|Capítulo 17|

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Isabella

—¡Mikey, eres un perro! ¡Los perros tienen excelente olfato!

Después de que el ave desapareciera, quise saber más, me puse un suéter antes de salir de la cabaña y Mikey se ofreció de voluntario para acompañarme en busca de aquel animal. Estoy consciente que puede matarme en un segundo, pero a la vez, quiero acercarme y descubrir más sobre él. Tal vez el libro de mi padre está causando que una parte de mí desee conocer más a las criaturas sobrenaturales.

Según mi rastreador canino, el ave debería estar en la orilla del precipicio.

—Mikey, aquí no hay nada — murmuro. Estoy hablando con Mikey y es cuando me pregunto; ¿me entenderá?

Mikey se acerca a la orilla del acantilado. Verlo en ese sitio me causa vértigo, yo no soy capaz si quiera de asomarme a ver el río.

—¿Mikey?

Su mirada se mantiene fija más allá del río.

—¡Mikey! — lo llamo, pero continua concentrado mirando aquella dirección.

De pronto, comienzo a escuchar voces, ahora yo también estoy concentrada mirando la misma dirección que Mikey. Lo que causa que me desconcentre escuchando aquella melodía, es el mismo Mikey que comenzó a ladrar y correr por la orilla del acantilado.

Al verlo correr, casi me da un infarto de solo pensar que podría caer con cualquier movimiento en falso. Lo persigo, pero alejada de la orilla mientras le grito que se detenga, mas mi compañero no tiene intenciones de obedecer.

—¡Detente, maldito pulgoso! — espeto —. ¡Se supone que debes obedecerme!

Mikey se detiene pero no porque ha cumplido mi orden, sino porque llega hasta una persona, a Daniel. Estando a su lado empieza a ladrar y mover su cola entusiasmado.

El maldito sarnoso, casi me provoca un infarto mientras lo veía correr sobre la orilla y todo porque quería llegar hasta el lugar donde está Daniel.

—Daniel — murmuro con la respiración agitada —. ¿Qué haces por aquí?

—Siempre estoy aquí — responde, se pone de cuclillas para acariciar a Mikey—. ¿Tú qué haces aquí? Deberías estar en casa a salvo.

—Sí, pero es que vi un… — Daniel me mira esperando mi respuesta, si le digo que vi un ave fénix, ¿pensará que enloquecí? No debería creer que estoy demente, después de todo, él es un hombre lobo, o lo era —. Mikey estaba aburrido y yo también, así que lo saqué a dar un paseo.

—Bien — susurra —, pero ya deberías volver.

Se pone de pie dándole la ultima caricia a Mikey, observo que sujeta su brazo izquierdo e intenta ajustar la venda que tiene. Me aproximo para ayudarlo, él no podrá hacerlo con una sola mano.

—Extiende tu brazo — Daniel hace lo que le pedí —. ¿Por qué te la quitaste?

—No me la quite — aclara.

Continuo envolviendo su brazo y me aseguro de colocar bien el sujetador de metal.

—¿En serio te caíste? — cuestiono cuando termino.

No me responde con palabras, solo asiente con su cabeza.

—¿Aun te duele? — pregunta, observando mi rostro.

—No tanto… — murmuro.

—Creí que aun tendrías dolor porque no asististe a clases — expresa, desviando su mirada.

Isabella: La llegada a DédferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora