|Capítulo 46|

654 91 38
                                    

Isabella

La desesperación se refleja en todos los rostros dentro del navío. Conseguimos mantenernos inertes y alejados del sitio donde el clima se contempla bastante riesgoso, sin embargo, esta situación también ha provocado una disputa entre monarcas. La tripulación solo espera oír alguna orden de Jaziel para cumplir con cualquier movimiento, por otro lado, mis amigos y yo nos mantenemos a la distancia y ajenos a la discusión que hay entre los demás.

El príncipe Aren ha salido de su camarote con un trozo de papel que mira concentrado. Azariel se aproxima para quedar a su lado y ambos admirar lo que sea que haya escrito ahí. Se toman su tiempo para observar y de pronto, cuando supongo que han conseguido descifrar lo escrito, voltean a mirar en dirección donde las aguas lucen violentas y los relámpagos se presentan con más frecuencia.

—A estribor —murmura Aren—. Hay que irnos.

Jaziel al escuchar sus palabras asiente y las repite con más fuerza y firmeza para que los tripulantes escuchen y naveguen el barco.

—¡No! — increpa Azariel —. El mapa indica que ese es el camino, ¿por qué vamos a dar la vuelta?

—Porque ese camino se ve peligroso, ¿no te parece suficiente motivo para retirarnos?

—Pero… Yo no me escapé y vine aquí para retirarme tan pronto.

El príncipe Aren suspira profundo al oír la protesta de Azariel.

—¿Y qué pretendes? ¿Que avancemos? — cuestiona, severo —. Yo tampoco vine aquí para morir pronto.

—Pero…

—¡No, Azariel! — espeta —. Vinimos hasta aquí, estamos observando que el camino es peligroso, así que nos retiramos.

Azariel no parece estar de acuerdo con Aren. Acto seguido, uno de los tripulantes comunica que no es posible dar la vuelta, pues algo no permite que el barco se mueva.

—Azariel, ya deja que el barco se mueva — pide Aren.

Si bien, Azariel se apresura a negarse a cumplir esa orden.

—No podemos irnos, si nos vamos, este viaje no habrá servido de nada.

Aren suaviza su semblante, comprendiendo lo que debe sentir Azariel.

—Piensa que ha sido un paseo como… como antes, ¿recuerdas? Cuando nuestros padres solían estar en armonía, tuvimos un ameno paseo antes de que te cases, para reforzar el vínculo que teníamos.

Azariel asiente, pero su rostro no parece que se queda satisfecho con conformarse en solo suponer. Gira su cabeza para mirar la dirección que insiste en seguir, se ve que en verdad desea atravesarlo. ¿Por qué? ¿A dónde lleva ese camino? ¿A quién se supone que estamos buscando? La persona que esté buscando para invitarla a su boda debe ser demasiado importante como para que el príncipe quiera arriesgarse tanto.

—Aun así, siento que he fracasado — expresa.

—Todavía puedes dar tu discurso en la coronación — comenta Aren —. Las noticias se esparcen muy rápido, es imposible que esta no llegue a ellos.

—Entonces… ¿Me rindo? — inquiere, bastante alicaído.

—Por ahora sí, reanuda tu objetivo cuando estés recibiendo la corona —opina Aren—. ¿De qué sirve que te arriesgues? Todavía te necesitan con vida, tienes un compromiso.

El príncipe Azariel frunce sus labios, termina asintiendo y aceptando que es momento de dar la vuelta y regresar al reino lo antes posible. Debe llegar a tiempo para su boda. Nuevamente, un tripulante anuncia que aún siguen varados y no pueden navegar el barco.

Isabella: La llegada a DédferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora