Isabella
Después de tantos días nos han permitido salir al pueblo, antes de retirarnos, el señor Beck nos advirtió que evitaramos divertirnos demasiado, ya que sin importar que tan embriagados estuviéramos, él nos quería a todos la siguiente mañana. Al parecer él conoce lo suficiente a sus discípulos para afirmar que la diversión en el día libre será beber ya sea entre ellos o con sus familiares. Mis compañeros se apresuraron a replicar que ellos no harían eso.
Los más entusiasmados por ser libres fueron Daniel y Max. Hans mencionó que para él no era un martirio el encierro, pues ha permanecido de ese modo en los túneles subterráneos, el vampiro se burló del pequeño diciendo que Hans ya estaba acostumbro a la vida de topo, pero que él necesita su libertad.
Me negué a ir con ellos al pueblo, no es porque no quisiera, sino que tengo como prioridad encontrar una solución que me permita irme de este lugar y si las sirenas ya no están en este sitio, debo averiguar dónde hallarlas. Daniela insistió en quedarse conmigo, mas no era necesario, yo misma podía ir a la biblioteca que tienen aquí para investigar. Al principio pensé en ir a la que hay en el pueblo, pero según me recomendó Aiden, era mejor la del palacio.
No tardé demasiado en hallar la biblioteca, quiero creer que ya estoy conociendo mejor los pasillos y cada rincón del castillo como para no perderme. Al entrar, me mantengo unos segundos admirando lo inmensa, limpia y vacía que se encuentra. En la entrada hay una estatua de una mujer, está ligeramente inclinada haciendo una reverencia mientras señala el interior.
¿No debería estar alguien trabajando aquí? Puedo robar los libros y nadie me detendría. Mi pensamiento sobre lo sencillo que sería tomarlos se esfuma cuando la puerta de la entrada se abre, por esta ha entrado Aiden con unos libros.
—¡Buen día! — saluda, mas aún no se ha percatado de mi presencia. ¿A quién saludó? —. ¡Isabella, qué agradable es verte por aquí! — ahora sí me ha saludado a mí.
Le devuelvo el saludo. Me pregunta la razón por la que no estoy en el pueblo con mis hermanos, yo cambio el tema comentando mi pensamiento sobre lo solitario que está y lo sencillo que sería robar los libros.
—Inténtalo — me anima.
Me acerco a un estante y sujeto un libro al azar, me dirijo a la entrada, dudo por un segundo en lo que estoy haciendo. Volteo a mirar a mi compañero, él vuelve a pedirme que lo haga. En el instante que voy a abrir la puerta, me arrebatan el libro. Giro mi cuerpo para averiguar quién ha sido, al que veo detrás de mí es a la estatua, entonces grito horrorizada. La estatua de inmediato, dirige su dedo índice a sus labios, indicándome que debe haber silencio en ese lugar.
Enmudezco, tengo el corazón acelerado por el susto que me provocó esta mujer. Ella se aproxima al estante donde tomé el libro y lo deja en su respectivo lugar, después regresa a su sitio en la entrada, vuelve a quedarse inerte en su posición de estar haciendo una reverencia. Volteo a mirar a Aiden, con cara de miedo.
—Se llama Dafne — me informa —, bueno… en realidad no sé si tenga nombre, pero no me agradaba llamarla “estatua”, así que la nombré así, creo que le gusta porque siempre obedece cuando la llamo de esa manera.
Asiento, escuchando lo que me dice, pero a la vez viendo fijamente la estatua. Aiden se acerca a Dafne, levanta los libros con los que ha entrado, la mujer vuelve a moverse, recibe los libros que le ofrece, acto seguido, se pierde entre los estantes de la biblioteca.
—¿Es la única estatua viva? — pregunto.
—Eso creo… Cuando vengo Dafne es la única que me ayuda.
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Isabella: La llegada a Dédfer
FantasyDespués de la muerte de sus padres, Isabella es obligada a mudarse lejos del lugar donde creció a Dédfer, un pueblo que se mantiene oculto. Desde que llega al pueblo, sin comprender la razón, cada noche todos los habitantes se encierran en sus hoga...