Capítulo 10

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"Me caes bien, Kenneth Andersen"

Este capítulo tiene un gran apartado sobre Twenty One Pilots, espero que no resulte aburrido por eso.

—Si os pilla la hora de comer, hacedlo en un restaurante de verdad, que tengan buena carta, nada de cadenas de comida basura.

Dictaminó Katherine revisando lo que metió en la mochila. Daniel se mostró atento en todo momento. Aún nos encontrábamos en el salón de mi casa.

—Estoy convencida de que os pillará la hora de comer —dijo pensativa mi madre, pasando su mirada de Daniel a mí—. Si llega a ser así, Daniel, esto es lo que debe tomarse.

Abrió la bolsita con cremallera que contenía los medicamentos.

—Con tanto registro no sé ni para qué sugeriste esto. Yo puedo decírselo todo.

Repliqué.

No era para tanto, en realidad. Lo más complicado sería la entrada a algunos establecimientos, si tenían escaleras. Las estaciones de trenes, por suerte, estaban perfectamente equipadas y ofrecían comodidades para pasajeros con discapacidades.

—Tengo que asegurarme de que vais a hacer bien las cosas... nada más. Soy la primera que quiere que entiendas que sigues siendo un chico normal de casi dieciocho años...

—No vamos a ir por allí, mamá —La interrumpí.

No tuvo que convencerme para acceder, lo hice porque quise.

—Está bien, pero no seáis brutos —Dicho eso se dirigió solamente a Daniel—. En caso de que tenga que ir al baño...

Bien, el apartado del baño.

Tal vez el más chungo, el plenamente dependiente, por el que jamás habría imaginado a otra persona, que no fueran mi madre o Smile, haciéndose cargo de mí.

Sólo he acabado meándome una vez encima, y fue porque mi madre tenía una reunión virtual y no pude interrumpirla. Desde entonces mi sistema de defensa debió autodesarrollarse, y ahora podía aguantar cualquier necesidad por mucho tiempo. Mi discapacidad aún no afectaba a mi continencia urinaria. No me preocupaba. En caso de que hubieran imprevistos... mejor confiaré en que no los habrían.

—Sólo tendrías que ayudarle a levantarse desde atrás, Kenneth te indicará cómo.

Lo imaginé como un desastre total, algo por lo que definitivamente no pasaría. Yo era de metro ochenta, Daniel debía tener al menos ocho centímetros menos y debía de pesar más que él, aunque eso no siempre era directamente proporcional a la fuerza física que teníamos. Con Smile, Massimo o mamá ya no era nada, con cualquier persona nueva aseguraba ser la batalla del siglo.

Evitaba pensar que llegaríamos a eso para no rallarme y echarme para atrás. Me sobraban excusas, si las quisiera utilizar, pero no era el caso.

—Okay —articuló Daniel obediente.

Cogió la mochila que llevaba todo lo que se le había ocurrido meter a mi madre, y la colgó en un hombro. Cuando salimos al exterior la señora Price cruzaba el patio que separaba nuestras casas.

—Añadid esto por si queréis comprar algo extra.

Le entregó a Daniel un par de billetes.

Sobre Ruedas (literalmente) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora