TIMOS.

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El partido que cerraría la temporada de quidditch, Gryffindor contra Ravenclaw, iba a celebrarse el último fin de semana de mayo. Y pese a que Hufflepuff había ganado por poco a Slytherin en el último encuentro, Gryffindor no tenía muchas esperanzas de ganar, debido principalmente (aunque nadie se lo decía, por supuesto) a la pésima trayectoria de Ron como guardián. Sin embargo, él parecía haber encontrado un nuevo optimismo.
Luna Lovegood llevaba una cosa que parecía un águila viva encima de la cabeza, que agitaba las alas mientras Luna pasaba sin inmutarse al lado de un grupo de alumnos de Slytherin, que la señalaban y reían.
Lily y sus amigas, se encontraron con Harry y Hermione en la penúltima fila de las gradas. Hacía un día templado y despejado; Ron no podía quejarse, y Harry confió, pese a tenerlo todo en contra, en que su amigo no diera motivos a los de Slytherin para que se pusieran a corear: «A Weasley vamos a coronar.» Como era costumbre, Lee Jordan, que estaba muy alicaído desde que Fred y George se habían marchado del colegio, comentaba el partido. Mientras los dos equipos salían al terreno de juego, fue nombrando a los jugadores sin el entusiasmo de siempre.
—... Bradley... Davies... Chang —anunció— ¡Allá van! —gritó Lee— Davies atrapa inmediatamente la quaffle, el capitán de Ravenclaw en posesión de la quaffle, regatea a Johnson, regatea a Bell, regatea también a Spinnet... ¡Va directo hacia la portería! Se dispone a lanzar y, y... —Lee soltó una palabrota— Y marca.
Lily y Liz gimieron con el resto de los alumnos de Gryffindor. Como era de esperar, los alumnos de Slytherin, sentados al otro lado de las gradas, empezaron a cantar:
Weasley no atrapa las pelotas
y por el aro se le cuelan todas...
—Si que pueden ser idiotas los miembros de mi casa —comentó Sam mirándolos con cierta pena, Alex la tomó del brazo, le dio media sonrisa y plantó un beso en la mejilla de la castaña, que provocó un ligero sonrojo.
Después de unos minutos, el partido comienza a tener un giró inesperado, Ron comienza detener algunos tiros, y Gryffindor comienza a sumar puntos, lo que subió la moral de los escarlata. Lily buscó a sus amigos de dicha casa, para celebrar el sexto tiro que detiene el pelirrojo, pero no ve ni a Harry ni a Hermione por ningún lado, lo que la extraña, estaba segura de haberlos visto junto a ella, no se percató del momento en que ese par se había desaparecido.
Al final el partido termina con la victoria poco esperada por parte de los Gryffindor, los escarlata festejando el logro, y Harry y Hermione apareciendo de nuevo, antes de poder hablarles y preguntarles de lo sucedido, la ola de alumnos festejando los arrastra por distintos caminos, al igual que la mano de Liz sosteniendo la de ella para no separarse. Tal vez otro día más tranquilo.

Los profesores ya no les ponían deberes y las clases estaban íntegramente dedicadas a repasar los temas que ellos creían que con mayor probabilidad aparecerían en los exámenes. Ernie Macmillan había adoptado la molesta costumbre de interrogar a sus compañeros sobre las técnicas de estudio que empleaban.
—¿Cuántas horas al día crees que dedicas a repasar? —preguntó con una chispa de locura en los ojos mientras hacían cola para entrar en la clase de Herbología.
—No lo sé —contestó Liz— Unas cuantas.
—¿Más o menos de ocho?
—Creo que menos —dijo Liz un tanto alarmada.
—Yo, ocho —aseguró Ernie hinchando el pecho— Ocho o nueve. Estudio una hora todos los días antes del desayuno. Mi promedio son ocho horas. El fin de semana, si estoy inspirado, llegó hasta diez. El lunes hice nueve y media. El martes no estuve tan fino: sólo conseguí llegar a las siete y cuarto. Y el miércoles...
La profesora Sprout los hizo entrar en aquel momento en el invernadero número tres, lo que obligó a Ernie a interrumpir su recital. Lily lo miraba preocupada, no era el único alterado por los TIMOS, pero verlo así, le asustaba un poco.
Entre tanto, Draco Malfoy había encontrado otra manera de provocar el pánico.
—Lo que importa no es lo que hayas estudiado —oyeron que les decía a Crabbe y Goyle en voz alta frente al aula de Pociones unos días antes de que empezaran los exámenes— sino si estás bien relacionado. Mira, mi padre es íntimo amigo de la jefa del Tribunal de Exámenes Mágicos, Griselda Marchbanks, ha ido varias veces a cenar a mi casa y todo...
—¿Creen que eso sea verdad? —les susurró una alarmada Liz a Lily y Alex.
—Aunque lo sea, nosotros no podemos hacer nada —contestó Alex con pesimismo.
—Yo no me lo creo —opinó Neville, que venía detrás de ellas— Porque Griselda Marchbanks es amiga de mi abuela, y nunca ha mencionado a los Malfoy.
—¿Cómo es, Neville? —le preguntó de inmediato Alex— ¿Es muy estricta?
—La verdad es que se parece bastante a mi abuela —admitió Neville con voz apagada.
—Pero al menos el hecho de conocerla no te perjudicará, ¿no? —intentó animarlo Lily.
—Bah, no creo que tenga ninguna importancia —repuso Neville más apesadumbrado todavía– Mi abuela siempre le dice a la profesora Marchbanks que no soy tan buen mago como mi padre... Y, bueno, —bajó la voz— ya haz visto cómo está la situación en San Mungo...
Neville fijó la vista en el suelo. Lily no supo qué responder, Liz y Alex se miraron confundidas y evitaron preguntar ante la cara del chico. Entre tanto, un próspero mercado negro de artículos para facilitar la agilidad mental y la concentración y para combatir el sueño había nacido entre los alumnos de quinto y séptimo.
Lily y Alex estuvieron tentadas de comprar una botella de elixir cerebral Baruffio que les ofreció un alumno de sexto de Ravenclaw, Eddie Carmichael, quien aseguró que ese remedio era el único responsable de los nueve «Extraordinarios» que había sacado en los TIMOS del curso anterior y les ofrecía medio litro por sólo doce galeones, al igual que a Harold Dingle, del mismo curso de Hufflepuff, un polvo de garra de dragón que estimulaba mucho el cerebro, y durante unas horas te volvía más ingenioso.
Pero se detuvieron ante los comentarios de Sam y Liz, sobre que eran falsos, la slytherin les dijo que el polvo era en realidad excrementos de doxy secos, y su rubia amiga había observado el elixir haciendo mención de que lo mucho que podría hacer dicha pócima, sería mandarlas a la enfermería por intoxicación. Aquella información calmó un poco las ansias de ambas chicas por tomar estimulantes cerebrales.
Durante la siguiente clase de Herbología, recibieron los horarios de los exámenes y las normas de funcionamiento de los TIMOS.
—Como ven —explicó la profesora Sprout a la clase mientras los alumnos copiaban de la pizarra las fechas y las horas de sus exámenes— sus TIMOS están repartidos en dos semanas consecutivas. Harán los exámenes teóricos por la mañana y los prácticos por la tarde. El examen práctico de Astronomía lo harán por la noche, como es lógico.
»Debo advertirles que hemos aplicado los más estrictos encantamientos antitrampa a las hojas de examen. Las plumas autorrespuesta están prohibidas en la sala de exámenes, igual que las recordadoras, los puños desmontables para copiar y la tinta autocorrectora. Lamento tener que decir que cada año hay al menos un alumno que cree que puede burlar las normas impuestas por el Tribunal de Exámenes Mágicos. Espero que este año no sea nadie de Hufflepuff.
Nuestra nueva... directora... —al pronunciar esa palabra, la profesora Sprout dejó salir un suspiro de pesadez– ha pedido a los jefes de las casas que adviertan a sus alumnos que si hacen trampas serán severamente castigados porque, como es lógico, los resultados de sus exámenes dirán mucho de la eficacia del nuevo régimen que la directora ha impuesto en el colegio... Aun así, ése no es motivo para que no lo hagan lo mejor que puedan. Tienen que pensar en su futuro.
—Por favor, profesora —dijo Alex, que había levantado la mano— ¿cuándo sabremos los resultados?
—Les enviarán una lechuza en el mes de julio —contestó la profesora Sprout.
—Estupendo —comentó Ernie en voz baja pero audible— Así no tendremos que preocuparnos hasta las vacaciones.
Su primer examen, Teoría de Encantamientos, estaba programado para el lunes por la mañana. Liz leía los apuntes de Encantamientos de aquel curso y del anterior, tapándose los oídos con los índices y moviendo los labios sin emitir ningún sonido; Alex estaba tumbada boca arriba en el suelo y recitaba la definición del encantamiento sustancial mientras Lily comprobaba si había acertado con ayuda del Libro reglamentario de hechizos, 5° curso.
Aquella noche reinaba un ambiente muy apagado durante la cena. Las chicas no hablaban mucho, pero comían con ganas, pues habían estudiado con intensidad todo el día. Mientras Ernie le pasaba el plato con las papas a Lily, Liz soltó un pequeño grito.
—¡Ay, madre! —exclamó ella por lo bajo mirando hacia el vestíbulo— ¿Son ellos? ¿Son los examinadores?
Se dieron rápidamente la vuelta en el banco. Más allá de las puertas abiertas del Gran Comedor vieron a la profesora Umbridge de pie con un pequeño grupo de brujas y magos que parecían muy ancianos.
—¿Vamos a verlos más de cerca? —propuso Liz.
Lily y Alex asintieron con la cabeza, y las tres se apresuraron hacia las puertas del vestíbulo, pero caminaron más despacio después de cruzar el umbral para pasar lentamente junto a los examinadores. Lily pensó que la profesora Marchbanks debía de ser la bruja bajita y encorvada con la cara tan arrugada que parecía que la hubieran cubierto de telarañas; la profesora Umbridge se dirigía a ella con deferencia. Por lo visto, la profesora Marchbanks estaba un poco sorda y contestaba a la profesora Umbridge en voz muy alta, teniendo en cuenta que sólo las separaba un palmo.
—¡Hemos tenido buen viaje, hemos tenido buen viaje, ya lo hemos hecho muchas veces!
—decía con impaciencia— ¡Bueno, últimamente no he tenido noticias de Dumbledore! —añadió, y escudriñó el vestíbulo como si albergara esperanzas de que éste apareciera de pronto del interior de un armario para guardar escobas— Supongo que no tiene ni idea de dónde está.
—No, ni idea —contestó la profesora Umbridge, y lanzó una mirada asesina a Lily, Liz y Alex, que se habían quedado al pie de la escalera de mármol mientras Liz fingía que se ataba los cordones de un zapato— Pero me atrevería a decir que el Ministerio de la Magia dará con él muy pronto.
—¡Lo dudo! —gritó la diminuta profesora Marchbanks— ¡No lo encontrarán si Dumbledore no quiere que lo encuentren! Se lo digo yo... Lo examiné personalmente en Transformaciones y Encantamientos cuando hizo sus ÉXTASIS... Hacía unas cosas con la varita que yo jamás había visto hacer.
—Sí, bueno... —balbuceó la profesora Umbridge mientras Lily, Liz y Alex arrastraban los pies por la escalera con toda la parsimonia de que eran capaces— déjeme que le enseñe la sala de profesores. Seguro que le apetece tomar una taza de té después de un viaje tan largo.

Dentro de un libro (Harry Potter y La Orden Del Fenix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora