(11) Hablando del Diablo

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Un ruido infernal despertó a Venecia. Era el sonido de un portal siendo abierto en su sala. Honestamente, sonaba como un pequeño tornado que perturbaba su descanso. Para trasladarse en un mismo plano, la gente se teletransportaba, y para viajar entre planos, se abrían portales. Ruidos portales.

Había apagado su conciencia después de esperar despierta a Jure con Darka haciéndole todo tipo de preguntas sobre él. Abrió los ojos de mala gana y efectivamente el demonio estaba caminando hacia su cocina, siendo seguido por el fantasma molesto que se negaba a abandonar su departamento. El reloj de pared marcaba las ocho de la mañana con algunos minutos. De seguro en el Averno nunca amanecía.

―Un desayuno que vino directo de Italia ―dijo Jure mientras ella se sentaba.

―¿Qué hiciste? ―consultó, desconfiada.

Él se deslizó por el sofá con su actitud relajada al vestir una camiseta azul ártico y unos pantalones claros. Siempre procuraba ser caballeroso igual que la mayoría de los miembros de la nobleza demoníaca, mas la última ocasión en la que le dio un tentempié de esa clase, su anterior edificio terminó quemándose a causa del fuego eterno.

―¿Te acuerdas que ayer me fui por una emergencia?

―Sí, ¿cómo olvidarlo? Me dejaste sola con el loro fantasmal que ya ni siquiera hace pausas para respirar al hablar.

―¡Es que ya no necesito oxígeno para vivir porque estoy muerta! ―exclamó Darka, ocupando el sillón individual―. Oye, creí que nos estábamos amigando, que teníamos algo en común.

―Lo único que compartimos es nuestro gusto por el sagrado K-pop. Luego de eso, nuestra relación es como el Vacío.

―¿Y qué hay de él?

Jure suspiró, contemplando a Venecia sin igual.

―Lo siento, soy el demonio de un ángel.

―Pero ayer la vi ser amorosa con el detective.

―Eso no tiene ningún sentido ―murmuró Venecia―. No soy buena en el amor

―A mí no me parece ―replicó Jure, torciendo la boca en una sonrisa.

Ella se sonrojó como no lo hacía en años ante la frase. El sexo y la seducción eran dos cosas distintas en su totalidad. Una se mejoraba con la práctica y la otra era un arte que dependía de la suerte. Jure calificaba como un experto natural en ambas materias. No existía un individuo con la capacidad de negarse a su atractivo nato.

―En cualquier caso, los datos de nuestra relación abierta no te conciernen ―indicó la rubia y el demonio concordó.

―Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana ―murmuró Darka para variar.

―¿Por qué hablas de sexo anal? ―planteó Jure, extrañado.

―¿De dónde sacaste que me refería a eso?

―No es mi culpa ser un demonio sexual.

―Nadie te está culpando, demonio mío. Eres magnífico, tal como eres ―aseguró Venecia, riéndose con las inocentes y a la vez lujuriantes palabras.

―¿No sería oral? ―indagó Darka con el tema deambulando en su cabeza.

―No ―afirmó Jure con sabiduría.

―Así que, volvamos al hecho de que pude hacer que Claudia pulverizara a Kiki y me aguante porque no me enojo con la facilidad que piensas.

La rubia se arrepintió al instante de pronunciar el apodo «Kiki». Pues Darka curvó los labios hacia arriba en una sonrisa aterradora.

Doncella de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora