Navidad Mágica.

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La alegría que sentía Sirius por volver a tener la casa llena y, sobre todo, por volver a tener a Harry a su lado, era contagiosa. Había dejado de ser el huraño anfitrión del verano y en esos momentos parecía decidido a que se divirtieran tanto como se habrían divertido en Hogwarts, o quizá más, y por eso trabajó infatigablemente en el periodo previo al día de Navidad; lo limpió y lo decoró todo con la ayuda de los chicos, de modo que en Nochebuena, cuando fueron a acostarse, la casa estaba irreconocible. De las lámparas de cristal, anteriormente carentes de brillo, ya no colgaban telarañas, sino guirnaldas de acebo y serpentinas plateadas y doradas; había montoncitos de reluciente nieve mágica sobre las raídas alfombras; un gran árbol de Navidad, que había conseguido Mundungus y que estaba decorado con hadas de verdad, tapaba el árbol genealógico de la familia de Sirius; y hasta las cabezas reducidas de elfos domésticos de la pared del vestíbulo llevaban gorros y barbas de Papá Noel.
Lily fue a su cuarto y se sentó en la cama mirando las decoraciones que habían puesto, todo se veía maravilloso, y el tiempo que había pasado desde que llegó a ese mundo cayó sobre sus hombros, observó el pequeño árbol que estaba en su mesa de noche con las esferas que cambiaban de color, sin darse cuenta su cabello siguió el ritmo de las esferas. Los recuerdos de las navidades en su casa comenzaron a inundar su mente, con una sonrisa triste, las lágrimas inundaron sus ojos y corrieron por sus mejillas sin notarlo. El sonido de alguien tocando la puerta y está abriéndose, la regresaron a la realidad, Fred se asomaba por la entrada y en cuanto notó las lágrimas de la chica, abrió más la puerta y entró por completo a la habitación.
-¡¿Estás bien?! ¿Qué pasa? - le preguntó el chico acercándose a ella.
La chica limpió algunas de las lágrimas y las observó en su mano.
-Extraño mi hogar - con esa sola frase, Fred sintió un balde de agua fría caerle encima, ella quería regresar, quería dejarlo - pero me gusta estar aquí también, no quiero irme, pero sé que debo regresar y eso me pone feliz de alguna manera...
Lily dejó salir un grito de frustración, levantándose de la cama, tomando la sábana y tapándose con ella mientras se dejaba caer al suelo haciéndose bolita.
-Lily ¿Qué haces? - Fred se arrodilló al lado y puso una mano sobre ella.
-Me escondo de todas las ideas confusas y los malos pensamientos - le respondió con un ligero puchero.
El chico sonrió. Levantó la sábana y se tapó junto a la chica, la abrazó y comenzó a esparcir pequeños besos por todo su rostro que aún tenía algunas lágrimas.
-Perdón por ser tan idiota - dijo con voz suave - lo he pensando y... si me lo pides, me iré contigo a tu época si quieres irte, o si decides quedarte también estaré contigo.
Lily lo miró sorprendida, ¿llevarse a Fred con ella? Si pudiera hacer eso, tenerlo a su lado... pero no se podía crear ilusiones con eso, hasta donde sabía el profesor había creado una forma de entrar dimensiones, nunca dijo algo de que los personajes pudieran salir y tampoco sabía de las consecuencias que podía ocasionar.
Simplemente abrazó al chico, ocultando el rostro en su pecho, dejando salir un pequeño suspiro, queriendo alejar los pensamientos del futuro. Fred no dijo más y ella tampoco, el silencio y la atmósfera que se formó no se volvió incómoda. Hasta que un rato después Fred la levantó en brazos y ambos se acomodaron en la cama quedándose dormidos.

La mañana del día de Navidad, Lily despertó y encontró una pequeña pila de regalos a los pies de su cama. Fred se despertó a su lado, tallándose los ojos sonriéndole.
-Feliz Navidad, Lily.
-Feliz Navidad, Fred.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, dándoles un pequeño susto y dejando ver a George, cargado de más regalos que dejó caer sobre Fred y poniendo otro sobre los de Lily.
-¡Feliz Navidad Tortolitos! Es hora de abrir los regalos - les dijo emocionado.
Lily rió y tomó el que George había dejado, al abrirlo se encontró con un portarretratos cambiante, que mostraba fotos de los gemelos con ella, con Harry, Hermione y Ron, otra con Liz y Alex, donde solo estaba ella con Fred y similares.
-¡Es asombroso! - Lily le sonrió al chico que devolvió la sonrisa.
Siguió abriendo los regalos, Hermione le había regalado un libro que parecía una agenda, sólo que cada vez que lo abría por cualquier página gritaba cosas como: "¡No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy!". Sirius y Lupin, por su parte, le habían regalado una estupenda colección de libros titulada Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras, con soberbias ilustraciones móviles en color de todos los maleficios y contra embrujos que describía.
El regalo de Tonks era una caja de chocolates de colores y unos aretes, que en el momento que tocó cambiaron de color combinando con su cabello negro; Ron le había regalado una caja enorme de grageas de todos los sabores; el señor y la señora Weasley, un jersey tejido a mano y unos cuantos pastelitos de frutos secos.
Finalmente abrió un paquete pequeño que era de parte de Fred, y se encontró con un anillo plateado, que al examinarlo, vio que tenía el nombre del chico grabado. Buscó la mirada del pelirrojo, que la miraba tímidamente, con las mejillas y orejas ligeramente rojas, mostrando un anillo a juego que ya tenía puesto. La chica sonrió y plantó un beso en la mejilla del chico, mientras su hermano fingía arcadas aún lado, y examinaba el regalo de Lily.
-¿Qué es esto? - preguntó finalmente.
-Oh, una caja sorpresa musical, debes darle vuelta a la palanca - le dijo la chica sonriendo.
George comenzó a darle vueltas mientras se escuchaba Pop Goes the Weasel de fondo, de un momento a otro salto un payaso de la caja que asustó a George, que dejó caer la caja al tomarlo desprevenido. Fred y Lily comenzaron a reír. Después Fred tomó su regalo con cierto cuidado.
-Es solo una esfera de nieve - le dijo la chica, que la tomó y le dio cuerda, comenzó una melodía mientras la nieve se movía dentro cubriendo la pequeña casa y par de figuras de personas que estaban dentro - esta no es para bromas.
Minutos después bajaron para poder desayunar, pero al entrar a la cocina se encontraron con la señora Weasley llorando con un regalo abierto que dejaba ver otro jersey, Lily imagino de quién sería y los gemelos intentaron consolar a su madre, soltando comentarios sobre su hermano mayor, Percy, pero no funcionaba y segundos después llegó Remus que pidió a los chicos que se retiraran. Al final, fueron con Harry y Ron.
-¡Feliz Navidad! - exclamó George, una vez que entraron a la habitación - Pero no bajen hasta dentro de un rato.
-¿Por qué? - preguntó Ron.
-Porque mamá está llorando otra vez - contestó Fred con gravedad - Percy le ha devuelto el jersey de Navidad.
-Sin ninguna nota - añadió George - No ha preguntado cómo se encuentra papá, ni ha ido a visitarlo ni nada.
-Hemos intentado consolarla - prosiguió Fred, y rodeó la cama para ver un cuadro que Harry tenía - Le hemos dicho que Percy no es más que un montón de excrementos de rata podridos.
-Pero no ha funcionado - explicó Lily, mientras George cogía una rana de chocolate de Ron - Entonces Remus ha tomado el relevo. Creo que será mejor que dejemos que él intente animarla antes de bajar a desayunar.
-Oye, ¿qué se supone que representa? - preguntó Fred escudriñando el cuadro de Dobby - Parece un gibón con dos ojos negros.
-¡Es Harry! - exclamó George, y señaló el dorso del cuadro - ¡Lo pone aquí!
-Es un buen retrato - opinó Fred sonriendo. Harry le lanzó su nueva agenda de deberes, que chocó contra la pared y cayó al suelo, desde donde gritó alegremente: "¡Si el trabajo has terminado puedes ir a comprarte un helado!"
Luego se levantaron y se vistieron, mientras Lily esperaba afuera. Desde arriba oían a los distintos habitantes de la casa deseándose feliz Navidad unos a otros. Cuando bajaban por la escalera se encontraron con Hermione.
-Gracias por el libro, Harry - dijo ella alegremente - ¡Hacía siglos que buscaba Nueva Teoría de Numerología! Y ese perfume es muy especial, Ron. Y gracias por los marcadores mágicos, Lily, me serán muy útiles para los apuntes.
-Me alegro de que te haya gustado - repuso Ron - Pero ¿para quién es eso? - añadió señalando el paquete cuidadosamente envuelto que Hermione llevaba en las manos.
-Para Kreacher - contestó ella, muy satisfecha.
-¡Espero que no sea ropa! - la previno Ron - Ya sabes lo que dice Sirius: Kreacher sabe demasiado, no podemos darle la libertad.
-No, no es ropa - lo tranquilizó Hermione - aunque si por mí fuera desde luego que le habría regalado algo para ponerse que no sea ese trapo viejo y mugriento. Es una colcha de patchwork. Pensé que alegraría un poco su dormitorio.
-¿Qué dormitorio? - preguntó Harry bajando la voz al pasar por delante del retrato de la madre de Sirius.
-Bueno, Sirius dice que en realidad no es un dormitorio, sino una especie de... guarida - contestó Hermione - Por lo visto, Kreacher duerme debajo de la caldera que hay en ese armario de la cocina.
Cuando llegaron al sótano, sólo encontraron a la señora Weasley. Estaba de pie frente a la cocina, y todos esquivaron la mirada cuando les deseó feliz Navidad con la voz tomada. Lily y los gemelos se sentaron en la mesa mientras los chicos caminaban hacia una deslucida puerta que había en un rincón, frente a la despensa.
-¿Así que esto es el dormitorio de Kreacher? - dijo Ron.
-Sí - confirmó Hermione, que ahora parecía un poco nerviosa - Esto..., creo que será mejor que llamemos.
Ron golpeó la puerta con los nudillos, pero no obtuvo respuesta.
-Debe de estar espiando por arriba - comentó, y sin pensárselo dos veces abrió la
puerta - ¡Puaj!
Lily se asomó al interior desde su asiento. Gran parte del armario lo ocupaba una enorme y anticuada caldera, pero en el reducido espacio que quedaba debajo de las tuberías, Kreacher se había construido algo que parecía un nido.
Había un revoltijo de mantas y harapos viejos y apestosos amontonados en el suelo, y la pequeña marca que había en el centro indicaba el sitio donde el elfo se acurrucaba para dormir por las noches. Aquí y allá, entre la tela, había mendrugos de pan y pedazos de queso mohoso.
En un rincón brillaban unos pequeños objetos y monedas que Kreacher había salvado, como una urraca, de la purga que Sirius había hecho en la casa, y también había conseguido rescatar las fotografías familiares con marco de plata que había tirado aquel verano. Los cristales de los marcos estaban rotos, pero aun así las pequeñas figuras en blanco y negro que había dentro lo miraron con arrogancia, incluida la de la mujer morena de párpados caídos, Bellatrix Lestrange. Al parecer, esa fotografía era la favorita de Kreacher, pues la había colocado delante de todas las demás y había hecho una chapuza para arreglar el cristal con celo mágico.
-Creo que le voy a dejar el regalo aquí - dijo Hermione. Puso el paquete en medio del hueco de los trapos y de las mantas y cerró la puerta sin hacer ruido - Ya lo encontrará más tarde.
-Por cierto - comentó Sirius al salir de la despensa con un enorme pavo mientras ellos cerraban la puerta del armario - ¿alguien ha visto a Kreacher últimamente?
-Yo no lo he visto desde la noche en que volvimos aquí - contestó Harry - Le ordenaste que saliera de la cocina.
-Sí... - repuso Sirius con el entrecejo fruncido - Creo que ésa fue también la última vez que lo vi yo... Debe de estar escondido arriba.
-No puede haberse marchado, ¿verdad? - añadió Harry - A lo mejor, cuando le dijiste que se largara, interpretó que querías que se marchara de la casa.
-No, no, los elfos domésticos no pueden marcharse a menos que les regalen ropa. Están atados a la casa de su familia - respondió Sirius.
-Pueden dejar la casa si de verdad quieren hacerlo - lo contradijo Harry - Dobby se marchó de la casa de los Malfoy hace tres años para avisarme de que corría peligro. Después tuvo que castigarse, pero de todos modos lo hizo.
Sirius se quedó pensativo un momento, y luego dijo:
-Ya lo buscaré más tarde, supongo que lo encontraré arriba llorando a lágrima viva
sobre los bombachos de mi madre o algo así. Aunque podría haberse ahogado en el depósito de agua caliente. Pero no, no debo hacerme ilusiones.
Fred, George y Ron rieron; Hermione, en cambio, miró a Sirius con expresión de reproche.
Después de la comida de Navidad, los Weasley, Harry, Hermione y Lily planearon ir de nuevo a visitar al señor Weasley, escoltados por Ojoloco y Lupin. Mundungus llegó a tiempo para compartir con ellos el pudín de Navidad y los bizcochos borrachos; había "pedido prestado" un coche para la ocasión porque el metro no funcionaba ese día. Mundungus había realizado un hechizo en el coche para agrandarlo. Aunque por fuera tenía las proporciones normales, dentro cabían cómodamente diez personas, incluido Mundungus, que iba al volante. La señora Weasley se lo pensó antes de entrar, pero finalmente se impusieron el frío que hacía en la calle y las súplicas de sus hijos, y se sentó en el asiento trasero entre Fred y Bill de buen talante.
El viaje hasta San Mungo fue rápido porque había muy poco tráfico. Asimismo, había una discreta cantidad de magos y de brujas que iban con disimulo por la calle desierta hacia el hospital. Harry y los demás salieron del coche y Mundungus aparcó en la esquina y se quedó esperándolos. Fueron caminando con toda tranquilidad hasta el escaparate donde estaba el maniquí vestido con el pichi de nailon verde, y una vez allí, uno a uno, atravesaron el cristal.
En la recepción reinaba una agradable atmósfera festiva: habían pintado de rojo y dorado las esferas de cristal que iluminaban San Mungo para que parecieran gigantescas y relucientes bolas de Navidad; había acebo colgado alrededor de las puertas, y en todos los rincones resplandecían unos relucientes árboles de Navidad blancos, cubiertos de nieve mágica y carámbanos de hielo y adornados con una brillante estrella de oro en lo alto.
El vestíbulo no estaba tan abarrotado como la última vez que estuvieron allí, aunque hacia la mitad de la sala Harry tuvo que esquivar a una bruja que llevaba una mandarina metida en el orificio izquierdo de la nariz.
-Pelea familiar, ¿verdad? - dijo la bruja rubia que había detrás del mostrador con una sonrisita de suficiencia - Son ustedes los terceros que veo hoy... Daños Provocados por Hechizos, cuarta planta.
Encontraron al señor Weasley sentado en la cama con los restos del pavo en una bandeja sobre el regazo y con expresión avergonzada.
-¿Va todo bien, Arthur? - le preguntó la señora Weasley cuando todos lo hubieron saludado y le hubieron dado sus regalos.
-Sí, sí, todo bien - contestó él, aunque no muy convencido - Oye, no habrán... No habrán visto al sanador Smethwyck, ¿verdad?
-No - dijo la señora Weasley con recelo - ¿Por qué?
-Por nada, por nada - contestó el señor Weasley quitándole importancia, y empezó a abrir los regalos - Bueno, ¿lo han pasado bien? ¿Qué les han regalado por Navidad? ¡Oh, Harry, esto es maravilloso! - Acababa de abrir el regalo de Harry: un rollo de alambre fusible y un juego de destornilladores.
La señora Weasley no pareció quedar muy satisfecha con la respuesta de su marido, y cuando éste se inclinó para estrechar la mano de Harry, ella miró el vendaje que llevaba debajo del pijama.
-Arthur - dijo con tono cortante, y su voz sonó como el chasquido de una ratonera - te han cambiado los vendajes. ¿Por qué lo han hecho un día antes, Arthur? Me dijeron que no te los cambiarían hasta mañana.
-¿Qué? - dijo el señor Weasley, asustado, y se tapó con las sábanas hasta la barbilla - No, no, no es nada, es que... - El señor Weasley se desinfló bajo la penetrante mirada de su esposa - Mira, Molly, no te enfades, pero Augustus Pye tuvo una idea... Es el sanador en prácticas, ¿sabes?, un joven encantador, y muy interesado en la... humm... medicina complementaria... Ya sabes, esos remedios muggles... Bueno, se llaman «puntos», Molly, y dan muy buenos resultados en... en los muggles.
La señora Weasley emitió un ruido amenazador, entre un chillido y un gruñido. Lupin se alejó de la cama del señor Weasley y se acercó a la del hombre lobo, que no tenía visitas y contemplaba con nostalgia el corro que se había formado alrededor de su vecino. Bill murmuró que iba a ver si podía tomarse una taza de té, y Fred y George, sonriendo, se ofrecieron rápidamente para acompañar a su hermano.
-¿Me estás diciendo que has estado tonteando con remedios muggles? - masculló la señora Weasley subiendo la voz con cada palabra que pronunciaba, sin darse cuenta, al parecer, de que las personas que la acompañaban se escabullían para ponerse a cubierto.
-Tonteando no, Molly, querida - respondió el señor Weasley con tono suplicante - no es más que... algo que a Pye y a mí nos pareció oportuno probar... Sólo que, desgraciadamente... Bueno, con este tipo de heridas... no parece funcionar tan bien como esperábamos...
-¿Y eso qué quiere decir con exactitud?
-Pues..., bueno, no sé si sabes qué son los puntos...
-Suena como si hubieras intentado coserte la piel - repuso la señora Weasley, y soltó una risotada amarga - pero no creo que tú seas tan estúpido, Arthur...
-Yo también me tomaría una taza de té - dijo Harry, y se puso en pie.
Hermione, Ron, Ginny y Lily, que no había logrado escapar junto a Fred, casi echaron a correr hacia la puerta con él. Cuando ésta se cerró tras ellos, oyeron gritar a la señora Weasley:
-¿QUÉ QUIERE DECIR QUE MÁS O MENOS ES ESO?
-Típico de papá - comentó Ginny, moviendo la cabeza, cuando enfilaron el pasillo - Puntos, es increíble...
-Pues funcionan muy bien con heridas no mágicas - comentó Lily.
-Supongo que el veneno de la serpiente los disuelve o algo así. - agregó Hermione - ¿Dónde estará el salón de té?
-En la quinta planta - indicó Harry al recordar el directorio que había detrás del mostrador de recepción.
Recorrieron el pasillo, pasaron por unas puertas dobles y encontraron una desvencijada escalera, a cuyos lados había otros retratos de sanadores de aspecto brutal. Mientras subían por ella, varios les dirigieron la palabra para diagnosticarles extrañas dolencias y proponerles espantosos remedios. Lily se extrañó cuando un mago de la época medieval le gritó que era evidente que sufría un caso grave de spattergroit.
-Disculpe ¿Qué cosa? - le preguntó al sanador, que lo siguió pasando por seis retratos al mismo tiempo que apartaba a sus ocupantes.
-Una afección gravísima de la piel, señorita, que te la dejará más marcada y fea de lo que ya la tienes. Al igual que a tu amigo pelirrojo
-¡Mucho cuidado con quien te metes! - le espetó Ron.
-El único remedio que existe consiste en coger el hígado de un sapo, atárselo con fuerza alrededor del cuello, quedarse desnudo bajo la luna llena en un barril lleno de ojos de anguila...
-¡Yo no tengo spattergroit! - le dijo Lily medio asustada y molesta.
-Pues esas antiestéticas manchas que tienes en el rostro, señorita...
-¡Son pecas! - gritó Lily al darse cuenta que eran visibles.
-¡Vuelve a tu cuadro y déjanos en paz! - le gritó Ron.
Entonces miró a los demás, que hacían un esfuerzo por poner cara seria.
-¿Qué planta es ésta?
-Me parece que es la quinta - dijo Hermione.
-No, es la cuarta - rectificó Harry - todavía nos queda una por...
Pero al llegar al rellano se paró en seco y se quedó mirando la pequeña ventana que había en las puertas dobles que señalaban el inicio de un pasillo que llevaba el letrero de «DAÑOS PROVOCADOS POR HECHIZOS». Un hombre los miraba con la cara pegada contra el cristal. Tenía el cabello rubio y ondulado, unos brillantes ojos azules y una amplia sonrisa ausente que dejaba ver unos dientes asombrosamente blancos.
-¡Vaya! - exclamó Ron, que también había visto a aquel individuo.
-¡Por las barbas de Merlín! - dijo de pronto Hermione, perpleja - Pero ¡si es el profesor Lockhart!
Su antiguo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras abrió las puertas y echó a andar hacia ellos. Llevaba una larga camisa de dormir de color lila. Lily lo observó con detenimiento, sorprendida por poder conocerlo.
-¡Hola, muchachos! - los saludó—. Han venido a pedirme un autógrafo, ¿verdad?
-No ha cambiado mucho, ¿eh? - le susurró Harry por lo bajo a Ginny, que sonrió.
-¿Cómo... cómo está, profesor? - le preguntó Ron.
Parecía que se sentía un poco culpable, porque había sido su varita estropeada la que había dañado hasta tal punto la memoria del profesor Lockhart que lo habían enviado a San Mungo.
-¡Muy bien, gracias! - respondió Lockhart, desbordante de entusiasmo, y sacó una maltratada pluma de pavo real de su bolsillo - A ver, ¿cuántos autógrafos quieren? ¡Ahora ya puedo escribir con letra cursiva!
-Esto... ahora no queremos ninguno, gracias - contestó Ron, y miró arqueando las cejas a Harry, que preguntó:
-Profesor, ¿lo dejan pasearse por los pasillos? ¿No debería estar en una sala?
La sonrisa del rostro de Lockhart se esfumó poco a poco. El hombre se quedó mirando fijamente a Harry, y luego dijo:
-¿Nos conocemos?
-Pues... sí. Usted nos daba clases en Hogwarts, ¿no se acuerda?
-¿Clases? - repitió Lockhart un tanto agitado - ¿Yo? ¿En serio? - Entonces la sonrisa volvió a aparecer en sus labios, tan de repente que los chicos casi se asustaron - Seguro que les enseñé todo cuanto saben, ¿verdad? Bien, ¿y qué hay de esos autógrafos? ¿Les parece bien que les firme una docena? ¡Así pueden regalar unos cuantos a sus amiguitos y nadie se quedará sin uno!
Pero entonces una cabeza asomó por una puerta que había al fondo del pasillo y una voz dijo:
-Gilderoy, niño travieso, ¿ya te has escapado otra vez? - Una sanadora de aspecto maternal, que llevaba una guirnalda en el pelo, echó a andar por el pasillo sonriendo cariñosamente a Harry y a los demás - ¡Oh, Gilderoy, pero si tienes visitas! ¡Qué maravilla, y el día de Navidad! ¿Saben qué? Nunca recibe visitas, pobrecillo, y no me lo explico porque es un encanto, ¿verdad, corazón?
-¡Les estoy firmando autógrafos! - explicó Gilderoy a la sanadora con una amplia sonrisa - ¡Quieren un montón de autógrafos, dicen que no se irán sin ellos! ¡Espero tener suficientes fotografías!
-¿Han visto? - dijo la sanadora, y cogió a Lockhart por el brazo y le sonrió afectuosamente, como si fuera un niño precoz de dos años - Antes era muy famoso; creemos que su afición por firmar autógrafos es una señal de que empieza a recuperar la memoria. ¿Quieren venir por aquí? Está en una sala reservada, ¿saben? debió escaparse mientras yo repartía los regalos de Navidad porque normalmente la puerta está cerrada... Pero ¡no es peligroso! En todo caso... - bajó la voz hasta reducirla a un susurro - podría ser un peligro para sí mismo, pobre angelito... No sabe quién es, y a veces sale y no recuerda el camino de regreso... Han sido muy amables al venir a visitarlo.
-Esto... - dijo Ron señalando en vano el piso de arriba - en realidad nosotros sólo...
-Hemos venido encantados - dijo Lily ante la sonrisa de expectación de la sanadora, y la curiosidad que la invadía.
Los chicos siguieron a Lockhart y a su sanadora por el pasillo.
-No nos quedemos mucho rato, por favor - imploró Ron en voz baja.
La sanadora apuntó con la varita a la puerta de la Sala Janus Thickey y murmuró: «¡Alohomora!» La puerta se abrió, y la sanadora entró en la sala, precediendo a los demás y llevando sujeto con firmeza a Gilderoy por el brazo hasta que lo hubo sentado en una butaca, junto a su cama.
-Ésta es nuestra sala para los pacientes que tienen que pasar una larga temporada en el hospital - explicó a Harry, Ron, Hermione, Ginny y Lily en voz baja - Es decir, para los que han sufrido daños por hechizos. Con un tratamiento intensivo de pociones y encantamientos curativos, y con algo de suerte, conseguimos que mejoren un poco, desde luego. Gilderoy, por ejemplo, empieza a recordar vagamente quién es; y también hemos apreciado una notable mejoría en el señor Bode: parece que está recobrando muy bien la capacidad del habla, aunque todavía no se expresa en ningún idioma que hayamos podido reconocer. Bueno, tengo que seguir repartiendo los regalos de Navidad. Los dejo con él para que puedan charlar tranquilamente.
Lily miró la sala, en la que había indicios inconfundibles de que era un hogar permanente para los enfermos. Vio sanadores andando por aquí y por allá, y algo dentro de ella quiso poder ayudar así a las personas, volverse una sanadora no sonó mal y parecía reconfortante, o en tal caso, ser médico en su mundo.
Alrededor de las camas se veían muchos más efectos personales que en la sala del señor Weasley; el trozo de pared que abarcaba la cabecera de la cama de Gilderoy, por ejemplo, estaba empapelado con fotografías suyas en las que sonreía mostrando los dientes y saludaba con la mano a los recién llegados. Gilderoy había firmado muchas de aquellas fotografías con una letra deshilvanada e infantil. En cuanto la sanadora lo sentó en la butaca, Gilderoy cogió un montón de ellas y una pluma, y empezó a estampar su firma febrilmente.
-Puedes meterlas en sobres - le dijo a Lily, y fue echándoselas en el regazo, una a una, a medida que terminaba de firmarlas - No me han olvidado, qué va, todavía recibo muchas cartas de admiradores... Gladys Gudgeon me escribe una cada semana... Me encantaría saber por qué... - Hizo una pausa, con gesto de desconcierto; luego volvió a sonreír y siguió firmando con renovada energía - Supongo que será sencillamente por lo guapo que soy...
En la cama de enfrente, un mago de rostro amarillento y un aire de profunda tristeza estaba tumbado contemplando el techo; murmuraba para sí y parecía que no se había dado cuenta de que alguien había entrado en la sala. Dos camas más allá había una mujer cuyo rostro estaba cubierto de pelo. Al fondo de la sala, unas cortinas con estampado de flores tapaban dos camas para que los ocupantes y sus visitas tuvieran un poco de intimidad.
-Toma, Agnes - le dijo la sanadora alegremente a la mujer con la cara cubierta de pelo, y le entregó un montoncito de regalos de Navidad - ¿Lo ves? ¡No se han olvidado de ti! Además, tu hijo ha enviado una lechuza para decir que esta noche vendrá a visitarte. ¿Estás contenta? - Agnes soltó unos fuertes ladridos - Y mira, Broderick, te han enviado una planta y un calendario precioso con bonitas ilustraciones de un hipogrifo diferente en cada mes. Seguro que te animarán, ¿verdad? - afirmó la sanadora mientras se acercaba al hombre que yacía murmurando por lo bajo; puso una planta feísima con largos y oscilantes tentáculos en su mesilla de noche y colgó el calendario en la pared con un movimiento de su varita mágica - Y... ¡Oh, señora Longbottom! ¿Ya se marcha?
Lily giró la cabeza con rapidez. Habían descorrido las cortinas que ocultaban las dos camas del fondo de la sala, y dos visitantes iban por el pasillo: una anciana bruja de aspecto imponente, que llevaba un largo vestido verde, una apolillada piel de zorro y un sombrero puntiagudo decorado con un buitre disecado; y detrás de ella, con aire profundamente deprimido, iba... Neville.
De pronto Lily comprendió quiénes debían de ser los pacientes de las camas del fondo. Giró la mirada hacia Harry que le devolvió la mirada y preocupado miró alrededor con urgencia en busca de algo con lo que distraer a los demás, para que Neville pudiera salir de la sala sin ser visto y sin que le hicieran preguntas, pero Ron también había levantado la cabeza al oír el apellido "Longbottom", y antes de que Harry pudiera impedírselo, gritó: "¡Neville!" Éste dio un brinco y se encogió, como si una bala hubiera pasado rozándole la cabeza.
-¡Somos nosotros, Neville! - exclamó Ron, muy contento, poniéndose en pie - ¿Has visto...? ¡Lockhart está aquí! ¿A quién has venido a visitar tú?
-¿Son amigos tuyos, Neville, tesoro? - preguntó gentilmente la abuela de Neville, y se acercó a ellos.
Parecía que Neville deseaba estar en cualquier otro sitio. Un intenso rubor se estaba extendiendo por sus rollizas mejillas, y no se atrevía a mirar a los ojos a ninguno de sus compañeros.
-¡Ah, sí! - exclamó su abuela mirando fijamente a Harry, y le tendió una apergaminada mano con aspecto de garra para que él se la estrechara - Sí, claro, ya sé quién eres. Neville siempre habla muy bien de ti.
-Gracias - repuso Harry, y le estrechó la mano. Neville no lo miró: se quedó observándose los pies mientras el rubor de su cara se iba haciendo más y más intenso.
-Y es evidente que ustedes dos son Weasley - continuó la señora Longbottom, y ofreció majestuosamente su mano primero a Ron y luego a Ginny - Sí, conozco a sus padres, no mucho, desde luego, pero son buena gente, son buena gente... Y si no me equivoco, tú debes de ser Hermione Granger. - A Hermione le sorprendió mucho que la señora Longbottom supiera su nombre, pero de todos modos también le dio la mano - Sí, Neville me lo ha contado todo sobre ti. Sé que lo has ayudado a salir de unos cuantos apuros, ¿verdad? - luego miró a Lily, y una ligera chispa de ira se mostró en sus ojos fugazmente - tú debes ser la chica Black - Lily se hizo hacía atrás un poco asustada, la abuela debía detestar a los Black, gracias a Bellatrix y el hecho de que Lily llevara el cabello negro ondulado y los ojos grises, no ayudaba mucho - Quien diría que ese Sirius tendría una hija, Neville me ha dicho que eres buena chica y pareces ayudarlo en ocasiones. Mi nieto es buen chico - afirmó mirando a Neville con severidad, como si lo evaluará, y lo señaló con su huesuda nariz - pero me temo que no tiene el talento de su padre. - Y esta vez señaló con la cabeza las dos camas del fondo de la sala, lo que provocó que el buitre disecado oscilara peligrosamente.
-¿Cómo? - dijo Ron, perplejo - ¿Ese de allí es tu padre, Neville?
-¿Qué significa esto? - preguntó la señora Longbottom con brusquedad - ¿No has hablado de tus padres a tus amigos, Neville? - Éste inspiró hondo, miró al techo y negó con la cabeza - ¡No tienes nada de qué avergonzarte! - exclamó la señora Longbottom con enojo - ¡Deberías estar orgulloso, Neville, muy orgulloso! Tus padres no entregaron su salud y su cordura para que su único hijo se avergüence de ellos, ¿sabes?
-No me avergüenzo - dijo Neville con un hilo de voz. Seguía sin mirar a Harry y a los demás. Ron se había puesto de puntillas para mirar a los pacientes de las dos camas.
-¡Pues tienes una forma muy peculiar de demostrarlo! - le reprendió la señora Longbottom.
-No dudamos que Neville se sienta orgulloso - habló Lily, su abuela la miró y el chico le dedicó una rápida mirada. - pero no es algo de lo que se pueda hablar con facilidad, es algo que duele y en realidad no deseas que los demás te miren con lastima o bicho raro - su comentario venía de la experiencia con lo sucedido a su habilidad metamórfica, pero la señora Longbottom debió de pensar que era sobre Sirius.
-Haz de tener razón, tampoco debe ser fácil que sepan que tu padre es un prófugo de la justicia. A mi hijo y a su esposa - prosiguió - los torturaron hasta la demencia los seguidores de Quien-Ustedes-Saben - Hermione y Ginny se taparon la boca con las manos. Ron dejó de estirar el cuello para mirar a los padres de Neville y puso cara de pena - Eran Aurores, y muy respetados dentro de la comunidad mágica - continuó la señora Longbottom - Ambos tenían dones extraordinarios, y... Sí, Alice, querida, ¿qué quieres?
La madre de Neville, en camisón, se acercaba caminando lentamente por el pasillo. Ya no tenía el rostro alegre y regordete que Harry había visto en la vieja fotografía de la primera Orden del Fénix que le había enseñado Moody. Ahora tenía la cara delgada y agotada, los ojos parecían más grandes de lo normal y el pelo se le había vuelto blanco, ralo y sin vida. Tal vez no quisiera decir nada, o quizá fuera incapaz de hablar, pero le hizo unas tímidas señas a Neville y le tendió algo con la mano.
-¿Otra vez? - dijo la señora Longbottom con un deje de hastío - Muy bien, Alice, querida, muy bien... Neville, cógelo, ¿quieres? - Pero Neville ya había estirado el brazo, y su madre le puso en la mano un envoltorio de Droobles, el mejor chicle para hacer globos - Muy bonito, querida - añadió la abuela de Neville con una voz falsamente alegre, y dio unas palmadas en el hombro a su nuera.
Sin embargo, Neville dijo en voz baja:
-Gracias, mamá.
Su madre se alejó tambaleándose por el pasillo y tarareando algo. Neville miró a los demás con expresión desafiante, como si los retara a reírse, pero Harry no creía haber visto en su vida nada menos divertido que esa situación.
-Bueno, será mejor que volvamos - dijo la señora Longbottom con un suspiro, y se puso unos largos guantes verdes - Ha sido un placer conocerlos. Neville, tira ese envoltorio a la papelera, tu madre ya debe de haberte dado suficientes para empapelar tu dormitorio.
Pero cuando se marchaban, Lily vio que Neville se metía el envoltorio del chicle en el bolsillo. La puerta se cerró detrás de ellos.
-No lo sabía - comentó Hermione, que parecía a punto de llorar.
-Yo tampoco - dijo Ron con voz ronca.
-Ni yo - susurró Ginny.
Miraron a Harry y Lily.
-Yo sí - admitió él con tristeza - Me lo contó Dumbledore, pero prometí que no se lo revelaría a nadie... Por eso fue por lo que enviaron a Bellatrix Lestrange a Azkaban, por utilizar la maldición Cruciatus contra los padres de Neville hasta que perdieron la razón.
-¿Eso hizo Bellatrix Lestrange? - susurró Hermione, horrorizada - ¿Esa mujer cuya fotografía Kreacher guarda en su alacena?
Se hizo un largo silencio que Lockhart interrumpió con voz enojada:
-¡Eh, no he aprendido a escribir con letra cursiva para nada!

     Y aquí tenemos capítulo nuevo, espero que lo disfruten después de la larga espera jsjs.
        L Nico 👻

Dentro de un libro (Harry Potter y La Orden Del Fenix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora