26|Primera parte.

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Cuando abrí los ojos apenas eran las cinco de la mañana

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Cuando abrí los ojos apenas eran las cinco de la mañana. Nahúm tenía sus brazos enredando mi cintura y una pierna afuera de la sabana. Tenía la piel cremosa realmente cálida, mis ojos se cerraron automáticamente y quise hundirme a dormir, pero no tenía ropa para ir a la escuela y debía presentarme a exponer mi caso en dirección aunque ni siquiera sabia el nombre del rubio, así que era hora de ponerme en marcha.

Tenía que ir a la escuela y pasar a casa antes que todo.

Cuando me di vuelta para soltar el agarre del moreno sin despertarlo, lo escuché quejarse. Según el horario que estaba detrás de la puerta hoy comenzaba sus clases a las diez, así que le quedaba bastante tiempo para dormir.

Estúpido horario, no sabía en que pensaba cuando lo escogí.

No pensabas.

Menuda conciencia malvada.

Me bajé de la cama sin hacer ruido, pero al parecer no lo logré por que escuché la voz de Nahum a mis espaldas.

—¿A dónde vas? —cuestionó con voz somnolienta, grave.

—Debo ir a escuela, ya sabes es lugar donde estudias y al que nunca te he visto ir.

—Eso es porque no me ves todo el día, Dory.

—Ajá.

—Pero podrías, mudarte me refiero.

Me espabilé, ni siquiera una ducha hubiera sido lo suficiente capaz de lograr el efecto que las palabras de Nahúm. Ayer, habíamos hablado durante mucho tiempo sobre cómo se sentía, como aprendió a vivir con la ceguera facial y lo mucho que agradecía no tener que verle la cara a su padre. Un poco más tarde hablamos sobre el idiota que intentó poner sustancias en mi bebida y sobre que debía hablarlo en la escuela. Después la noche pasó hacer un poco más diferente...

Había dormido un par de veces en su casa, pero jamás me había planteado la idea de vivir bajo el mismo techo, no es que no quisiera, era solo que...

—No debes responder ahorita, piénsalo.

—Debo hablarlo con Fabiola y Uxue, no es que no quiera pero, ya sabes.

Se levantó completamente de la cama y caminó hacia a mí depositando un beso que me dejó más mareada de lo normal, quizá sí, no había nada que pensar.

¡Nos mudamos con el moja bragas!

—Espera —dijo, como si apenas reaccionará sobre algo demasiado caótico—¿Pensabas irte a casa sola, a las cinco de la mañana?

—No sola, iba a ir con el conductor del taxi.

—Se supone que yo soy el chico del Uber, tu novio, así que despiértame a la hora que sea para lo que necesites —. Una sonrisa picara apareció de la nada—. Hablo muy enserio cuando digo lo que necesites.

EL DESEO QUE PEDÍ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora