El pasado siempre te persigue

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La música flotaba en aquél ambiente tan cargado. Mavis suspiró, apoyándose en el sillón de cuero que habían escogido para pasar la noche y miro los hielos que flotaba en su vaso. Bryan observaba a un animado Peter, que hablaba de manera atropellada sobre el caso que pocas horas antes habían resuelto.

La joven morena suspiró y dio un trago a su copa, cansada. Una parte de ella quería irse. Pero otra le decía que al menos se quedara, para evitar conflictos con sus compañeros, ya que era la primera vez que accedía a salir con ellos tras una larga jornada.

-¿Y tú Mavis?- la aludida parpadeó, confundida.

-¿Eh?-

-Que qué piensas sobre el caso- repitió Peter, paciente, mientras esbozaba una sonrisa.

-Oh...bueno, era bastante sencillo. Teniendo en cuenta las pruebas, y como se han enlazado con el asesino y la víctima, todo era muy obvio ¿no?- preguntó, logrando que el ánimo de Peter se esfumara rápidamente.

-Oh, bueno, si...era muy obvio- murmuró su compañero. Supo entonces que había metido la pata, y no necesitó la mirada de reproche de Bryan para ello.

-No me hagas caso Peter- suspiró- Es solo que estoy cansada, nada más. Y cuando estoy cansada no se muy bien que contestar a lo que me preguntan- sonrió levemente, consiguiendo que a Peter se le volviera a iluminar la cara.

Se lanzó entonces a hablar de nuevo, y la morena bebió de nuevo. El alcohol quemó su garganta, y sintió como su estómago se revolvía. Gruñó y se levantó de su asiento.

-Creo que me voy- susurró.

-¿Te vas? Pero si apenas llevamos unas dos horas- preguntó Peter, preocupado.

-No he comido nada en todo el día y el alcohol me sienta mal con el estómago vacío- explicó, pasándose una mano por el cabello.

-¿No será qué no quieres estar con nosotros?- inquirió Bryan, con tono jocoso.

-¡Bryan! Si Mavis se siente mal tiene todo el derecho a irse- regaño su compañero.

-Si, si. Lo que tú digas- bufó el aludido, bebiendo de su vaso. Mavis no reaccionó de ninguna forma. Se limitó a dejar dinero sobre la mesa, para pagar su parte, y sonrió levemente a Peter.

-Nos vemos mañana- susurró, inclinando la cabeza, antes de dirigirse a la salida del local.

El aire frío de noviembre golpeó su rostro en cuanto pisó la calle. Suspiró, y se encaminó al metro, dispuesta a irse para casa. Pasaba entre la gente, pero su mente se resistía a atender a los que la rodeaban. En su lugar, una ciudad soleada ocupaba todos sus pensamientos. Antiguos compañeros, y en especial, una persona. El nombre de Frank se repetía una y otra vez en su cabeza.

Estaba obsesionada. Y lo sabía, ella misma sabía que estaba obsesionada con Frank, con su muerte y con todo lo que vivió con él. Suspiró, y no se percató de la despistada figura que venía de frente, que se chocó con ella. Mavis cayó al suelo, apoyando las manos en la superficie, y se quejó, gruñendo.

-Oh, lo siento mucho ¿estás bien?- alzó la mirada a aquella voz y parpadeó, confundida. Era un hombre mayor de treinta, con el pelo negro salpicado por alguna cana, y una barba de tres días. Su piel estaba ligeramente tostada, y sus ojos eran negros como el carbón. Pero algo en él, en el aura que destilaba, le resulto familiar.

-S-Si...n-no te preocupes- murmuró.

-Lo lamento, de verdad. Estaba distraído y...- ofreció su mano, y Mavis la cogió para levantarse.

-No te disculpes, en serio. Yo también estaba distraída, y no vi como llegabas- interrumpió ella, ya arriba. Se quedó unos instantes en silencio, hasta que se percató que todavía sostenía la mano del desconocido- M-Muchas gracias por ayudarme, en serio...y-yo...me debo ir- comentó, soltándose, mientras señalaba la entrada del metto.

-Oh, si, no te preocupes- dijo él, sonriendo.

-A-Adiós...- murmuró, alejándose. Él hombre se quedó en su sitio, mirando la figura de Mavis, como desaparecía entre el gentío. Una melodía interrumpió sus pensamientos y sacó un móvil de su bolsillo.

-¿Gallahad? ¿Qué pasa?-

-John ¿Dónde estás? Te estamos esperando- dijo una voz al otro lado de la línea.

-No te preocupes Gal, ya estoy llegando- contestó, riendo.
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Mavis bajó las escaleras que la llevaban al metro, aunque al entrar al subterráneo, se llevó la mano al pecho, confundida.

Ese hombre...ese hombre...¿Frank?

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