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Decir que Nahum me había buscado sería mentir

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Decir que Nahum me había buscado sería mentir.

Decir que el mal humor no era parte de mí, también.

Decir que los últimos días había dormido bien también lo sería. Había aprovechado mis horas sin empleo y de insomnio para hacer el proyecto que debía entregar, sobre las estrategias de aprendizaje. Debía escoger las cualidades y defectos de dos personas, y hablar sobre como creía que aprendían.

Había elegido a Fabiola y Uxue, sin embargo, mi cerebro solo iba al idiota de Nahum Wembley. Por más que yo intentaba entender que había pasado, algo lógico no llegaba a nada y eso solo me perturbaba, por ende no me dejaba realizar mi tarea.

Así que había cambiado a Fabiola por Nahum, tal vez el maestro había mencionado cuando entregué el proyecto mi posible rencor con el mencionado, porque había mencionado un par de veces lo idiota y egoísta que podía ser.

¿Por qué? Simple, no entendía nada.

Idiota.

La buena noticia fue que el profesor dijo que tener dos personas con diferente tipo de personalidad y aprendizaje había hecho mi trabajo fácil de leer. Y la nota más alta se plasmó en la plataforma hoy en la mañana. Así que sí, el idiota de Nahum me había ayudado inconscientemente.

Estaba botada en el sofá con la boca llena de chocolate de la tienda expendedora de la universidad, la cual saqueé antes de venir a casa. Fabiola ya había regresado, Uxue estaba morreándose a Kilian en la habitación. Sí, habían regresado o eso parecía.

No había nada en el televisor, nada. Quería ver una película pero no tenía un portátil disponible. No quería abrir la puerta de Uxue y encontrarme con una escena que me traumaría de por vida, eso y que llevaba unos pantalones cortos más sucios -de chocolate-que la conciencia de Lance.

Así que solo me quedaba una opción que probablemente me costaría la vida.

Me levanté para tocar la puerta de Fabiola, casi como si supiera mis intensiones cuando estaba a punto de dar el segundo golpe la rubia abrió la puerta de par en par con cara desdeñosa.

—¿Qué?

—¿Quieres ir al super?

—No. —Estaba apunto de cerrar la puerta, pero sonidos perturbadores salieron de la habitación de Uxue haciendo a la rubia poner cara de hastío—. Pensándolo bien, sí. Solo ve a cambiarte esos pantalones de indigente glotón.

—No son de indigente glotón —dije defendiendo mis preciados pantalones. Estaban un poco desgastados, la mezclilla ya estaba delgada y tenían chocolate por todos lados pero eso no los hacía de indigente.

—Lo que sea. —Me aventó una sudadera a la cara cuando los gritos aumentaron—. Solo ponte esto, no se notará.

Dicho esto haló de mi brazo sacándome de aquel lugar. Fabiola tenía ojeras pronunciadas en los ojos, pero quién era yo para cuestionarla cuando estaba igual o peor. El frío aire me recibió erizando la piel de mis piernas descubiertas, era cierto, la sudadera cubría el chocolate luciendo como si no tuviese nada más que mis converse negras y una sudadera grande.

EL DESEO QUE PEDÍ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora