No tenía caso negarlo.
Aleksandar se dio cuenta de que el vínculo sí tuvo un efecto en él.
La escasez de amabilidad que le demostró Venecia con sus palabras le dolió como si le clavaran miles de agujas diminutas a su corazón, sin embargo, lo lastimó más ver el estado en el que la encontró porque le recordó a sí mismo.
Durante su adolescencia, él era diferente. Tomaba muchísimas pastillas con tal de tener su mente tan sedada que no distinguiera a los vivos de los muertos. Aunque la rehabilitación realmente le había ayudado y esa etapa formara parte de su pasado, le tocó una fibra sensible.
Quería ayudarla. Se preguntó cómo consolar al ángel caído. Supuso que Jure sabría hacerlo mejor. Ahuyentó los pensamientos relacionados con ellos para concentrarse en conducir a la nueva escena del crimen. Turina lo había llamado minutos atrás advirtiéndole acerca del reciente asesinato cometido por el Asesino Descorazonado.
Con cuidado, estacionó frente a la pequeña pastelería ubicada en la Ciudad Alta, no tan casualmente a unas calles del museo. Una reducida multitud estaba amontonada alrededor de la cinta policial que delimitaba la evidencia física. Antes que nada, se colocó los elementos necesarios para proteger la integridad del lugar de los hechos y entró al interior de este.
Una chica de pelo violeta y ojos cafés ligeramente rasgados yacía tendida en el suelo con el cuello marcado y las sillas acomodadas a su alrededor en forma de corazón. Estaba vestida con una camisa blanca manchada de sangre y unos jeans azules salpicados con un líquido rojo. Además del cadáver, allí lo esperaban sus compañeros de trabajo.
―La época más ocupada del año ―soltó Mike, lanzándole un guiño al detective.
―¿Qué tenemos, oficial?
―Pese a que a esta altura no tiene caso repetir la causa del fallecimiento, diré que uso el mismo método de siempre. El predio está limpio. No hay pistas además del cuerpo ―informó Turina sin evitar soltar un bostezo―. Perdón. Todavía no me acostumbro a los turnos dobles. Bueno, el nombre de la víctima es Darka Zec. Tenía veintiuno. Trabaja aquí hace tres años. La dueña del local, Petra Hrdalo, la halló cuando vino a buscar un bolso de ropa que olvidó por accidente. Ella lo espera en la cocina. El resto de la investigación está en sus manos.
La presión de la advertencia del capitán aún le pesaba en la espalda, así que, fue de inmediato. Tafra acompañaba a quien sería la siguiente en ser interrogada. A él le habían levantado la suspensión el día anterior.
―Ya les dije todo lo que sé ―expuso Petra en un tono que reflejaba su molestia.
―Encontramos esta mochila con las pertenencias de la fallecida en el vestuario. Lo enviaré a analizar la estación ―señaló Tafra previo a marcharse.
Su actitud no mejoró desde la ocasión en que lo suspendió. No tardaría en meter la pata otra vez. Mas, el capitán le dio una oportunidad y tuvo que aceptarlo.
―Buenas noches, señora. Soy el detective Neven, estoy a cargo de la investigación. ¿Qué puede decirme acerca de Darka? ¿Qué tan bien la conocía? ¿Cómo describiría su personalidad? ¿Notó algún cambio en su comportamiento? ¿Sabe si estaba en pareja?
―Ella es huérfana. Su tía la crio y se alejaron en cuanto se convirtió en monja.
Esa palabra hizo que se le prendiera el foco. Geliel se había presentado con un hábito, por lo que cabía la mínima posibilidad de que ese fuera el método para elegir a sus presas.
―¿Sabe en qué convento está esa tía?
―No recuerdo el nombre, pero sí la dirección ―aseguró Petra. Aleksandar procedió a anotar la ubicación y resultó ser el anexo a la iglesia en que se dio el funeral de Biserka―. Mire, señor, Darka era una chica extrovertida, le encantaba pensar en voz alta y las bandas de chicos. No le hacía mal a nadie. Lo que sé es que estos días se mostraba consternada. Me dijo que rompió con su novio, Requiel.
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Doncella de los Dioses
ParanormalAleksandar, un detective capaz de ver fantasmas, investiga una serie de asesinatos peculiares que lo arrastran hasta Venecia, quien ahora es la excéntrica dueña de un museo sobrenatural en el que las exhibiciones son entregadas por cualquier persona...