|Capítulo 16|

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Isabella

—¡Ah! — cierro mis ojos y grito tan fuerte como me es posible.

—Bella, querida — dice Max —, aun no te he tocado.

Abro los ojos y observo al vampiro, el algodón que tiene en la mano ni siquiera ha hecho contacto con mi mejilla.

—¿Y qué esperas? — vuelvo a cerrar los ojos —. ¡Hazlo rápido!

Mientras Max trataba de ayudarme a desinfectar las heridas de mi rostro, yo siseaba y a veces, le daba manotazos cada vez que sentía el algodón en mi piel. No me quejaba porque Max me lastimaba, todo lo contrario, él fue lo más cuidados posible. El problema era que toda mi cara me ardía, cada zona donde tengo un rasguño, me causa dolor. Cuando Max termina, me ofrece un espejo para que vea cómo quedó mi rostro.

—¡No puedo presentarme a clases de esta forma!

Al verme en el espejo y las heridas que tengo, me imaginé un novio, un esposo y amante abusador. Probablemente pensarían lo mismo los profesores y compañeros.

—¡Gracias! — le agradecí al vampiro.

—Fue un placer, lindura — sonríe.

Ya que no había un motivo para quedarme, era hora de irme. Antes de que me fuera, los mellizos y sus padres bajaron por las escaleras, haciendo acto de presencia. Cuando llegué aquí para que me atendieran las heridas, ellos han permanecido en el segundo piso, desde acá escuchaba la discusión que tenían.

—Isa, cariño — habla Elena —. ¿Te vas a casa?

—Sí, ya debo retirarme — respondo con amabilidad —. Hasta luego.

Me despido y salgo de la vivienda para ir a casa, solo pensar en todo lo que debo caminar para llegar, causa que suspire de cansancio.

—Isabella… — detengo mis pasos, giro mi cuerpo para ver a Daniel aproximándose.

Estando frente a mí, extiende su brazo derecho, pero mi atención se va al izquierdo que está cubierto por una venda. Mi concentración vuelve a su brazo derecho cuando veo el objeto que me ofrece, es el libro de mi padre.

Abro mis ojos sorprendida. Acepto el libro con una inmensa felicidad de volver a tenerlo en mis manos.

—¡Gracias! — sonrío alegre.

—Lo siento — murmura.

Lo miro sin comprender el motivo de su disculpa. Daniel observa mi rostro por breves segundos y desvía la mirada, creo que ya sé porqué está disculpándose. Si bien, él no fue quien hizo mis heridas, pero, supongo que de alguna forma debe sentirse culpable por las acciones de Alicia. Al final, Alicia reaccionó de esa manera porque suponía que yo fui quién puso la maldición en Daniel. Quiso defenderlo, ¿verdad?

Como no tengo idea qué responder, me limito a asentir con la cabeza.

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Isabella: La llegada a DédferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora