Diamantes de sangre

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Ella se limitó a observarle, permitiendo que el corrosivo ácido del odio envolviera cada parte de su ser. Había sido su culpa, y de nadie más, que todo aquello ocurriera.

A su alrededor se levantaron afilados diamantes, dejándola en el centro, como la joya principal de una corona.

-No hay marcha atrás- le dijo su oponente, esbozando una cínica sonrisa que helaría la sangre de cualquiera.

Mientras el frío se instalaba en su cuerpo, presintiendo lo que allí ocurriría, solo pudo devolverle el gesto con otra sonrisa, cargada del más puro y primitivo de los venenos.

-Eso dilo en el Más Allá cuando estés muerto-


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