Encuentro con Farkas

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-¿Se puede saber que estas leyendo?- una voz masculina llego a sus oídos, y doblo la esquina de la página que estaba ojeando para mirar a su acompañante. Con un saco de bosta cargado al hombro, los pantalones llenos de tierra por agacharse a herrar a los caballos y ordeñar a las vacas, Hugo esbozó una sonrisa curiosa hacia su compañera.

-La Odisea. Me voy por la parte en la que Ulises engaña al cíclope para que deje libres a sus compañeros- informo Jo, dejando a un lado el libro y cogiendo el saco que transportaba su amigo, tras ponerse los guantes- El Quijote me lo terminé hace un par de semanas, por lo que pensé empezar a leer otro mientras aprovecho el tiempo que estoy aquí, en el granero- añadió, encogiéndose de hombros, mientras transportaba junto a Hugo la bosta.

-¿Por qué te gusta tanto leer?- inquirió el chico, alzando una ceja, cogiendo el saco y colocándolo en el cubículo correspondiente.

-Mi padre me leía cuentos al acostarme. Viajábamos bastante, porque el era misionero, pero falleció por culpa de unas raíces de acónito- explico, apoyándose en la puerta- Confundió el modo de preparar una medicina con una droga tóxica, según me explicaron sus compañeros. Desde entonces estoy sola, porque mi madre nos abandono cuando cumplí los tres años, así que tras eso, me trajeron a esta casa de acogida- añadió, esbozando una sonrisa. Hugo asintió, comprensivo, y señalo el libro.

-Cógelo o alguno de estos animales se lo comerá- comento, con la risa surgiendo de sus labios, mientras se agachaba a recogerlo. Una sombra se cernió sobre el, y observo fijamente a ambos jóvenes.

-Jocelyn, tienes visita- la mujer, madre de acogida de ocho niños, alta y con musculatura desarrollada, informo de la situación a la chica, que parpadeó sorprendida. La rubia asintió, y, acompañada por su amigo, salió del granero al nublado día de octubre.

En el porche de la casa varios de sus hermanos rodeaban a una joven de cabellos albinos y vestiduras oscuras, que miraba recelosa a su alrededor. Hablando en voz baja, dos jóvenes intentaban calmar a un tercero que observaba todo con evidente temor. Un hombre de piel tostada, con un cigarrillo apagado en los labios, tenia la mirada perdida en el cielo azul del lugar, donde ni una sola nube se atrevía a mantenerse más tiempo del necesario, y una niña pequeña revoloteaba a su alrededor. Jo, con el desparpajo que la caracterizaba, se acercó a ellos.

-¿Alguien me necesitaba?- inquirió, colocando los brazos en jarras. Se fijó entonces en el último elemento de esa escena tan familiar. Un adulto, con vestiduras religiosas, depositó una taza de porcelana junto a un cuenco lleno de gusanitos de queso, probablemente de Sheldon, el pequeño de sus hermanos.

-Jocelyn Farkas ¿me equivoco?- pregunto, esbozando una sonrisa. La chica negó con la cabeza, inclinándose hacia Hugo, buscando su protección ante aquel desconocido.

-No, soy yo en carne y hueso ¿que necesitaba?- respondió a su vez, cruzada de brazos.

-Soy el padre Stevens, conocí a tu padre en la carrera de Teología. Nos hicimos buenos amigos, y bueno...como nos separamos hace tiempo no me había enterado de su fallecimiento hasta ahora. Quería decirte que lo siento muchísimo- explico, levantándose y esbozando una sonrisa conciliadora, que no pareció funcionar sobre la joven debido a las miradas furtivas que la albina le lanzaba.


Notas de la autora: Aquí os presento el primer encuentro con Jocelyn Farkas, la protagonista de "La marca de Mammon", la quinta historia de una saga que tengo en mente. Espero que os guste <3


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