Eslovaquia, 896 d. C.
Abrí los ojos de golpe y tomé una respiración profunda. Me llevé una mano al pecho, había sangre fresca. Y de la herida que causó la daga, ya no quedaba ni un rastro.
¿Cómo sanó tan rápido?
Caí en cuenta de que mis manos y todo mi cuerpo, ya estaban desatados. Tal vez mis padres me liberaron después de que caí inconsciente.
Al pensar en mis padres, de nuevo mis ojos se llenaron de lágrimas.
Los recuerdos de mamá clavando una daga de plata en mi pecho inundaron mi mente.
Me asesinó.
¿Cómo es que estoy despierta?
Me levanté, tambaleándome un poco. Parpadeé para enfocarme.
Mi pulso se aceleró cuando recordé a la multitud llegar para llevarse a mis padres.
No...
Mis pies se movieron automáticamente en dirección a donde sé que debieron llevarlos. Corrí lo más rápido que podía, tomando la falda de mi vestido para evitar caer. Mi cabello se pegó a mi rostro por culpa del viento que no dejaba de alborotarlo.
Apenas si lograba ver debido a lo tarde que era. Es difícil enfocar el camino cuando todo está oscuro y no llevas ni una sola vela para alumbrar.
Respiré agitadamente a causa del cansancio y me metí entre los árboles y los matorrales, tratando de que no me bloquearan el paso.
Una vez que llegué, vi la gente rodeando el fuego.
Ese mismo fuego que estaba consumiendo a mis padres.
Me dejé caer de rodillas, sin dejar de ver la escena tan atroz.
―¡Brujos! ¡Brujos! ―Vociferó la gente al unísono―. ¡Brujos!
Un sollozo escapó de mi boca al mismo tiempo que me armaba de valor y me levantaba. Me apresuré a llegar a ellos y empujé a las personas. Quedé delante de la hoguera, el fuego apenas si me dejaba ver a mis padres.
Pero pude notar que ya no se movían.
Están muertos.
Me llevé una mano al pecho, sintiendo el dolor acumulándose, golpeándome con fuerza.
―¡No! ¡Madre! ¡Padre! ―Grité con todas mis fuerzas. Lágrimas gruesas rodaron por mis mejillas―. ¡No!
Mis manos temblaron, no fui capaz de controlarlo.
―¿Alessandria? ―Alguien habló detrás de mí. No me giré, por su voz pude reconocer que era una de mis amigas―. Estabas muerta. Te vimos...no respirabas ni te movías.
―¡Porque es una bruja! ―Exclamó alguien más―. ¡Es una bruja Valkensen! Son unos demonios que juegan con tu mente.
Ahora sí me giré.
―¡No somos demonios! ―Me defendí―. ¡Ustedes lo son! ¡Han asesinado a mis padres!
―El fuego es lo que los brujos merecen ―Siseó August Mellark. Lo cual es irónico, puesto a que tanto él, como toda su familia, son brujos. Ellos fueron los que alertaron al pueblo sobre mi familia.
Malditos traidores.
―¡Atrapen a la bruja! ―Ordenó August. Las personas se abalanzaron contra mí, inmovilizándome.
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Noshten ©
FantasyTenía dieciocho años en el 896 d. C. Hasta que mi madre me asesinó. Cuando desperté, ya no era humana... Era una depredadora. La primera de mi especie. Un Noshten. Mis padres murieron en la hoguera al ser acusados de brujería. Hacerme fuerte e inde...