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No iba a ser amable

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No iba a ser amable.

No iba a intentar socializar y muchos sacaría platica.

Si Uxue quería que fuera, lo haría.

Dejé la bolsa en la cocina con mi uniforme y las zapatillas altas, solo había puesto un poco de brillo rojo en los labios y dejé caer mi cabello. Busqué con la mirada a Phil en la cocina pero, no estaba. Cuando di la vuelta encontré a Lance de brazos cruzados dándole una mirada asesina al chico frente a él.

Nahum.

—Bonita elección de zapatos —dijo.

Él iba guapísimo. La mirada verdosa tenía un par de destellos dorados a contra luz, llevaba curiosamente un pantalón negro y una camisa blanca con una chaqueta de un gris extraño y su cabello, como siempre, iba desordenado.

—Déjame adivinar. —Sonreí inconscientemente—. Tú eres la cena.

Que. Acabo. De. Decir.

No. Eso no era lo que quería decir.

Amber casi escupió un pulmón cuando me escuchó.

—Yo diría que soy como un postre —bromeó.

—No quise decir eso, era, ya sabes.

La cara me ardía de vergüenza.

—Entendí que quisiste decir —relamió sus labios divertidos. En definitiva ese hombre debía tener una clase de hipnosis que hacía que mi corazón estuviese acelerado por estar cerca de él.

—¿Estás de acuerdo con esto o tampoco sabías?

—¿Por qué no habría estar de acuerdo? —levantó la ceja, curioso.

Sentí las miradas de los chicos a mi espalda y eso me puso más nerviosa de lo que admitiría en voz alta, esa sensación se intensificaba cada vez que Nahum casi rozaba uno de sus brazos con los míos, él estaba muy sereno, pero yo pude haberme desmayado en cuanto no llegáramos al destino. Cuando salimos frente a la acera estaba aparcada una Jeep Wrangler negra.

Esta sonó cuando Nahum apretó uno de los botoncitos de las llaves. Tenía un gran rayón en la parte trasera, parecía un golpe viejo. Él se adelantó, casi vi todo en cámara lenta, Nahum abriéndome la puerta del vehículo.

—¿A qué te dedicas? —solté de repente.

Él pareció un poco sorprendido por mi pregunta, pero una sonrisa se dibujó en sus labios creando pequeños hoyuelos a los lados de la comisura.

—Yo me dedico a muchas cosas —respondió poniéndonos en marcha—. Por ejemplo, a ser el chofer de chicas de converse blancas.

—¿Y te pagan bien? —pregunté. No sabía si era por la camioneta pero, Nahum tenía una forma bastante peculiar de tentar sus ganas de vivir mientras manejaba, era prudente, respetaba los semáforos pero en cuanto se ponía en marcha seguro San Pedro estaría listo para recibirnos.

EL DESEO QUE PEDÍ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora