Capítulo 8

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"Si me miras y no te miro no pienses nada. Compréndeme"

-Mario Benedetti.

Nos encontrábamos frente a la misma puerta enorme de la primera vez que vine aquí. Otra vez más para ser aniquilada por la anciana de mirada intimidante. Estaba igual de nerviosa y ansiosa.

Una chica joven con uniforme de criada nos abrió la puerta y los dos entramos sin mediar palabra como en todo el camino. Yo lo seguí en silencio por el mismo pasillo lleno de cuadros hasta salir al jardín donde habían pequeñas mesas circulares con intentos de sombrillas en forma cuadrada a una esquina cerca de la piscina.

Rodeamos la piscina hasta el otro lado para acercarnos a unas tumbonas que estaban bajo pequeñas cabañas donde se encontraban los dichosos amigos de Stephan.

Al llegar Stephan siguió de largo y se tiró en una de las tumbonas dejándome parada como una estúpida con los ojos de todos sus amigos sobre mí. Lo miré para que hiciera algo, pero el muy degenerado estaba acostado muy plácidamente con los ojos cerrados y un brazo sobre su cara.

—Stephan ¿no piensas presentarnos a tu novia?—preguntó con una sonrisa aparentemente sincera un chico de cabello negro con mechones blancos y facciones tan delicadas que no se sabía si era mujer o hombre.

—Ella tiene boca, puede presentarse sola. —el muy cínico ni siquiera levantó la vista.

—¿Peleitas de novios tan pronto? —preguntó burlona una chica de pelo rojo con reflejos castaños, varios tatuajes en un brazo y un piercing en la nariz —juro que me tuve que aguantar para no hacer una mueca ¿Qué hombre de negocios tenía amigos tan... especiales?

La chica estaba sentada en una tumbona al lado de un chico que estaba acostado mirándome muy serio con unos ojos color avellana que daban casi tanto miedo como los de Stephan y su pelo castaño totalmente desordenado.

—Bueno ya que el idiota de Stephan no te piensa presentar pues me presento yo. —se levantó una chica muy delgada de rasgos asiáticos y caminó hacia mí extendiéndome la mano —Mi nombre es Leyla.

—Isabella. —tomé su mano con una sonrisa forzada. 

—¿Isabella? —saltó el chico con facciones de chica —Stephan, no puedo creer que la hayas encontrado.

De la boca de Stephan salió un simple 'Mmmm' aún en la misma posición. Yo estaba comenzando a perder la paciencia de verdad. Sentía como la sangre comenzaba a circular con demasiada rapidez, tenía el pulso acelerado y eso no era buena señal.

Tranquila Hera, es el precio de tu trabajo. Necesitas este dinero. Resiste.

—Por cierto, —volvió a hablar el mismo chico —mi nombre es Chein y este vagabundo que casi no habla
—señaló al chico de ojos avellana —se llama Polo.

—Y yo —levantó la mano la chica pelirroja —Hata.

Volví a fingir una sonrisa apretando con fuerza el bolso en mi mano y asintiendo lentamente. Estaba tratando de respirar para no explotar, pero eso sólo me alternaba más al recordar que era el psicópata de Stephan quien siempre me lo decía.

Complicidad Frente A OtrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora