(18) Mafia de los Muertos

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El amanecer arribó como un barco en el puerto equivocado. Nadie quería que llegara, mas lo hizo sin importarle la opinión ajena. Aleksandar lo podía sentir en las caras de los transeúntes.

Ya habían abandonado el cuarto de hospital para darle espacio al padre de Pavel y se dedicaron a transitar por las calles de la ciudad decorada con los aires invernales, entre tanto, aguardaban por las respuestas a las esquelas de Amaranta. Fue una sugerencia de Venecia. Supuso que tenía la esperanza de encontrarla de casualidad durante la espera igual que a un gato perdido. Obviamente, su estrategia no iba funcionando y ninguno se atrevía a decírselo.

El peso de los acontecimientos recientes aumentaba con cada paso con el que no se topaban con Darka.

Aleksandar le daba vueltas a la historia que le relató, los dichos de Geliel y un modo de conectarlo. Todavía no unía todas las piezas, incluso si había recolectado tantos retazos como era posible. Había algo en su mente que se lo impedía. Estaba bloqueado y carecía de la clave. Quizás era el cansancio o la falta de experiencia en el terreno paranormal, sin embargo, empezaba a dudar de sus propias habilidades.

En un momento doblaron la esquina de la acera y Venecia soltó un grito previo a desaparecer. La causa fue un fantasma que se ubicaba a unos metros de distancia que de espaldas poseía un aspecto similar al de Darka al poseer un atuendo parecido y el pelo idéntico bajo el velo gris de la muerte. Debido a eso, corrieron en dirección a ella a la vez que Amaranta recibía una nueva esquela fantasmal. En cuanto llegaron, la cara de decepción del ángel y la revelación del rostro de la desconocida descartaron la posibilidad.

―¡Socorro! ―exclamó Amaranta y los presentes se pusieron alerta.

―¿Qué pasa, Mimin? ―cuestionó Venecia, preocupada.

―Nada.

―¿Y por qué gritarías eso en plena calle? ―inquirió Jure, casi riendo con incredulidad.

―Porque ese es mi nombre ―declaró la desconocida que habían confundido con Darka, cruzándose de brazos.

Aleksandar frunció el entrecejo. Pavel chasqueó la lengua. El ángel y el demonio intercambiaron miradas como si tuvieran el mismo pensamiento.

―Eso debe ser útil en emergencias ―expuso Venecia con optimismo.

―No tanto si estoy muerta ―corrigió el fantasma.

―Tampoco dije que era un salvavidas.

―Viniste rápido ―comentó Socorro, observando a Amaranta.

―Socorro es quien me acaba de mandar una esquela ―le explicó ella al resto.

―¿Así que tú sabes algo sobre esta Mafia de los Muertos? ―interrogó Aleksandar, recomponiendo su seriedad.

―No solamente eso, pertenezco a ella ―expuso Socorro con orgullo.

―¿Nos llevarías con tu jefa? ―quiso saber Pavel.

Socorro entrecerró los ojos, meditándolo.

―Me juego el pescuezo al presentarlos. ¿Qué hay para mí?

Por supuesto que también había que sobornarla a ella, pensó el detective.

―Nuestra eterna gratitud ―masculló en voz alta para variar.

―Necesito más que eso ―negoció Socorro previo a dirigirse a Jure―. Tú, Pecado Capital. ¿Tienes huesos de dragón?

Aleksandar nunca vio a aquel demonio tan ofendido.

―De ninguna forma hurgaré en las tumbas de esos animales maravillosos para que los tengas en una vitrina.

―No es para eso. Escuché que sirven para calmar los síntomas fríos de la enfermedad del querubín ―se justificó ella.

Doncella de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora