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Llevaba un vestido a blanco y negro con la espalda descubierta, era de esos vestidos que la mitad del diseño son de un color con mangas largas y el otro lado haciendo contraste con un tono opuesto, me estaba arrepintiendo con mi decisión, pero no ...

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Llevaba un vestido a blanco y negro con la espalda descubierta, era de esos vestidos que la mitad del diseño son de un color con mangas largas y el otro lado haciendo contraste con un tono opuesto, me estaba arrepintiendo con mi decisión, pero no me eché para atrás.

Uxue se había ido en cuanto me escuchó meterme a la ducha y aunque ya no estaba enojada ninguna dijo nada; las dos éramos lo suficiente orgullosas como para hablarnos después de un pleito. Lance tenía el cabello bien acomodado, llevaba un conjunto azul que le quedaba muy bien, mientras que Amber dejaba relucir sus abundantes rizos, su jumper corto de un color vino la hacían lucir diferente, muy bonita y menos responsable.

—Lo que hace un buen baño —dije refiriéndome a todos—¿Dónde está Phil?

—Andrea le llamó, iban a un entierro —dijo el castaño.

—¿Murió alguien? —Fruncí el ceño.

—Un entierro, Bri. —La sonrisa pícara que tenía la morena me hizo no preguntar más.

—Idiota.

Él fabricó una sonrisa mostrando todos sus dientes mientras negaba divertido.

—Eres muy inocente —musitó a mi lado.

—Y él muy idiota.

Entre peleas infantiles por las canciones en el radio, platicas banales de los clientes más molestos en el trabajo, llegamos. Lance no sabía manejar, pero Amber lo hacía de maravilla, no me había permitido detallar el lugar la primera vez que vine.

El jardín principal era pequeño, pero algunas plantas altas—de esas puntiagudas—estaban dispersas dándole un toque vivo, los grandes ventanales que eran cubiertos por cortinas grises, no había tantos carros aparcados como la primera vez que vine y de cierta forma eso me hizo sentir más tranquila y cómoda con el lugar.

—Aquí vive Kilian —escuché decir a la morena.

—¿Es tu ex novio, no? —cuestionó Lance, dándole una sonrisa de comprensión.

—Sí —murmuró—solo tiene tres semanas que terminamos.

—Que le den —me escuché decir—. Hoy vamos a divertirnos.

La puerta se abrió y casi me bofeteé mentalmente cuando recordé que no sabía la contraseña de la fiesta. El mismo chico afro que nos recibió la primera vez estaba ahí con un sombrero de plástico y un vaso en mano.

—Oh, Amber —saludó sorprendido—pasen.

Eso es lo que pasa cuando tienes amigos.

En la sala sí había muebles, la música resonaba y una hilera de luces neón colgaba del techo, haciendo que el ambiente luciera fiestero; unas veinte personas estaban bebiendo ponche alrededor de la casa con música en un tono medio. El lugar de verdad era espacioso y me sentí un poco mejor cuando Amber se pegó a mí.

EL DESEO QUE PEDÍ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora