Capitulo 10
No fui al picnic de JongIn.
Bueno, fui, pero no fui.
Estupefacto por su transformación de nuevo en el JongIn sexy del taxi que no podía apartar los ojos de mí, no sabía qué pensar. Estaba desconcertado. Y muerto de miedo. Así que tomé la vía del cobarde y pedí ayuda a Junmyeon —al tiempo que también le mentía sobre la razón— para salir del berenjenal sin que pareciera que quería salir del berenjenal...
Llegó el sábado y amaneció un día sorprendentemente caluroso. Hangang —un gran parque situado al otro lado de la ciudad, junto a la universidad— estaba repleto de gente que tomaba el sol o hacía deporte. JongIn había logrado hacerse con un sitio a la sombra.
Sehun, Minseok, JongDae y el propio JongIn ya estaban allí cuando nos acercamos Luhan y yo, entre los sonidos de risas, niños gritando y perros ladrando que creaban una feliz banda sonora de la escena. Era un día perfecto, y la atmósfera en Hangang rezumaba una satisfacción casi eléctrica. Por un minuto deseé quedarme.
—Vaya... —Miré las dos cestas que había traído JongIn. Eran tan elaboradas que no me habría sorprendido que las hubiera robado de un escaparate de la tienda departamental—. ¿Llamas picnic a esto?
JongIn, que se había levantado al ver que nos acercábamos y estaba abrazando a Luhan en su costado, hizo un gesto orgulloso hacia las cestas que descansaban sobre una preciosa manta de felpilla. Parecía desconcertado.
—Sí. —Puso ceño—. ¿Cómo lo llamarías?
—Un restaurante de tres estrellas en la hierba.
La comisura de su labio se curvó en un gesto de irónica diversión.
—Le pedí al personal del restaurante que lo cocinara.
—¿Y qué restaurante sería ese? ¿El de tres estrellas?
—Creo que se está burlando de ti y de todo tu dinero, JongIn. —Luhan le sonrió—. Es un poco demasiado.
JongIn soltó un ruido de descontento.
—Es un maldito picnic. Siéntate. Y come y calla.
Luhan rio y se dejó caer al lado de Sehun, que le pasó un brazo por el hombro y la apretó contra su costado.
—Me alegro de verte, Lu.
—Sí, yo también. —Le sonrió, pero se separó un poco, haciéndome que levantara una ceja. ¿Qué pasaba con eso?
—¿Y bien?
Levanté la mirada a JongIn y lo vi tendiéndome una mano, con un deseo no disimulado en sus pupilas.
Y Junmyeon me salvó con una sincronización perfecta.
Mi teléfono sonó, y puse cara de disculpa al sacarlo del bolsillo.
—Junmyeon, hola.
Me volví y di unos pocos pasos para impedir que pudieran oírlo al otro lado de la línea.
—Tengo una emergencia —respondió en tono monocorde—. Cancela el picnic.
—Oh, no, estás de broma. —Le seguí la corriente, sonando sentimental y tranquilizado—. ¿Estás bien?
—Cielo santo, Kyung, pensaba que sabías mentir. —Junmyeon refunfuñó—. Estas hablando como un alienígena que ha oído el concepto humano de estar preocupado, pero no sabe cómo ejecutarlo.
Apreté los dientes, sin hacer caso.
—Claro, puedo hablar. Espera un segundo.
Me tomé un momento, tratando de exudar preocupación humana al volverme hacia JongIn y el resto del grupo. Tuve la sensación de que estaba poniendo más cara de pocos amigos que de preocupación, pero bueno.