Capítulo 18

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– Eres preciosa.

Tras esas palabras la rubia se acercó a la psicóloga y paso sus manos por su abdomen esculpido hasta que sus manos quedaron sobre sus caderas y tiró de ella, ambos cuerpos chocaron y Regina entrelazó sus dedos en la melena rubia, intentó besar los labios de Emma pero esta se alejó un poco dejándola con la miel en los labios. Entonces Emma se separa un poco de ella y la mira con deseo, estaba muy excitada pero quería disfrutar del momento. Regina agiliza sus movimientos y se deshace de la camisa de la rubia y la deja caer en alguna parte de la habitación, después de eso pasa sus manos por el perfecto culo de la rubia hasta que sus manos llegan al botón del pantalón y lo desabrocha para luego introducir su mano en las bragas de la rubia, que se sobresaltó ante el precipitado gesto.

– Vayamos más despacio, morena. Hoy quiero disfrutar de ti.

Emma sacó la mano de la morena de sus pantalones y la empujo suavemente para que quedase sentada al borde de la cama. La detective se quitó sus pantalones y sus zapatos y se agachó para unir sus labios con los de la morena, esos labios que tanto deseaba y que tanto placer le producía con sólo rozarlos. Emma se dejó caer lentamente empujando a Regina debajo de ella, ambas se movieron y quedaron en el centro de la cama, fue la morena la que pasó las manos por la espalda de la rubia desabrochando su sujetador en el camino, sus manos llegaron al culo de Emma y allí se quedaron hasta que la rubia rompió el beso para coger aire y dejar caer su sujetador al suelo. Regina pasó sus manos por los pechos de la rubia provocando que Emma soltase un gemido. Emma ayudo a Regina a sentarse en la cama y se puso a horcajadas sobre sus muslos mientras que le quitaba su sujetador dejando a la vista los espectaculares pechos de la morena, la detective siguió besando a la psicóloga tranquilamente ante la desesperación esta. Regina metió su mano en las bragas de la rubia y notó lo húmeda que se encontraba, comenzó un suave masaje sobre su clítoris y vio cómo su amante se arqueaba y se agarraba fuerte mente a su pelo.

– Esto me molesta.- Dijo tirando un poco de las bragas para que se las quitase.

Emma se levantó un poco y se quitó su ropa interior y obligó a Regina a tumbarse sobre la cama y la ayudo a quitarle las bragas. Emma cayó sobre su cuerpo y se besó los labios de la morena, después de unos minutos sus besos fueron bajando lentamente, empezó a posar sus labios por el cuello de la psicóloga. Sus labios se fueron deslizando hacía los pechos de la morena que arqueaba su espalda y que pedía más de la rubia.

Emma pasaba su humedad por el muslo de la morena que notaba como este se iba mojando cada vez más lo que sólo conseguía excitarla, Regina bajo su mano hacia la entrepierna de la rubia intentando meter su mano entre los pliegues de la detective pero no llego a hacerlo ya que la mano de Emma la detuvo.

– No tengas prisa, Mills. Tendremos tiempo para todo, ahora disfruta.- Dijo con la voz ronca por la excitación.

Emma siguió bajando sus besos y llego al abdomen de la morena que ya no podía evitar gemir ante el contacto, la rubia paso su lengua por toda la barriga dejando un rastro húmedo a su paso hasta que llego a los muslos de la morena, los beso lentamente notando como Regina ya casi no podía aguantar más, por lo que decidió no hacerla sufrir más y succiono su clítoris. Regina se sorprendió ante el repentino ataque de la rubia y colocó sus manos sobre la cabeza de Emma para que no se alejase, al notar como Regina estaba completamente a su disposición introdujo dos dedos en su interior.

Regina demostró su excitación tirando del pelo de la rubia, ese gesto hizo que esta desease darle mucho más por lo que comenzó con una suave tortura, sus dedos entraban y salían de la morena lentamente para alargar el momento lo máximo posible, pero cuando noto que Regina no aguantaría más volvió a lamer el clítoris de la morena y sus envestidas fueron más rápidas y duras, Regina no pudo aguantar más y se corrió sobre los dedos de la rubia que mantuvo la presión hasta que el cuerpo de la morena dejó de temblar.

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