|Capítulo 4|

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Daniel

Intento estar cómodo pero es imposible. Sé que ella está aquí y su olor es tan fuerte y adictivo. Me levanto de mi cama y salgo de lo que considero mi hogar. Si quiero protegerla debo ser discreto. Nadie puede saber que ella regresó. 

Comienzo a correr lo más rápido que puedo, claramente aún no me transformo pero eso no impide que no sea veloz.

Cuando siento que mis pies no pueden más y me falta el aliento, me dejo caer sobre el suelo. Trato de hacer que mi respiración sea normal.

Esa chica va a matarme, ¿dónde se escondió? Estoy seguro que ese olor pertenece a ella, pero, no comprendo; tiene prohibido regresar por el bienestar de ambos, aun así se ha atrevido a volver o quizás ya enloquecí y estoy imaginando su aroma. Sí, debo estar alucinando, si estuviera aquí, mi familia sería la primera en enterarse. Tal vez estoy así por haber subido a la motocicleta.

¿Qué demonios estaba pensando cuando me subí a esa motocicleta? Los recuerdos y la culpa que bañaron con agua helada. No puedo estar siempre pensando en el pasado pero el sentimiento de culpa siempre me perseguirá.

Ya esta oscureciendo. Creo que debería volver. Camino en dirección a casa, no obstante, nuevamente aquel olor familiar llega a mis fosas nasales.

No puede ser posible.

Me apresuro a correr, estoy seguro que ella ha vuelto, y no precisamente para dar un paseo.

Cuando su olor es más fuerte me percato que también huelo el aroma de Isabella. Eso no es bueno. Esto se saldrá de control. Finalmente llego al lugar y no me he equivocado. Isabella está completamente inmóvil sobre su motocicleta, frente a ella está un enorme lobo. También la veo a ella junto al lobo.

—Bien — escucho que murmura —. ¡Toda tuya, campeón! 

El lobo comienza a gruñir y acercarse a Isabella con toda la intención de atacar.

No lo pienso más y reacciono.

—¡Alto ahí! — grito y tengo la atención de todos.

—Dani... — murmura —. ¿Qué haces aquí?

—Creo que también debería preguntar lo mismo—espeto—. ¿Qué haces aquí? Te dejé en claro que no podías regresar.

No se contiene y me sonríe descaradamente. Cómo se atreve a sonreír como si no pasara nada.

—Regresé por ti, cariño.

Bien. Ahora si me he quedado mudo. ¿Cariño? ¿En serio? ¿Cómo se atreve a llamarme de esa forma? 

Miro de reojo a Isabella, en su rostro puedo apreciar su confusión y las preguntas que contiene.

El problema aquí no sólo es eso, sino que hay un maldito lobo, Isabella lo ha visto y ahora querrá explicaciones.

—Por favor… Alicia — murmuro—, vete y llévate a tu mascota contigo.

El lobo me gruñe, pero no le tomo mucho interés e ignoro su amenaza. Ahora tengo un problema mayor y es el posible interrogatorio de Isabella.

Alicia me sonríe y mira detenidamente a la chica que continua sobre su motocicleta sin decir nada.

—Nos veremos muy pronto — le dice —. Dani — esta vez me habla a mí —, saluda de mi parte a Daniela y Miguel — sonríe en grande —. ¡Que tonta soy, es cierto! ¡Miguel está muerto!

Y todas las capas que había construido, todo lo que hice para tragarme mi llanto. Todo se desvaneció en un segundo. Ya no fui lo suficientemente fuerte para evitar que la primera lagrima saliera y de ésta continuaran más. 

—¡Vámonos! — ordena Alicia.

Me mantuve con la cabeza oculta y las lágrimas saliendo a montón. Solo escuchaba los pasos de ella alejarse poco a poco.

En estos momentos no me importó nada, me encerré en mi dolor y los recuerdos me atormentaban. Sé que le prometí a mi amigo que no lloraría por él, prometí que no me sentiría culpable por el accidente. No logré cumplir con mis promesas. Mi conciencia no me deja en paz. Me siento responsable de todo.

—¡Daniel Wilson! — me pongo derecho y limpio la humedad que han dejado las lagrimas —. ¡¿Qué haces aquí tan tarde?! ¡Estábamos por salir y descubrimos que no estabas en tu habitación! ¿Qué hubiera pasado si salimos y no nos aseguramos que estás en casa? — discute. Sé que tiene razón y posiblemente estoy en problemas.

Mi hermana de pronto apareció con sus brazos cruzados, me mira de una forma como una madre regañando a su hijo por romper el florero.

—Alicia volvió... — anuncio. 

No hace falta decir más para que Daniela comprenda y se haga una idea de lo que está pasando.

—Pero… nunca percibí su olor. Dani… — murmura —. ¿Ella vio a Isa?

Asiento en respuesta.

—¡No hablen de mí como si no estuviera presente! — espeta con disgusto —. Estoy aquí y puedo escucharlos, fuerte y claro.

Mi hermana parece caer en la realidad, sonríe un poco apenada y niega de inmediato.

—No es eso... — murmura —. Lo siento, prometo explicar todo más tarde pero ahora — me mira fijamente —. Daniel, tú…

—¡Yo me iré a casa! — la interrumpo.

—¿Qué? ¡No! — espeta—. Daniel, espera…

Ignoro sus gritos y continuo mi camino por el bosque. No sé en qué momento todo se salió de control. Alicia está aquí y eso no es bueno para nadie, se supone que no regresaría y me dejaría hundirme en mi miseria.

Debo sufrir, tengo sufrir.

Tal vez esté actuando como un imbécil pero, no podría ser feliz sabiendo que mi hermana no lo es y aunque ella trate de sonreír y parecer feliz, sé que no es así. Sé que todavía lo extraña, aun llora por él y sufre tanto por su ausencia. No comprendo cómo puede vivir sin odiarme. Yo sí me odio, odio no ser odiado por mi hermana, odio ser la causa de su sufrimiento.

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Isabella: La llegada a DédferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora