29.- En tu cabeza

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Su sueño fue tan ligero que hasta el pitar de los aparatos a su alrededor lo sobresaltaban, acostumbrando a cuidarse cuando permanecía en cualquiera de las celdas, sus sentidos se colocaban en alerta ante el menor sonidillo.

—Puedo dejar las luces encendidas —la voz de su madre fungió como el ancla que lo devolvió a su entorno.

Itachi tragó pesado.

—No —negó pese a que las penumbras dificultaban ver el rostro de Mikoto, se incorporó como pudo aguardando porque la ligera angustia en su pecho menguase.

—¿Estás seguro?

—Si... solo iré al lavabo... —aclaró por obligación en tanto se ponía de pie tirando del trípode con ruedecillas donde colgaba el suero, para encerrarse en el cuarto a un lado previniendo que su madre quisiese entrar con él.

Encendió la luz una vez asegurada la puerta, inspirando hondo antes de asomarse al espejo del lavabo, sujetándose de la cerámica para contemplar su marchito reflejo, que, aunque mostrase menos llamativos sus moretones le dificultaba hallarse allí, Itachi siempre fue demasiado meticuloso con su apariencia, procurando verse pulcro hasta el más ínfimo detalle.

Ahora ni deseos había tenido de pasar un peine por sus cabellos.

Porque comenzaban a incomodarlo...

Habían entorpecido cada uno de sus movimientos mientras le rompían el alma en aquel lugar, usándolo como una correa de la cual tiraban hasta que sus raíces picaban por el dolor.

Dejándole lleno de aquellas nauseabundas manchas blancuzcas.

Itachi jadeó más alto, sujetando con más fuerza su único punto de apoyo...

"Ustedes son mascotas tan bonitas..."

Esta vez sus dientes presionaron entre sí con fuerza, un violento temblor trepó por su espina ocasionando que sus piernas comenzaran a temblar.

"Si, hazlo así..."

Retrocedió como pudo llevando ambas manos para cubrir su rostro, previniendo que alguna lágrima pudiera escapársele. Respiraciones más rápidas y ruidosas no pudo disimular.

Pero debía controlarse, no quería preocupar a su madre... a su familia...

A Naruto...

Jadeó más alto cuando unas cuantas lágrimas descendieron con rapidez, el picor en su garganta transformándose en arcadas, se apresuró al retrete para devolver la poca comida ingerida aquel día, su propia saliva agudizando su malestar.

Deseaba llorar...

Envolverse en lamentables sollozos hasta que estuviese tan cansado que al fin pudiese dormir, la herida de su marca dolió y sus dedos fueron a parar a esa zona, midiendo sus nerviosos intentos por herirse.

Porque de algún modo, toda su desdicha solo ocasionaba que su fuero interno quisiese buscar a Shisui...

Aunque su lado consciente no deseara verlo...

Tan contradictorio.

Tardó demasiado en recomponerse, limpiar su rostro y sentirse menos deshecho. Así que cuando salió al fin, no se sorprendió de ver a su madre aguardándolo, con las luces encendidas.

—Hay más de un médico de turno, puedo llamarlos.

—No —volvió a rechazar la sugerencia, casi arrastrando los pies hasta regresar a la cama.

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