Isabella
Mikey mueve su cola y corre por todos lados, entusiasmado. Me hace gracia ver que juega con las hojas secas del suelo. ¿Tanto extrañaba este lugar? Supongo que sí porque no deja de revolcarse entre las hojas. Mientras Mikey está feliz, yo estoy observando los alrededores con el temor de encontrar un lobo que nos quiera devorar.
Aun no ha oscurecido por completo, pero la ultima vez que vi un lobo, fue en plena luz del día. Ya no me siento segura en ninguna hora.
Mikey se queda inmóvil, observando una dirección en especifico.
—¿Mikey? — miro la dirección en la que tiene puesta su atención, a unos cuantos metros está la cabaña —. ¡Llegamos!
Avanzo para ir a la cabaña, pero Mikey se atraviesa en mi camino.
—¿Qué te pasa, pulgoso? — mascullo.
Mikey no me permite avanzar ningún paso e incluso comienza a ladrar.
—¡Ya basta! — vocifero. Me irrito de su comportamiento y doy un paso, esquivándolo. Continuo mi camino a la cabaña, estando más cerca, descubro la causa por la que Mayki me impedía avanzar; la entrada de la cabaña está rodeada por animales.
Por fortuna, no hay rastros de ningún animal salvaje que pueda devorarnos, solo son animales indefensos; zorros, pájaros, ardillas y algunos insectos. Todos están en juntos en grupo, escondiendo algo, cuando notan mi presencia, se juntan más para ocultar lo que sea que no desean que vea.
¿Qué se supone que haga? Están cerrando la entrada y no hay otra forma en la que pueda ingresar. Me acerco lentamente hasta la puerta, los animales se ponen a la defensiva. Me provoca un poco de escalofrío tener a muchos animales cerca y mirándome como si fuera una amenaza.
—¡Tranquilos! — alzo las manos demostrando que no tengo intenciones de atacar.
Cada animal se aleja y me permiten ver a otro demasiado peculiar. Mikey se acerca a él y lo olfatea durante unos segundos, después comienza a ladrar y menear su cola con bastante entusiasmo. Avanzo para observar con detenimiento al animal que reposa sobre el suelo, inmóvil. Mikey continua moviendo su cola entusiasmado, pero al no obtener ningún movimiento del animal, su ánimo disminuye.
Estando más cerca, observo con mayor atención; es un ave del tamaño de un águila, sus plumas son de un fuerte color dorado y rojo carmesí. Sus ojos permanecen cerrados y su pecho se mueve, inhala y exhala lentamente, creo que le cuesta respirar.
¿Qué puedo hacer? Miro a Mikey y los otros animales, todos mueven su cabeza señalando al ave, como si supieran que tengo dudas sobre lo que debo hacer.
—De acuerdo — susurro, asintiendo con la cabeza.
Estando a escasos pasos del ave, abre sus ojos, tienen un intenso brillo y color azul, cuando me ven, puedo sentir el temor que transmiten. Intenta moverse y huir, sin embargo, no logra hacer demasiado. Mueve sus alas tratando de volar pero no lo consigue.
Quiero acercarme y asegurar que no está lastimada, pero cuando lo intento, el ave comienza a graznar, el sonido es bastante insoportable que cubro mis oídos con mis manos. Los ojos azules y brillosos del ave cambian por unos rojos, y en cuestión de segundos, sus plumas se incendian.
Lo miro con estupor. Me mantengo inmóvil a una considerada distancia. Mikey también se asusta y corre a esconderse detrás de mí, en cambio, los otros animales se aproximan al ave que está envuelta en llamas. Presiento que ellos no sienten terror en absoluto y el ave no demuestra querer hacerles daños, de querer hacerlo ya habría actuado.
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Isabella: La llegada a Dédfer
FantasyDespués de la muerte de sus padres, Isabella es obligada a mudarse lejos del lugar donde creció a Dédfer, un pueblo que se mantiene oculto. Desde que llega al pueblo, sin comprender la razón, cada noche todos los habitantes se encierran en sus hoga...