Capítulo 04.

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Los Angeles, California. Año 1950.

Me metí entre la gente, empujando un poco ya que todos están amontonados mirando una escena tan atroz. Finalmente me acerqué al comienzo, pero tuve que quedarme detrás del cordón amarillo. Había reporteros y policías por todos lados, detectives, en total muchísimas personas que rodeaban una pequeña torre de cuerpos sin vida apilados.

Había sangre por charcos, los cuerpos ya estaban cubiertos para que los demás no los vieran, pero por lo que escuché, parecía que un animal salvaje los había atacado.

Pero estamos en el centro de la ciudad, ¿de dónde va a salir un animal salvaje?

¿De un hidrante?

Ojalá pudiera acercarme más, pero no es posible. Hay bastantes personas aquí.

El aroma a sangre inundaba mi nariz, huele exquisita pero sé que debo controlar las ansias. Ya estoy rehabilitada y no bebo directamente de un humano, estoy bien.

La sangre estaba haciendo su recorrido hasta donde estábamos, por lo que algunas personas retrocedieron para evitar que sus zapatos se mancharan, en el proceso algunos me pisaron, por lo que maldije entre dientes.

Ahora tendré que limpiarme.

Después de varios minutos más en los que supe que no podría hacer nada, entonces me di la vuelta y me alejé del lugar. Era un parque pequeño y rodeado de plantas y flores, alguien había cavado un hoyo enorme solo para arrojar todos esos cadáveres donde cualquier niño podría encontrarlos.

Enfermizo.

Caminé hasta salir del parque y empezar a recorrer las calles de Los Ángeles, es un lugar muy bonito y ruidoso, siempre hay gente afuera, todo el día, incluso cuando hace un calor infernal, justo como en este momento.

Suspiré y me senté en una banca mientras miraba a la gente pasar frente a mí, algunos iban rumbo a sus trabajos, se les notaba por la vestimenta. Sentí a alguien sentándose a mi lado, por lo que miré de reojo solo para encontrarme con un niño sosteniendo una caja de madera. Su ropa se mira un poco sucia, gastada, rota.

Antes de que pudiera hablarle, el niño desapareció por completo, dejándome muy confundida.

Estaba hace un segundo a mi lado...

¿Cómo desapareció tan ŕapido?

Sacudí la cabeza y enfoqué la calle por la que transitaban algunos autos. Mi entrecejo se frunció al darme cuenta de que el mismo niñito estaba esperando para cruzar y pasarse de este lado. Cerré los ojos un segundo, asegurándome de que era real, cuando volví a abrirlos, de nuevo ya no estaba ahí. Me levanté del asiento, aún más confundida que la primera vez.

―Hola, tus zapatos están sucios. ¿Necesitas que alguien los limpie? ―Una vocecita tierna a mi lado me hizo voltear rápidamente.

―¿Cómo hiciste eso? ―Pregunté ahogadamente, mirando al niño que aparece y desaparece.

Sus cejas se hundieron, sin comprender nada.

―¿Hacer qué cosa? ―Inquirió, ladeando la cabeza.

―Eso...aparecer en varios lugares a la vez ―Susurré, por lo que contrajo el rostro―. ¿Eres cómo yo? ¿Eres un Noshten?

―¿Noshten? ―Repitió―. ¿Eso quiere decir que también eres huérfana?

―¿Huer...huérfana? ―Fue mi turno de repetir lo que él dijo.

―No te sientas mal, si quieres puedes ir conmigo al orfanato, las monjas son buenas con nosotros. Solo que un poco gruñonas. Tampoco tenemos muchas cosas, pero es mejor que vivir en la calle.

Noshten © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora