KyungSoo.

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Capitulo 16

No tenía ni idea de dónde vivía JongIn y me sorprendió bajar del taxi en la Dongguk University sobre el paso de peatones que conducía a la calle Jung-gu. El edificio moderno, que se alzaba sobre un café y un pequeño supermercado, albergaba apartamentos de lujo. Subimos en el ascensor hasta el ultimo piso y JongIn me dejó entrar en su ático dúplex.

Debería haberlo imaginado.

El lugar era como mínimo asombroso, pero decididamente daba la impresión de que allí vivía un hombre. Suelo de madera noble en todas partes, un enorme sofá rinconero de ante color chocolate, una chimenea de cristal negro instalada en la pared, una enorme pantalla de televisión en la esquina. Una pared divisoria separaba la sala de la cocina y su isla. La cocina en sí era claramente de alta gama, pero estaba terminada en acero frío y daba la impresión de que no la hubieran usado nunca. En la parte de atrás del apartamento había unas escaleras que conducían a lo que supuse que serían los dormitorios.

Era todo el cristal lo que hacía el piso tan espectacular. Ventanales de suelo a techo en tres lados ofrecían vistas de la ciudad, con puertas cristaleras que comunicaban la sala con una enorme terraza privada. Descubriría después que, en el piso de arriba, del otro lado del edificio, el dormitorio principal tenía ventanas de suelo a techo y otra terraza, lo cual proporcionaba al ático una vista de trescientos sesenta grados de la ciudad.

La vista nocturna era espectacular. Mi madre nunca había hecho justicia a la ciudad cuando trataba de describírmela. Sentí un dolor que me desgarraba el pecho al encontrarme en medio de la sala de JongIn, mirando al mundo dolorido y preguntándome con qué frecuencia JongIn habría hecho lo mismo.

—No has dicho ni una palabra. ¿Estás bien?

Me volví hacia él, sabiendo que en él encontraría una cura temporal.

— ¿Quieres follar?

JongIn sonrió despacio, desconcertado, causando otro tirón de atracción en mis tripas.

— ¿Follar?

—Follar y olvidar toda esa mierda. Lo que hizo ella. Lo que hizo él. Todas las perras sin alma que querían algo de ti.

Su expresión cambió de inmediato, tornándose dura, insondable, al dar un paso hacia mí.

— ¿Estás diciendo que no quieres nada de mí?

—Quiero esto. Quiero nuestro acuerdo. Quiero... —Respiré hondo, sintiendo que se me escapaba el control— que me folles.

— ¿Para olvidar qué, KyungSoo?

¿No lo veía? ¿De verdad era tan buena mi máscara? Me encogí de hombros.

—Todo, la nada.

Se quedó en silencio un momento, con ojos escrutadores.

Y entonces me arrastró a sus brazos, con una mano firme en mi nuca cuando su boca buscó la mía. Era un beso desesperado. No sabía si se trataba de su desesperación o de la mía. Solo sabía que nunca había besado tan profundamente, con tanta avidez. No era cuestión de delicadeza. Era cuestión de hundirnos uno dentro del otro.

JongIn interrumpió el beso y su pecho subió y bajó con fuerza al tratar de recuperar el aliento. Lo observe, envuelto ya en una profunda niebla sexual, cuando él cogió mi cara entre sus manos y me plantó un beso delicado en la boca, con su lengua entrando y saliendo de la mía, incitándome. Cuando se apartó, sus manos bajaron susurrando por mis brazos y me dio la vuelta lentamente con sus manos en mi cintura. Me quedé de pie dándole la espalda, con mi respiración entrecortada mientras sus dedos buscaban la cremallera de mis pantalones. Su tacto era tan ardiente que podía sentir el calor a través de la tela. El único sonido en la sala era el de nuestras respiraciones excitadas y el agudo rumor de la cremallera, que JongIn me bajó con exasperante lentitud, rozándome la piel con los dedos en su descenso. En cuanto terminó con la cremallera y me bajo los pantalones quedando en mis talones, volvió a deslizar sus manos por mis brazos quitándome el saco y desabotonando la camisa, igual de lentamente, los fue bajando por mis hombros.

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