, sentado en un rincón, producía un tañido semejante al de una campana cada vez que se movía; con cada tañido, la cabeza le vibraba de una manera espantosa y tenía que sujetársela por las orejas para que se estuviera quieta.
Unos magos y algunas brujas, ataviados con túnicas de color verde lima, se paseaban por las hileras de pacientes haciendo preguntas y tomando notas en pergaminos que llevaban cogidos por unos sujetapapeles, llevaban un emblema bordado en el pecho: una varita mágica y un hueso cruzados.
-Sanadores - susurró Lily, y solo Harry la escuchó - médicos de los magos.
-¡Por aquí! - gritó la señora Weasley para que la oyeran por encima de los nuevos tañidos del mago del rincón, y todos la siguieron hasta la cola que había ante una bruja rubia y regordeta que estaba sentada detrás de un mostrador donde un letrero decía: «Información.»
La pared que había detrás de la bruja estaba cubierta de anuncios y avisos donde se leían cosas como: «UN CALDERO LIMPIO IMPIDE QUE LAS POCIONES SE CONVIERTAN EN VENENOS» y «LOS ANTÍDOTOS PUEDEN SER PELIGROSOS SI NO ESTÁN APROBADOS POR UN SANADOR CUALIFICADO». También había un gran retrato de una bruja con tirabuzones plateados, con el rótulo:
"Dilys Derwent
Sanadora de San Mungo 1722-1741
Directora del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería 1741-1768"
Dilys miraba con atención al grupo de los Weasley, como si los contara; cuando Harry levantó la vista, vio que ella le guiñaba discretamente un ojo, luego se iba hacia un lado de su retrato y desaparecía. El grupo de los Weasley se acercó al mostrador. Lily leyó el directorio:

Dentro de un libro (Harry Potter y La Orden Del Fenix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora