5 años antes [Bryan Callaghan]

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Las calles estaban abarrotadas para aquellas horas de la mañana, pero a pesar de todo sonrió. Le gustaba el bullicio, el ánimo general de la gente, como se movían, el olor a café recién hecho y la bollería industrial que muchos compraban para llenarse el estómago. Su teléfono comenzó a sonar con la melodía básica del modelo del aparato y sonrió, nuevamente, al ver el nombre.

-¿Qué pasa tío?- inquirió.

-¿Dónde andas viejo? Acabo de levantarme y no veo el desayuno- se quejó la voz al otro lado de teléfono.

-Que te den Arthur. Estoy llegando a tu edificio y no tengo dinero- contestó, cruzando la calle cuando el semáforo se puso en verde- ¡Ten más cuidado capullo!- exclamó.

-Me duele que me digas eso Bry- dijo su amigo, con tono dolido.

-No te lo decía a ti imbécil- se echó a reír- Un ciclista, que se metió en medio- argumentó- Y yo te cuelgo ya, piltrafa, que estoy llegando- antes de que su amigo replicara, pulsó el botón rojo para cortar la llamada, y la vio.

De cuerpo estilizado, el cabello anaranjado recogido en un moño y dejando que varios mechones cayeran sobre sus hombros, la chica llevaba una caja y sobre esta dos cafés.

-¡Morgan!- la aludida se giró y esbozó una sonrisa radiante.

-Hombre Bryan ¿ya has llegado? He comprado esto para vosotros- él se limitó a sonreír, agradecido por el gesto. Ella usó la llave para entrar, y juntos se adentraron en el portal, y seguidamente en el ascensor. Aprovechó entonces para observarla en el espejo.

Era baja aún a su edad, y unas grandes ojeras adornaban sus ojos castaños. Los pechos estaban bastante desarrollados, contrastando con su altura. Vestía una camisa blanca abotonada hasta el cuello, unos pantalones negros que favorecían sus curvas, y unas botas oscuras de tacón alto.

-¿Un turno difícil?- inquirió.

-El hospital de madrugada es un suplicio. Y encima tengo que volver en cinco horas, así que tengo unas cuatro para dormir un poco- suspiró- ¿Y vosotros? ¿No tenéis ninguna vida que salvar hoy?- inquirió ella, esbozando una sonrisa ladina. Tenía las mejillas cubiertas de pecas, rasgo que compartía con su hermano mayor.

-Por el momento día libre, aunque nunca se sabe- sonrió a su vez. Esa chica le había caído siempre bien. La recordaba como una niña demasiado espabilada a su edad, de pelo corto y aficionada a fútbol. Cuando hacía pareja con ella nunca perdía un partido. Al cabo del tiempo creció, y pudo darse cuenta de que no era un amigo más, sino una mujer. Sus gustos cambiaron, empezó a salir con chicos, y hubo un par de veces que sintió celos, pero nada malo- ¿Qué tal con Nicholas?- preguntó, desviando la mirada de su busto al espejo, donde se vio reflejado. El pelo, mezcla de castaño y rubio, estaba revuelto, demostrando que acababa de despertarse.

-Oh…hemos roto- se encogió de hombros y bostezó abiertamente- Me encantaría ir a correr, pero necesito dormir un poco- susurró. Se bajaron en la octava planta, y se dirigieron al apartamento de ella. La placa, con un 8.8 grabado, estaba colgada bajo la mirilla. Ella abrió la puerta.

-¡Bryan, cariño, has llegado!- la voz de Arthur le llego como una cálida brisa, despejando el ambiente cálido que se había formado entre ambos.

-Anda, y que te den Art- gruñó él, sonriendo a pesar de todo. Morgan dejó los cafés y la bollería y se inclinó para besar a su hermano en la mejilla.

-Voy a dormir, así que procurad no hacer ruido por favor- pidió con una sonrisa. Se despidió de Bryan con la mano y entró por la otra puerta que había en la sala, que daba a las habitaciones.

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