"Escala de dolores"
Mi madre abrió la puerta al exterior y salió conmigo. El día estaba prácticamente oscuro. La noche había caído una hora antes, anunciando oficialmente el inicio del Otoño, la que solía ser mi temporada favorita. Ni hacía calor, ni hacía mucho frío, y los días eran realmente pintorescos incluso para alguien que no sabía mucho de pintura como yo. Tampoco solía prestarle mucha atención a cómo se veían los días, hasta que Annabell me recitó ese poema sobre la gama de colores que tenían las hojas en otoño. Rojo, naranja y amarillo.
Aún recordaba cada uno de sus versos y la sonrisa de Annabell al recitarlo. Cabe mencionar que, antes de eso, el otoño ya era mi estación favorita, pero por la simple razón de que ni me asaba ni me congelaba, y no había polen. No me gustaba complicarme la vida.
Pero ¿qué clase de sujeto no apreciaba lo que la madre naturaleza nos ofrecía?
Ahora que lo pienso, es probable que nunca hubiera hecho nada productivo.
Katherine nos condujo hacia la acera y luego giró a la derecha conmigo para la casa de Daniel y su madre, que esta mañana se acercó por casa para invitarnos a cenar. Por suerte para mi madre, esta vez no me quejé, Daniel había ido a verme ya dos veces, esta era una buena ocasión para que me desplazara yo.
Mi madre tocó el timbre y poco después abrió Claire en delantal.
—¡Hola familia! —saludó con su habitual entusiasmo y esa sonrisa de oreja a oreja— Pero qué puntuales.
—Vivimos a cero metro.
Bromeó mi madre igual de sonriente.
—Cómo olvidarlo con unos vecinos tan maravillosos.
Entonó antes de saludar con dos besos a mi madre y frotarme el cabello como si fuera un niño de cinco años que transmitía ternura. Esa mujer era especial. Nos cedió el paso haciéndose a un lado.
—Estábamos terminando de poner la mesa.
Comentó mientras la seguíamos por el pasillo hasta lo que era el comedor, donde Daniel colocaba los utensilios sobre la mesa.
—Buenas tardes —saludó amablemente a lo que mi madre le respondió y yo sólo mostré una sonrisa.
Je je.
Tomamos asiento en lo que Claire y Daniel traían las últimas cosas. Mi madre hizo un hueco en la mesa sacando una silla y sustituyéndola por la mía. Posteriormente se sentó a mi lado. La sala olía a la mezcla de aromas de cada uno de los platos que hubieran preparado. Era un cuarto pequeño y acogedor que no daba para más.
—Arroz al horno, verdura y tarta de pavo especial para ti, Kenneth —anunció Claire una vez se unieron a la mesa—. Me comentó Katherine que te gustó la que os mandé.
Mi madre revelando mis secretos. Cómo no.
—Sí, estaba buena. Muchas gracias.
—De nada cariño, es mi especialidad. Todo el mundo se chupa los dedos y me pide repetir. Salvo este alienígena, que no come casi nada.
—Sí que como —repuso Daniel.
—Ya estás mintiendo. Si te pasas la vida entera metido en tu cuarto. Y luego dice que exagero.
Agregó mirando a mi madre.
—Tranquila, no eres la única que peca de exagerada.
—¿Por qué será?
Murmuré inevitablemente. Daniel se rió.
—¿Lo ves?, han nacido para contradecirnos —señaló mi madre.
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Sobre Ruedas (literalmente) #1
JugendliteraturUn accidente ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos la vida de Kenneth Andersen. De pronto se ha quedado sin novia, de pronto ha dejado de ir al Instituto, de repente está sobre una silla automática que determina su vida y la condiciona, valga la...