Catorce de Febrero.

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A la mañana siguiente, Lily se encontraba desayunando en el Gran Comedor cuando llegó El Profeta, al recibirlo lo alisó, echó un vistazo a la primera plana y casi se ahoga con el bocado que tenía en la boca.
–¿Qué pasa? –preguntó Alex dándole golpecitos en la espalda.
Por toda respuesta, colocó el periódico sobre la mesa, delante de sus dos amigas, para que todas pudieran verla primera plana, donde se encontraban fotografías con las caras de nueve magos y una bruja. Algunas de las personas fotografiadas se burlaban en silencio; otras tamborileaban con los dedos en el borde inferior de la fotografía, con aire insolente. Cada fotografía llevaba un pie de foto con el nombre de la persona y el delito por el que había sido enviada a Azkaban.
«Antonin Dolohov, condenado por el brutal asesinato de Gideon y Fabian Prewett», rezaba el pie de foto de un mago con la cara larga, pálida y contrahecha, que miraba sonriendo burlonamente a Lizeth.
«Augustus Rookwood, condenado por filtrar secretos del Ministerio de la Magia a Aquel-que-no-debe-ser-nombrado», rezaba el pie de foto de un individuo con la cara picada de viruela y el cabello grasiento, que estaba apoyado en el borde de su fotografía con pinta de aburrido.
Pero la foto que más llamó la atención de Lily fue la de la bruja, cuya cara había destacado entre las demás en cuanto miró la página. Llevaba el cabello largo y era castaño, pero en la fotografía tenía aspecto desgreñado y sucio, aunque lo había visto bien arreglado, denso y reluciente. La bruja miraba a Lily fijamente con ojos de párpados caídos y una arrogante y desdeñosa sonrisa en los finos labios. Como Sirius, conservaba vestigios de la antigua belleza que algo, quizá Azkaban, le había robado. «Bellatrix Lestrange, condenada por torturar a Frank y Alice Longbottom hasta causarles una incapacidad permanente.»
Liz señaló el titular que había encima de las fotografías.


FUGA EN MASA DE AZKABAN EL MINISTERIO TEME QUE BLACK SEA EL «PUNTO DE REUNIÓN» DE ANTIGUOS MORTÍFAGOS

–¿Black? –dijo Liz en voz alta– ¿No se...?
–¡Chissst! –susurró Alex, alarmada– ¡No hables tan alto! Esto podría poner en problemas con el resto de alumnos a Lily. –agregó mirando a su amiga, en ese momento, peliazul que leía la nota.

"El Ministerio de la Magia anunció ayer entrada la noche que se había producido una fuga en masa de Azkaban.
Cornelius Fudge, ministro de la Magia, fue entrevistado en su despacho y confirmó que diez prisioneros de la sección de alta seguridad escaparon a primera hora de la noche pasada, y que ya ha informado al Primer Ministro muggle del carácter peligroso de esos individuos.
«Desgraciadamente, nos encontramos en la misma situación en que estábamos hace dos años y medio, cuando huyó el asesino Sirius Black –declaró Fudge ayer por la noche– Y creemos que las dos fugas están relacionadas. Una huida de esta magnitud sugiere que los fugitivos contaron con ayuda del exterior, y hemos de recordar que Black, el primer preso que logró huir de Azkaban, sería la persona idónea para ayudar a otros a seguir sus pasos. Creemos también que esos individuos, entre los que se encuentra la prima de Black, Bellatrix Lestrange, han acudido a ofrecer apoyo a Black, al que han erigido líder. Sin embargo, estamos haciendo todo lo posible para capturar a los delincuentes, y pedimos a la comunidad mágica que permanezca alerta y actúe con prudencia. No hay que abordar a ninguno de estos individuos bajo ningún concepto.»

–No puedo creerlo –gruñó Lily– ¡Fudge culpa de la fuga a Sirius.
–Y no lo fue... ¿Cierto? -cuestiono con algo de duda Liz.
–¡Claro que no! –la respuesta que dio Alex, antes que Lily, las sorprendió un poco, pero la chica agradeció que alguien más estuviera del lado de Sirius sin conocerlo en persona aún.
Miró hacia la mesa de los profesores. Allí todo era diferente: Dumbledore y la profesora McGonagall estaban en plena conversación, y ambos parecían sumamente serios. La profesora Sprout tenía El Profeta apoyado en una botella de ketchup y leía la primera plana con tanta concentración que no se había dado cuenta de que de la cuchara que tenía en suspenso delante de la boca caía un hilillo de yema de huevo que iba a parar a su regazo. Entre tanto, al final de la mesa, la profesora Umbridge atacaba un cuenco de gachas de avena.
Por primera vez los saltones ojos de sapo de Dolores Umbridge no recorrían el Gran Comedor, tratando de descubrir a algún estudiante que no se estuviera portando bien. Tenía el entrecejo fruncido mientras engullía la comida, y de vez en cuando lanzaba una mirada maliciosa hacia el centro de la mesa, donde conversaban Dumbledore y la profesora McGonagall.
La fuga había sido un hecho del que había advertido a los miembros de la Orden, pero ya que era algo en lo que no se podía realizar mucha intervención por lo sospechoso que sería, había acordado en mantenerse alertas y prepararse cuando esto sucediera para evitar algún ataque sorpresivo por parte de los mortifagos. Este tipo de eventos acercaban más a eventos más significativos, que Lily esperaba poder lograr que no se cumplieran, por bien de muchos.
En los días posteriores, se extendió por el colegio la noticia de que Hagrid estaba en periodo de prueba, y casi nadie se mostró muy disgustado. De hecho, algunos estudiantes, entre los que destacaba Draco Malfoy, parecían contentísimos. Por otra parte, en los pasillos sólo se hablaba de una cosa: de los diez mortífagos fugados, cuya historia se había propagado por Hogwarts filtrada por los pocos alumnos que leían los periódicos. Corrían rumores de que habían visto a algunos de los fugitivos en Hogsmeade, de que estaban escondidos en la Casa de los Gritos y de que iban a entrar en Hogwarts, como había hecho Sirius en una ocasión.
Los que procedían de familias de magos habían crecido oyendo pronunciar los nombres de aquellos mortífagos casi con el mismo temor que el de Voldemort; los crímenes que habían cometido en tiempos del reinado de terror de Voldemort eran legendarios. Entre los estudiantes de Hogwarts había familiares de sus víctimas, y en esos días se habían convertido sin pretenderlo en objeto de una horripilante fama indirecta: Susan Bones, cuyos tío, tía y primos habían muerto a manos de uno de los diez mortífagos, comentó muy triste, durante una clase de Herbología, que ya entendía perfectamente lo que debía de sentir Harry.
De igual manera, los estudiantes volvían a murmurar y a señalar a Lily cuando se cruzaban con ella por los pasillos, ahora eran más los alumnos que hablaban de la chica y su padre prófugo. Los comentarios se dividían, por un lado, entre los que se preguntaban porqué ella seguía en el Colegio, aseguraban que también tenía algo que ver, que ella podría ser peligrosa, y que tal vez era un mortífago.
Y por el otro lado, estaban los que también cuchicheaban sobre Harry y su tono era más de curiosidad, encontrándose inconformes con la versión que daba El Profeta sobre cómo y por qué diez mortífagos habían conseguido fugarse de la fortaleza de Azkaban. Confundidos y temerosos, parecía que esos escépticos recurrían a la única explicación alternativa que tenían: la que Harry y Dumbledore habían estado exponiendo desde el año anterior. Lo que no dejaba en malos términos a Lily, y la hacía ver como la persona que menos tenía que ver en esta desagradable situación.
Y no era sólo el estado de ánimo de los alumnos lo que había cambiado; también era habitual encontrarse a dos o tres profesores hablando en susurros por los pasillos e interrumpiendo sus conversaciones en cuanto veían que se acercaba algún alumno.
–Es evidente que si la profesora Umbridge está en la sala de profesores, ya no pueden hablar con libertad allí –comentó George en voz baja cuando un día él, Lily y Fred se cruzaron con la profesora McGonagall, el profesor Flitwick y la profesora Sprout, que estaban apiñados frente al aula de Encantamientos, en uno de los pequeños descansos donde se reunía la pareja y su hermano.
–¿Crees que ellos saben algo más? –le preguntó Lily girando la cabeza para mirar a los tres profesores.
–Si saben algo, no nos lo van a contar, ¿verdad? –terció Fred, con algo de fastidio– Con el decreto... ¿Por qué número vamos ya?
Y es que en los tablones de anuncios de las cuatro casas habían aparecido nuevos letreros a la mañana siguiente de que saltara la noticia de la fuga de Azkaban:

Dentro de un libro (Harry Potter y La Orden Del Fenix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora