Observé la casa que se alzaba como buenamente podía sobre el suelo. Las paredes de madera estaban enmohecidas por la humedad del ambiente. El jardín, cubierto de hojarasca seca, mostraba un estado lamentable, mientras un árbol de raquíticas ramas se retorcía, con angustia, hacia la casa.
Las tres ventanas estaban tapiadas, dando a entender que su dueño hacía mucho que se había marchado, y la puerta, que parecía tener una cruz labrada, mostraba síntomas del paso del tiempo, ya que la blanca pintura había adquirido una tonalidad más bien tirando a hueso.
En definitiva, tenía toda la pinta de ser una casa que Agatha Christie usaría para alguna de sus novelas.
Y no era para más, porque contaban muchas historias sobre ellas: que si un famoso gánster había degollado a su amante en la cama, que si una familia había asesinado a un ladrón, que si un hombre se había suicidado al ser abandonado por la que era su esposa...
El rumor más escabroso residía en la leyenda de que en aquella casa de dos pisos tan corriente había vivido un caníbal que atraía a sus víctimas, usualmente mujeres, para asesinarlas. La manera en que se deshacía de los cuerpos estaba más que clara.
Me estremecí, ajustándome mejor la bufanda al cuello y suspiré, recordando mi promesa. Maldita la hora en que heredé de la familia de mi padre la inevitable manía de aceptar los retos y apuestas que me consideraban. No era más que una temeridad, pero cada vez que alguien me decía "¿A qué no eres capaz de...?", ponía mala cara, le fulminaba con la mirada y respondía "¡Pues vaya que sí soy capaz!"
Y luego me veía haciendo cualquier locura para salir del apuro. Agradecía no haber acabado nunca en el hospital por todas las tonterías que hacía.
Y por todo esto estaba aquí, ante esta casa bautizada como maldita. Por una estúpida e inconsciente apuesta. Margot, una de mis amigas había empezado a contar los rumores por encima. Crímenes, suicidios, robos y escabrosas palabras sobre aquella morada tan normal. Como siempre ha pasado, mi bocaza se abrió para soltar que no era para tanto. Por eso meter la pata se me daba tan bien, así que, aprovechando mis palabras, Hershel, uno de los cuatro miembros varones del grupo, dijo que yo no sería capaz de permanecer una noche dentro de la apodada Casa de los Crímenes.
Con el pecho henchido de orgullo, le aseguré que sí, que nada me pararía, y armándome de valor, preparé una bolsa con algo de comer, un par de mantas y herramientas necesarias.
Atravesé las enredaderas y subí al porche, con un ligero temblor. Debía tener una grabación lo suficientemente larga para confirmar mi estancia allí, así que también llevaba conmigo una cámara. Suspiré mientras con una palanca abría la puerta desconchada.
El olor a humedad y podrido me recibió en cuanto puse un pie en el recibidor. Había una escalera que llevaba al piso de arriba, junto a un pequeño pasillo donde se podía ver una puerta que probablemente llevara a un sótano. A mi derecha vi una sala con suelo de baldosas. Apunté con la linterna el lugar y deduje que en pasado habrían sido naranjas y blancas, pero ahora se veían amarillentas por partes iguales. Me adentré, para encontrarme una cocina repleta de basura. Papeles, polvo por todos lados y herrumbre en los electrodomésticos. Había también una bombona de gas, vacía, y una puerta que llevaba al jardín trasero. Alcé la cámara para empezar a grabar, dando una vuelta por la estancia. Otra puerta que abrí llevaba a una despensa con algún que otro alimento: latas, botes de conservas, pero todo parecía antiguo y seguramente estaría caducado.
Di media vuelta y enfoqué el recibidor, hacia la otra habitación. Era un amplio salón, con una alfombra esponjosa por el moho. Los muebles estaban cubiertos por sábanas blancas, y alguna tenía manchas sospechosas. Una chimenea que haría siglos que no se encendía fue la siguiente en ser iluminada. Los atizadores estaban colocados aparatosamente, y temblé al reconocer en uno una sustancia dura, pero claramente identificable: sangre. Me alejé, en dirección a una estantería y recorrí los tomos con los dedos. Saqué uno de los libros para encontrarme con páginas apergaminadas, cuero ajado y palabras incomprensibles.
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Caja de relatos
De TodoDado la gran cantidad de personajes que poseo, he decidido tomar prestada la idea de GaniFel (lo siento >__<) y crear una obra donde poder subir relatos de mis personajes Aquí podréis encontrar desde locuras mias, hasta información privilegiad...