Un ligero temblor azotó mi cuerpo cuando ese par de ojos profundos y tan claros como los ríos de mi pueblo natal, se enfocaron en los míos.
Sus dedos sobre mi cintura...me quemaron la piel.
Su aliento fresco chocó contra mis labios cuando soltó una exhalación. Está tan, pero tan cerca. Puedo sentir su calor arremetiendo contra todo mi cuerpo. Y tal vez son sus poderes, sus...dones los que me tienen aturdida. Sí, eso debe ser.
Es un ángel.
Es capaz de paralizar hasta a la criatura terrenal más poderosa; yo.
―¿Qué has dicho? ―Su voz profunda y gélida pretendió traerme de vuelta a la realidad.
Fui incapaz de articular alguna palabra.
La mano que rodeaba mi garganta, subió a mi mandíbula.
―¿Qué has dicho? ―Repitió, pero esta vez de manera lenta.
―Alguien se llevó a Wilden. Fueron las brujas...
―Las víboras como tú ―Corrigió. Esta vez en sus ojos destelló la rabia―. Eso es lo que son. Serpientes, reencarnaciones de Lucifer...
―Ay, por favor. No vine a que insultes a mi linaje ni a que me recites la biblia. Vine porque necesito tu ayuda y porque Wilden es tu mejor amigo ―Intenté apartarlo, pero su agarre firme me lo impidió―. Estamos perdiendo tiempo valioso, tiempo que Wilden no tiene estando en manos de...ellas.
―Si Wilden está en peligro, es por tu culpa. Las brujas solo traen mala suerte, caos y sufrimiento.
―¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanto repele a las brujas? ¿Es porque odias que Clark sea un brujo?
―Odio a las brujas porque estoy atado a este mundo por culpa de una. Por tu culpa.
Me soltó con brusquedad y dio un par de pasos hacia atrás para alejarse.
―¿Realmente fue mi culpa? ¿Yo pedí esto, Sylvain? ―Pregunté. Él guardo silencio―. Dime, anda. ¿Merecía lo que me hizo mi propia madre? ¿Crees que disfruto que mi vida entera se haya ido a la basura? ¿Fue mi culpa?
De nuevo me miró a los ojos.
Alzó el mentón con altivez y seguridad.
―No debiste ayudar a esa mujer.
―¿Qué mujer?
―La banshee. Tu vida y la de todo tu linaje, fue maldecida justo en ese momento ―Chasqueó con la lengua―. No era tu asunto, no debiste meterte. De no hacerlo habrías tenido una buena vida, Valkensen. Lo vi. Habrías tenido tres hijos, un marido, padres a los que verías envejecer. Yo habría tenido lo que se me negó en el momento que la daga tocó tu corazón; el descanso eterno.
Negué lentamente.
―No...es imposible que lo sepas.
―¿No recuerdas lo que soy? Soy un ser divino, estuve al lado de Dios. Sabemos todo.
―Si lo supieras, no habrías dejando que me pasara esto. Que nos pasara esto ―Nos señalé.
Sus labios se volvieron una línea recta.
―Ya te lo expliqué. No podía hacer nada. Estaba escrito, era un hecho lo que pasaría. Pude ver cómo sería tu vida si se hubiera tomado un rumbo diferente, pero eso no quiere decir que yo podría hacer algo para cambiarlo ―Me dijo―. Cada humano es dueño de sus decisiones, tú tomaste la tuya. Y eso fue lo que te condenó. Vaya, lo que nos condenó.
―Aún así eso no justifica el odio irracional que me tienes. Créeme, de saber que estaría atada a toda una eternidad, yo misma me habría quitado la vida antes de que mi madre lo hiciera por mí ―Gruñí―. Y si solo me harás perder el tiempo con palabras, mejor me voy. Tengo que ir por Wilden, porque parece ser que soy la única en esta habitación a la que le importa.
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Noshten ©
FantasyTenía dieciocho años en el 896 d. C. Hasta que mi madre me asesinó. Cuando desperté, ya no era humana... Era una depredadora. La primera de mi especie. Un Noshten. Mis padres murieron en la hoguera al ser acusados de brujería. Hacerme fuerte e inde...