(19) Super Sherlock

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Su conexión con la realidad estaba rota. Todo lo que ataba a Venecia al suelo se había roto y la sensatez se fue volando igual que un globo en medio de un tornado. Lo único que quedaba tras la devastación eran las verdades que Geliel había revelado solamente para jugar con su corazón en un tipo de tortura emocional.

El descubrimiento del parentesco entre Darka y Darachiel le había afectado de distintas maneras. Sentía ira, tristeza, cariño y esperanza. Sus emociones se dividían en diversas ramas que al final integraban las raíces de un árbol seco que de algún modo empezaba a dar frutos dulces y venenosos.

Volvía una y otra vez a aquel callejón donde cayó y su mente repetía sin cesar el momento en que Mihael le arrancaba el corazón a Darachiel. Repasaba la escena y su expresión de miedo a sabiendas de que ella moriría ignorando la verdad del linaje que había creado luego de haber deseado tanto poseer una familia por su cuenta. Una solitaria palabra hacía eco en su interior igual que un cántico que le rasgaba la garganta: injusto. Salvo que lo más inaceptable era que los homicidios fueron una especie de prueba y error para averiguar quién pertenecía a su descendencia y continuar con aquella maldición injustificada que le impedía ser feliz a todos los involucrados.

Venecia había entregado su cabeza en bandeja de oro y ahora los fantasmas de su pasado festejaban a su alrededor antes de devorarla como si fuera el plato principal.

No podía parar de comparar el rostro nítido de Darka con la cara borrosa de Darachiel. Por supuesto, no había similitudes físicas, sin embargo, trataba de encontrar el parecido de todas formas. Los nefilim solamente heredaban un porcentaje de sus poderes sobrenaturales de sus progenitores angelicales y el resto de la genética provenía de los mortales al ser mitad ángeles y mitad humanos. Además de que la sangre celestial se iba diluyendo con el paso de las generaciones, ellas no se parecían en nada. A pesar de ello, se aferraba a la idea de que formaban parte de la misma familia y se esforzaría por salvar a Darka como no pudo proteger a su amiga.

Los asesinatos eran el principio de algo más grande.

De un momento a otro, notó la presencia de Jure a su lado, parpadeó exageradamente para enfocarse en el escenario actual y aflojó los brazos a sus costados.

―Atliel te pregunta si los envía por el correo instantáneo de la Oficina Paranormal o quieres llevártelos ―se adelantó a informar él antes de que ella siquiera pudiera preguntarle.

―Dile que sí ―contestó sin la necesidad de especificar que escogía la segunda opción.

Se hallaban en la sala de estar de la casa de Atliel. El aspecto delicado y tranquilo de la decoración no iba con la personalidad del ángel malhumorado, aun así, era agradable.

Contaba con unas paredes de piedra, un pequeño cuadro que funcionaba igual que una cámara de seguridad y un sillón de tres piezas con cojines de colores otoñales. Además, había una mesa ratona de fresno con cristal sobre la que descansaban unas degenias y un nuevo aromatizante de ambiente que poseía un encanto que obligaba a los visitantes a decir la verdad con su perfume.

La iluminación que provenía de una ventana destellaba tan fuerte que confundía a sus ojos, por lo que viró y acabó por observar a Jure. La luz ambarina se filtraba a través de su cabello oscuro y le daba a su rostro un aura cálida. Lucía atractivo, más bien hermoso. Incluso le daba miedo tocarlo porque temía que desaparecería.

La última vez que Venecia había ido fue con el detective y se quedaron en la entrada porque Atliel no confiaba mucho en los extraños, es decir, en Aleksandar. También recordaba que allí había llamado al demonio para volverse a ver después de dos décadas. No había pensado que terminarían así cuando lo hizo. Tal vez si no lo hubiera hecho, las cosas hubieran resultado diferente. Carecía de elementos para averiguarlo. Ella no podía viajar en el tiempo.

Doncella de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora