Capítulo 11

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"Meteoros"

En Buchanan entramos en el primer restaurante que se ajustaba a los de la descripción de mi madre. Un establecimiento ubicado en una pequeña esquina, con un letrero en el exterior que anunciaba que los menús estaban a quince libras. Bastante asequible.

Para nuestra suerte, no habían escaleras, sólo una minúscula subida en la entrada. El interior era amplio y de suelo completamente llano. Uno de los meseros nos ayudó a hacer espacio con algunas sillas para que pudiéramos llegar a la mesa que elegimos, al fondo. En este punto ya estaba algo agotado por el recorrido de dos horas que llevábamos hasta ahora, Daniel pareció encontrarse en las mismas.

No le dimos mucha vuelta a lo que había en la carta; los dos nos decantamos por la lasaña, como plato principal. De postre sólo tenían tiramisú, por lo que me conformaría con agua mientras veía a Daniel comerse el suyo.

No es que no pudiera consumir lo que quisiera, un control en mi alimentación era muy recomendable, sin excesos de azúcar, grasas, ni ningún exceso verdaderamente. Mi dieta debía ser variada, contener verdura, mucha fruta y debía hidratarme con el mínimo de litros diarios exigidos.

—¿Qué grado tienes de la paraplejia?

Indagó Daniel, todavía a menos de la mitad de su lasaña. Me fijé en que comía muy poco, como si le obligaran. Yo ya tenía casi terminado mi plato mientras que el suyo se estaba congelando.

—Quieres decir, ¿qué tan grave estoy?

—Si las dos preguntas llevan a la misma respuesta, sí.

Empezaba a apreciar lo cómodo que era hablar con Daniel de cosas relativas a mí que, hasta hace poco, no habría comentado con nadie que no fuera del triángulo que formaban mi madre, Massimo y Smile.

Era un chico un poco extraño que no parecía muy emocionado con la vida, pero al mismo tiempo empezaba a parlotear y no paraba. Y, de alguna forma, conversar con él era así de fácil.

—Es sólo paraplejía —Y una probabilidad alta de tetraplejia, pero no venía al caso—. La lesión medular va de la parte baja de la lumbar y tirando para las extremidades inferiores. No vida de cintura para abajo —resumí.

—No vida... ¿en todas las partes de abajo?

Rodé los ojos sabiendo a qué se refería.

—Si lo que quieres saber es si puedo mover el pulgar del pie, la respuesta es no. A menos que pase una estrella fugaz y mande durante unos nanosegundos vida en esa zona.

Dije con sarcasmo. Él mostró una sonrisa, por supuesto que lo había pillado.

—Las estrellas fugaces pasan en mucho tiempo desde la última vez que lo hacen —habló.

Me encogí de hombros.

—De todas formas, no es un no vida completo. Hay un porcentaje minúsculo de movimiento que surge muy fugazmente en cualquier parte de las extremidades.

Asintió, comprendiendo.

Gracias a ese porcentaje el trabajo con Smile tenía sentido. Gracias a él, también, cabía en el sistema Crawford.

Sobre Ruedas (literalmente) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora