|Capítulo 24|

1.2K 150 34
                                    

Isabella

La oscuridad nos envolvió, me mantengo sentada cerca de la fogata que los pequeños han hecho, leyendo en el libro que he recuperado el capítulo del fénix, no recuerdo haber leído un párrafo donde indicara que esa ave podía clonarse con sus propias llamas.

—¿Los fénix tenían esa habilidad? — pregunto a los niños.

—Cada día se descubre algo nuevo de las criaturas que habitan en Dédfer — me responde uno de los niños —. ¿Puedo preguntarle una cosa? ¿A quién le pertenecía ese libro?

—Era de mi padre.

—¿Cuál era su nombre?

—Gabriel Anderson.

—¡Qué extraño nombre!

Me quedo sin respuesta, el pequeño ante mi silencio, se pone a conversar con los demás niños que nos acompañan junto al fuego que brinda un poco de calor en esta gélida noche. Daniela y su primo están discutiendo algún tema irrelevante como dos personas maduras, Mikey se ha dormido en compañía de los niños, se han encariñado con el perro y estoy segura que Mikey también debe sentir aprecio por los pequeños.

Los niños me han informado que el reino marino donde provienen las sirenas está muy retirado de este sitio. Si deseo volver a casa tengo que descubrir por qué la sirena me ha llamado, solo así podré regresar al pueblo sin ningún problema.
Los minutos transcurren, mis parpados empiezan a cerrarse por sí solos, Max y Daniela se han acomodado para dormir, algunos niños ya están descasando, mientras el resto se mantiene en vela.

—Debería descasar, señorita— murmura el niño —. Nosotros estaremos vigilando alrededor, no debe preocuparse.

A diferencia de mí, que debo tener los ojos hinchados y rostro cansado, él y sus amigos, no parecen cansados en lo absoluto.

—Descuida, Bella— llevo mi atención a Max, está durmiendo. ¿Habla dormido? —, aunque esté dormido permanezco alerta a todo movimiento.

Bostezo. Me recuesto sobre el suelo, sintiendo el frio viento y lo cálido del fuego, mis ojos no tardan en cerrarse y olvidarme del mundo.

Despierto debido a que siento que Mikey está lamiendo mi rostro, abro mis ojos y lo primero que veo es su cara peluda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despierto debido a que siento que Mikey está lamiendo mi rostro, abro mis ojos y lo primero que veo es su cara peluda.

—¡Puaj! — exclamo apartando a Mikey—. ¡Qué asco, maldito pulgoso!

Me pongo de pie, descubro que soy la única en el bosque, el fuego se ha extinguido, mis amigos y los niños han desaparecido.

—Mikey, ¿a dónde se han ido todos?

El pulgoso me hace señas con su cabeza para que lo siga. Al principio me niego a ir detrás de él, comienza a ladrar amenazante, opto por seguirlo. Mientras avanzamos al sitio donde Mikey quiere llegar, escucho el graznido de cierta ave que aparece de la nada y aterriza sobre la espalda de Mikey. Continuamos nuestro camino, de pronto percibo el sonido de las olas y veo el inmenso mar que es iluminado por la luz de la luna.

Isabella: La llegada a DédferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora