(24) Cacería de asesinos

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La culpa lo sacudió igual que una brisa helada. Aleksandar fue consciente de su propia respiración ante la expresión que sugería que Amaranta planeaba ahorcarlo y también a Pavel.

―¡Váyanse! ―exclamó ella en cuanto terminaron de contarle la sugerencia de Mihael para atrapar al asesino.

Los detectives intercambiaron miradas como si no supieran qué hacer.

―¿Qué? ―articuló Pavel.

―Me oyeron. Váyanse ―repitió Amaranta, señalando a la puerta de entrada y salida del museo―. Especialmente tú.

Mihael había estado distraída, jugueteando con los objetos dispersos en la recepción, y su atención regresó a la conversación debido al pedido, no, a la orden emitida por el fantasma.

―¿Por qué yo? ¿Qué hice esta vez?

―Por lo que contaron, la brillante idea de utilizar a una niña como carnada fue tuya.

Por otro lado, Darka, el tema principal de conversación, se hallaba a varios metros, segura y estudiando las exhibiciones del museo, mientras intentaban decidir si pedirle o no que los guiara al asesino. A comparación de los demás, era la más joven después de todo y la trataban como la niña del grupo para protegerla. Lo que a Aleksandar le pareció extraño fue que Pavel había resaltado el hecho de que ella había intentado escapar en numerosas ocasiones, sin embargo, desde que ellos arribaron no lo hizo ni una vez.

―No entiendo. ¿Para ser carne no debería estar viva? ―replicó Mihael con seguridad y Aleksandar se percató de que ella pensaba literalmente en el cebo que se usaba para cazar.

―Habla de un señuelo, no de carne ―le susurró él para que entendiera y el serafín chasqueó la lengua, aceptando su error de comunicación.

―No quiero aprovecharme de nadie, estoy tratando de ser práctica.

―O solamente estás siendo tú.

―¿Qué se supone que significa ese tono?

―Todos saben que la Ciudad Dorada es un desastre ahora que dos de sus ángeles más conocidos resultaron ser unos asesinos. También sé que había una recompensa para quién encontrará a Geliel e imagino que habrá una más grande para Adriel ―argumentó Amaranta sin tropezarse con las palabras a pesar de su rapidez al pronunciarlas. Su información provenía del grupo que el detective conoció en la Oficina Paranormal y Lucifer.

―¿Y? ―bufó Mihael.

―Eso me hace creer que tú prendes cobrarlas y no te importa volver, confundir a mi amiga, y manipular a quien sea en el proceso. Lo único que te interesa es subir en la jerarquía de tu maldito cielo.

Aleksandar y Pavel retrocedieron un paso para no intervenir en una discusión que parecía ser inevitable.

―Yo soy lo más alto en ese maldito cielo. Dirijo la bendita Catedral Suprema y soy la que puso esa recompensa para acelerar las cosas y ayudar, incluso si no se enteraron ―replicó Mihael, defendiendo su punto de vista―. ¿De verdad soy tan malvada o simplemente hago las cosas malas que los demás no quieren hacer?

Si Aleksandar se ponía a reflexionar, tal vez tendría un punto.

¿Por qué todos los ángeles se interesarían en dos caídos?

Había uno al que particularmente lo haría y era Mihael.

Ella los quería capturar y lo hizo su prioridad.

―No cambia el hecho de que lo que sugieres es inhumano ―repuso Amaranta, bajando el enojo en su voz―. No dejaré que la pongas en peligro.

―Está muerta.

Doncella de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora