Isabella
Los rayos del sol iluminan el rostro estupefacto de Daniel. Tiene la misma expresión que cuando le dije en qué consistía mi condición para no revelarle nada a su hermana.
—De haber sabido que iba a morir hoy, me habría despedido de mi familia.
—Nadie va a morir hoy — mascullo —. Será una actividad sencilla.
—Sí, por supuesto.
Daniel en repetidas ocasiones voltea a mirar detrás de nosotros mientras avanzamos por el espeso bosque.
En pocos minutos estoy imitando su acción, pues ha conseguido compartir su ansiedad conmigo.
—¿Nos vienen siguiendo? — inquiero, volteo a mirar atrás, pero no veo a nadie.
—No, solo lo hago por los nervios.
—¿Crees que ya notaron nuestra ausencia?
—Desde luego que sí — asiente con su cabeza.
Se supone que este día que nos han permitido salir al pueblo la pasaríamos los cinco juntos, pero en el momento que los demás se distrajeron, arrastré a Daniel conmigo.
—¿Qué estamos esperando? — cuestiona Daniel, desesperado.
Como no obtiene ninguna respuesta inmediata, deja la bolsa que trae consigo en el suelo, se recuesta y usa la mochila como almohada.
—¿Vas a dormir?
—Sí — asiente, mientras trata de acomodarse —. Vas a utilizarme como tu escudo, necesito tener energía.
—¿Sigues pensando que mi plan es malo?
Transcurren varios segundos en los que Daniel no responde.
—Sí… pero no importa, si morimos quedará en tu conciencia.
Daniel cierra sus párpados, me quedo absorta observándolo. Creo que siente mi mirada sobre él, pues abre los ojos y al comprobar que lo estoy mirando, gira su cuerpo, dándome la espalda. Permito que transcurra aproximadamente media hora, me acerco a Daniel y comienzo a moverlo.
—¡Daniel, despierta, nos están siguiendo!
Al instante, abre sus ojos, horrorizado, se incorpora veloz y observa aturdido alrededor, tal vez buscando a los que nos siguen. No tarda demasiado en comprender que le he mentido, empiezo a reírme carcajadas. Si bien, no menciona nada, se apresura a levantase y recoger sus pertenencias.
—¡Vámonos, sí nos están siguiendo!
Consigue que la sonrisa que provocó mi broma se desvanezca. Me apresuro a levantarme y empezar a correr detrás de él. A los pocos minutos empiezo a sentir la falta de oxigeno, mis piernas me exigen que me detenga y descanse.
—¿Q-Quién nos está siguiendo? — consigo preguntar, a pesar de que me falta el oxigeno.
Daniel detiene su carrera, al instante también me detengo.
—Nadie — responde, acto seguido, reanuda el paso, dejándome atónita.
Avanzo detrás de él. Nos mantenemos en mutismo, sin volver a hacer otra mala broma hasta que el crepúsculo se aprecia y es Daniel quien termina con el silencio.
—Tus amigos están cerca — anuncia, refiriéndose a los dos chicos que suelen encontrarme cuando estoy extraviada.
—No son mis amigos… ni siquiera sé sus nombres.
Daniel vuelve a sumergirse en el absoluto mutismo. Él es quien dirige la caminata, supongo que debe saber a dónde ir, de ser yo quien guía ya me hubiera perdido.
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Isabella: La llegada a Dédfer
FantasyDespués de la muerte de sus padres, Isabella es obligada a mudarse lejos del lugar donde creció a Dédfer, un pueblo que se mantiene oculto. Desde que llega al pueblo, sin comprender la razón, cada noche todos los habitantes se encierran en sus hoga...