Un Cambio al Pasado.

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Lupin llegó rápidamente junto a Lily y Fred, que estaban arrodillados al lado de Sirius, estaba muy pálido, observando a su amigo en el suelo, como si el verlo así le trajera más recuerdos dolorosos, Lily entendió esa mirada unos segundos después.
—Está vivo, Remus. —le dijo con la voz temblorosa— Él no se ha ido.
El castaño asintió ante su comentario, apenas despegando la mirada del movimiento lento del pecho de su amigo. Se arrodilló a su lado, y tomó a Sirius de un brazo para levantarlo.
—Vamos... vamos a sacarlo de aquí, ayúdame, Fred. —el chico se apresuró a tomar al pelinegro del otro brazo y lo levantaron— Hay que salir de aquí, ¿pueden ayudar a su amiga?
Lily dirigió su mirada hacía Liz, que aún movía sus piernas de manera incontrolable. Escuchó el quejido de Neville al moverse y cojear al caminar. Se acercó más a su amiga de cabello rojizo y le apuntó con la varita.
—Finite Incantatem —las piernas de la chica se detuvieron y soltó un suspiro.
—Gracias... —se levantó y se acercó a ella con una pequeña sonrisa nerviosa y miró a Neville— ¿Quieres recargarte en nosotras?
El chico las miró con duda, pero antes de poder responder algo, se acercaron a cada lado de Neville para que se recargara en ambas.
—Lo siento aún no sé hechizos de curación —Lily le sonrió de lado al chico.
Comenzaron a caminar detrás de Remus, Sirius y Fred hacía la puerta por la que habían llegado, mientras el resto de aurores se levantaban y se llevaban al resto de mortifagos que estaban ahí. Con un paso algo lento llegaron a la puerta negra por la que habían entrado, saliendo al pasillo donde se encontraron al resto de sus amigos.
—¡Liz! ¡Lily! —Alex se acercó a ellas, con las mejillas con rastros de haber llorado, las abrazo, con Neville viéndose envuelto también— estábamos preocupados.
—¿Está bien? —escuchó a Fred preguntando.
—Espero que sí, tuve que dormirlo, no se quedaba quieto y quería ir detrás de Harry —respondió la voz de George.
—¡Hay que ir a ayudar a Harry! —exclamó Neville, intentando avanzar y soltarse de las chicas.
—Quieto ahí, Longmbotton —le respondió el gemelo— Dumbledore pasó hace poco dirigiéndose hacía ellos.
Fred y Remus acomodaron a Sirius con cuidado en el suelo. Lily se soltó del abrazo de sus amigas, y se sentó a su lado, tomándolo de la mano, temiendo que si lo dejaba a solas mucho tiempo dejara de respirar, fue en ese momento en que sintió que temblaba, miró a su alrededor pensando que era algún temblor, pero nadie parecía preocupado por eso, hasta que vio su mano sosteniendo la de Sirius, que era su propio cuerpo el que lo hacía.
Despacio dejó salir el aire, Remus revisaba al resto de chicos, curando algunas heridas, Fred se aseguraba de sus hermanos, que aún respiraban, junto a Hermione, Luna estaba junto a Neville que parecía aliviado del dolor después un hechizo de Lupin, Liz, Alex y Sam estaban sentadas cerca de Lily, viendo a Sirius de reojo, hasta que este estrecho ligeramente fuerte su mano. La chica giró su mirada, para ver como el pelinegro se movía ligeramente y abría los ojos.
—¡Remus! Está despertando —el castaño se acercó poniéndose de cuclillas frente a Black— Sirius ¿me escuchas?
El hombre se removió un poco más, tomó aire sonoramente y sin abrir los ojos: —¿Así es cómo le hablas a tu padre?
Lily y Remus dejaron salir una risa nerviosa, por fin Sirius abrió los ojos, mirando a su alrededor algo confundido.
—¿Qué ha sucedido? ¿Dónde está Harry?
—Salió corriendo detrás de Bellatrix después de que te disparó el hechizo —le explicó su amigo castaño con cuidado, atento a las reacciones de su impulsivo compañero.
—¿Qué? ¡Tenemos que ir tras él!
El pelinegro intentó levantarse, pero Lily lo mantuvo en su sitio, mirándolo con seriedad.
—No te muevas, si alguien va a seguir a Harry seremos nosotros, tú te quedas.
—Además, Dumbledore fue detrás de él —dijo con cierta timidez Alex, mirando con cuidado al hombre.
—¿Dumbl...? ¿DUMBLEDORE? —Sirius miró con cierto pánico y frustración en el rostro a Remus— sino vamos tras él, puede terminar igual que...
Su voz se entrecorto, pero Remus entendió a qué se refería con rapidez, su antiguo amigo, el padre de Harry.
—Ten un poco de confianza, Sirius...
—¿Confianza? ¿en serio me lo estas pidiendo tú? ¿TÚ? Que fue mandado a misiones secretas todo el tiempo y al final hecho a un lado cuando ya no lo necesitaron, debes estar bromeando...
—Sirius —la mirada de Remus, usualmente cálida, tomó un tono frío— no es como esa vez.
—Olvidalo, no hay tiempo para esto —intentó levantarse de nuevo, pero Lily una vez más lo empujó al suelo— ¡Basta Lilian!
—¡NO! —todos la miraron con ligera sorpresa— No voy a dejar que vayas directo a la muerte de nuevo, ¡he logrado salvarte de Bellatrix y ese estupido arco!
Las lágrimas de la chica estaban corriendo por sus mejillas, mientras lo miraba con determinación. Todos estaban en silencio, la cara de Sirius perdió cierto color junto con Remus.
—¿Qué quieres decir Lily? —la voz de George corto el frío silencio.
—¿Sirius moría ahí? —le preguntó Fred ahora.
Una explosión se escuchó a lo lejos, los que los distrajo un momento de la chica, mirando por donde el sonido había llegado, junto a sonidos de una pelea intensa.
—Voldemort —dijo Lily mirando el pasillo por donde se escuchaba todo— el Ministro va llegar en cualquier momento, debe verlo para que el mundo mágico sepa que ha regresado, no deberían verte aquí, aún no al menos.
Devolvió su mirada a Sirius, que seguía con el rostro lívido. Esta vez, cuando intentó levantarse, Lily no lo impidió, se levantó junto a él para ayudar a sostenerlo, Remus también lo ayudó, su intención era ir con Harry, parecía muy dispuesto a lograrlo.
—¿Cómo sabes eso? —la voz de Samantha hizo que todos la mirarán— ¿por qué estás tan convencida de que es el Señor Tenebroso?
Lily abrió la boca para responder, pero antes de poder hacerlo, Fred la interrumpió.
—Neville, Luna, ¿pueden quedarse con mis hermanos y Hermione? —los mencionados lo miraron algo confundidos y asustados, pero asintieron— vamos con Harry, intentemos ayudar a detener a-quien-ustedes-saben, que si el Ministerio tiene que verlo, sea para capturarlo —miró a las amigas de Lily y la chica slytherin— quédense aquí, no están obligadas a ir.
Ante sus palabras George se levantó, se aseguró que Neville y Luna tuvieran al menos una varita para defenderse, cambio de lugar con Lupin, para ser más libre para atacar o defender. Liz, sin apartar una mirada intensa de Lily, se levantó y tomó con más fuerza su varita, Alex miró a sus dos amigas, dispuesta a ir con ellas, sin embargo la mano de Sam la detuvo, mirándola asustada, y en una pequeña disputa silenciosa, ambas se decidieron y se levantaron.
—Pero necesito que te expliques —le dijo la slytherin.
Comenzaron a caminar con cierta prisa y Lily comenzó a explicar.
—Kreacher les contó a los Malfoy que tú eras importante para Harry, durante las vacaciones de Navidad cuando no lo encontraban, eso hizo que terminara cayendo en esta trampa, durante la pelea, llegaron aurores, Remus y tú, después de que Snape les informará, en algún momento comenzaste a pelear contra Bellatrix, y... una maldición asesina te alcanzó a dar, cayendo a ese arco, donde ni siquiera recuperaron tu cuerpo.
—¿Regresaste para salvarlo? —preguntó George.
—No... fue un accidente el que terminará aquí, se los dije cuando llegue —le explicó— solo estoy aprovechando la oportunidad, y si continúo aquí, salvaré a los demás.
—Salvar a alguien que tenía que morir es un cambio muy grande para la línea temporal —comentó Remus caminando por delante, en guardia ante los sonidos de pelea más cercanos.
—Por cómo lo veo ahora, es una ayuda extra en la guerra con Sirius —dijo Lily.
—Vienes del futuro... —afirmó Alex mirándola cuando se detuvieron en el pasillo antes de girar para encontrar la lucha.
—Si, tendrán que guardar el secreto en caso de que continúe aquí —su sonrisa fue más una mueca.
—Por Merlín... —exclamó Liz.
—Ya decía yo que tenías algo raro —se burló Sam, moviendo a Alex detrás de ella y poniendo en alto su varita, miró a Remus esperando su señal para avanzar.
Remus la miró por igual, luego al resto de chicos y a Sirius, que estaba callado, pero con determinación en su mirada. Los adultos asintieron y todos avanzaron, encontrandose con una pelea entre Dumbledore y un hombre pálido con túnica larga de color negro.Dumblero utilizó el agua de la fuente que se encontraba en el vestíbulo, que se alzó formando una especie de capullo de cristal fundido y cubrió a Voldemort.
Durante un instante lo único que se vio de él fue una oscura, borrosa y desdibujada figura sin rostro que se estremecía sobre el pedestal; era evidente que intentaba librarse de aquella sofocante masa, pero de pronto desapareció, y el agua cayó con gran estruendo en la fuente, se derramó por el borde e inundó el suelo.
—¡AMO! —gritó Bellatrix, que estaba del otro lado.
Harry se encontraba detrás de una estatua que lo protegía, de la que busco salir, pero Dumbledore le ordenó con voz atronadora:
—¡Quédate donde estás, Harry!
Dumbledore parecía asustado por primera vez. Ahora en el vestíbulo sólo estaban ellos dos, Bellatrix, que seguía sollozando, atrapada bajo la estatua de la bruja, Fawkes convertido en cría de fénix que graznaba débilmente en el suelo y el grupo que acaba de llegar, se acercaron unos pasos más sin bajar las varitas, Sirius se zafó de George y Lily.
—¡Harry! —llamó al chico.
—¡No, Sirius! —le llamó la atención Dumbledore.
Entonces Harry cayó al suelo, comenzando a quejarse de algo y retorciéndose, como si sufriera dolor, Remus y Sirius se acercaron al chico, quedándose quietos ante una señal de Dumbledore que avanzó unos pasos también. De pronto Harry, habló con un tono diferente al suyo:
—Mátame ahora, Dumbledore... Si la muerte no es nada, Dumbledore, mata al chico...
Harry se detuvo y se encontró tumbado boca abajo en el suelo, sin las gafas, temblando como si estuviera tendido sobre hielo y no sobre madera. Se acercaron rápidamente, unos más que otros, Harry abrió los ojos y vio sus gafas tiradas junto al talón de la estatua sin cabeza que lo había protegido, que en ese momento estaba tumbada boca arriba, resquebrajada e inmóvil. Se puso las gafas y levantó un poco la cabeza, y entonces descubrió la torcida nariz de Dumbledore a pocos centímetros de la suya, Sirius detrás del hombre y un poco más allá Lily, los gemelos Weasley, Liz, Alex y Sam.
—¿Estás bien, Harry? —preguntó el profesor.
—Sí —contestó él, aunque temblaba tanto que no podía mantener erguida la cabeza— Sí, estoy... ¿Dónde está Voldemort? ¿Dónde...? ¿Quiénes son ésos, qué...?
El Atrio comenzó a llenarse de gente; en el suelo se reflejaban las llamas de color verde esmeralda que habían prendido en todas las chimeneas de una de las paredes; y un torrente de brujas y de magos salía por ellas. Cuando Dumbledore ayudó a Harry a ponerse en pie, Lily vio las pequeñas estatuas de oro del elfo doméstico y del duende, que guiaban a un atónito Cornelius Fudge.
—¡Estaba aquí! —gritó un individuo ataviado con una túnica roja y peinado con coleta que señalaba un montón de trozos dorados que había en el otro extremo del vestíbulo, donde unos momentos antes había estado atrapada Bellatrix—. ¡Lo he visto con mis propios ojos, señor Fudge, le juro que era Quien-usted-sabe, ha agarrado a una mujer y se ha desaparecido!
—¡Lo sé, Williamson, lo sé, yo también lo he visto! —farfulló Fudge, que llevaba un pijama bajo la capa de raya diplomática y jadeaba como si acabara de correr una maratón— ¡Por las barbas de Merlín! ¡Aquí! ¡Aquí, en el mismísimo Ministerio de la Magia! ¡Por todos los diablos, parece mentira! ¡Caramba! ¿Cómo es posible?
—Si baja al Departamento de Misterios, Cornelius —sugirió Dumbledore, que parecía satisfecho con el estado en que Harry se encontraba y dio unos pasos hacia delante; al hacerlo, varios de los recién llegados se percataron de su presencia (unos cuantos levantaron las varitas; otros se quedaron pasmados; las estatuas del elfo y del duende aplaudieron, y Fudge se llevó tal susto que sus zapatillas se levantaron un palmo del suelo)—, encontrará a unos cuantos mortífagos fugados retenidos en la Cámara de la Muerte, inmovilizados mediante un embrujo antidesaparición, que esperan a que decida qué hacer con ellos.
—¡Dumbledore! —exclamó Fudge con perplejidad—. Usted... aquí... Yo...
Entonces miró salvajemente a los Aurores que lo acompañaban y quedó clarísimo que estaba a punto de gritar: «¡Deténganlo!»
—¡Cornelius, estoy dispuesto a luchar contra sus hombres y volver a ganar! —anunció Dumbledore con voz atronadora—. Pero hace sólo unos minutos con sus propios ojos ha visto pruebas de que llevo un año diciéndole la verdad. ¡Lord Voldemort ha regresado, y en cambio hace doce meses que está usted persiguiendo al hombre equivocado; ya es hora de que empiece a usar la cabeza!
—Yo... no... Bueno... —balbuceó Fudge, y miró alrededor como si esperara que alguien le dijera lo que tenía que hacer. Como nadie decía nada, añadió—: ¡Muy bien! ¡Dawlish! ¡Williamson! Bajen al Departamento de Misterios a ver... Dumbledore, usted... usted tendrá que contarme exactamente... La Fuente de los Hermanos Mágicos, ¿qué ha pasado? —añadió con una especie de gemido contemplando el suelo del Atrio, por donde estaban esparcidos los restos de las estatuas de la bruja, el mago y el centauro.
—Ya hablaremos de eso cuando haya enviado a Harry y estos alumnos a Hogwarts —dijo Dumbledore.
—¿A Harry? ¿Harry Potter?
Fudge se dio bruscamente la vuelta y se quedó contemplando a Harry, que todavía estaba pegado contra la pared, junto a la estatua caída que lo había protegido durante el duelo entre Dumbledore y Voldemort.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó el ministro—. ¿Qué... qué significa esto? Ese... ¡Ese es Black!
Las varitas de nuevo se levantaron apuntando a Sirius. Lily frente a él, al igual que el resto de chicos, lo que hizo dudar un poco a los aurores.
—Tranquilo, Sirius Black es el menos culpable aquí, se lo explicaré todo cuando todos hayan regresado al colegio —repitió Dumbledore.
Y entonces se apartó de la fuente y se encaminó hacia el lugar donde había caído la cabeza dorada del mago. La señaló con la varita y musitó: «Portus». La cabeza emitió un resplandor dorado y tembló ruidosamente contra el suelo de madera durante unos segundos, y luego volvió a quedarse quieta.
—¡Un momento, Dumbledore! —gritó Fudge mientras aquél recogía la cabeza del suelo e iba hacia los chicos—. ¡No tiene autorización para utilizar ese traslador! ¡No puede hacer esas cosas delante del ministro de la Magia como si..., como si...! —exclamó, pero se le entrecortó la voz cuando Dumbledore lo miró autoritariamente por encima de sus gafas de media luna.
—Quiero que dé la orden de echar a Dolores Umbridge de Hogwarts —sentenció Dumbledore—. Quiero que diga a sus Aurores que dejen de buscar a mi profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas para que pueda volver a su trabajo y sigan al señor Black. Voy a darle... —Dumbledore sacó un reloj con doce manecillas del bolsillo y lo consultó— media hora de mi tiempo esta noche; creo que con eso bastará para repasar los puntos más importantes de lo que ha ocurrido aquí. Después tendré que regresar a mi colegio. Si necesita usted más ayuda de mí, no dude en consultarme en Hogwarts, por favor. Me llegarán todas las cartas dirigidas al director.
Fudge miraba a Dumbledore con unos ojos más desorbitados que nunca; tenía la boca abierta y su redondeado rostro estaba cada vez más sonrosado bajo el desordenado cabello gris.
—Yo..., usted...
Dumbledore le dio la espalda.
—Tomen este traslador, Sirius, ve con ellos también, señor Lupin, puede acompañarlos—les tendió la dorada cabeza de la estatua y Lily, Harry, Liz, Alex, Sam y Sirius, le pusieron una mano encima—. Me reuniré con ustedes dentro de media hora —les aseguró Dumbledore quedamente.
—Iremos por nuestros hermanos y el resto, nos vemos pronto —alcanzó a decirle Fred, antes de notar aquella sensación de que tiraban de un gancho por detrás de su ombligo y el lustroso suelo de madera desapareció bajo sus pies.
Al tocar el suelo con los pies, se les doblaron ligeramente las rodillas y la cabeza del mago dorado cayó con un golpe metálico. Entonces, echando un vistazo a su alrededor, se percataron de que habían llegado al despacho de Dumbledore. Durante la ausencia del director, todo se había reparado. Los delicados instrumentos de plata estaban de nuevo sobre las mesas de patas finas y echaban humo y zumbaban discretamente. Los directores y las directoras dormían en sus retratos y apoyaban la cabeza en los respaldos de los sillones o el borde de los cuadros.
—Estas... bien —fue lo primero que dijo Harry mirando a Sirius, siendo recibido por un abrazo del hombre.
—Estoy vivo —miró a Lily y le extendió el brazo para que se uniera, lo que hizo la chica— esta vez, gracias a Lily.

  1. Deben saber lo que me costo no hacer referencias Wolfstar en este capítulo, teniendo en cuenta que comencé siguiendo la línea de Remus y Tonks.
  2. Tal vez comience a editar y modificar algunas partes de la historia, ya que nos acercamos al final, que tenga una estructura mejor y puedan disfrutar más adelante.
      L Nico👻
  P.d. ahora si me pase con el tiempo xd

Dentro de un libro (Harry Potter y La Orden Del Fenix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora