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Habíamos charlado todo el camino sobre música, él me enseñaba cultural musical —sus palabras, no las mías—incluso dijo que me enviaría un par de canciones para que las escuchara

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Habíamos charlado todo el camino sobre música, él me enseñaba cultural musical —sus palabras, no las mías—incluso dijo que me enviaría un par de canciones para que las escuchara. Se le había hecho un pequeño moretón cerca del cuello, un color rojizo que se estaba pintando un tanto violeta se asomaba.

Ya me había disculpado como mil veces, diciendo que me dejé llevar por el momento. Una de los reumáticos se había ponchado en el camino, así que tuvimos que esperar como una hora en la carretera porque no llevaba llanta de repuesto.

—No más juegos que saquen la guerrera que tienes dentro —dijo.

—Fue de lo más divertido.

—Creo que me he roto las costillas de tanto disparo.

—Disparé con cariño —me quejé.

—Eres muy romántica.

El tono de broma en sus palabras fue claro, pero yo preferí no escuchar. Bajé un poco la ventana dejando que el aire fresco se filtrara por esta. 

—¿Verdad que sí? —chillé.

—Sí, la mejor.

—Noto el sarcasmo que lo sepas.

—No me has dicho cuál es tu deseo —dijo cambiando de tema. Ya casi llegábamos al piso y aún no había decido qué quería.

—Aun me lo pienso.

Mi teléfono comenzó a sonar y el nombre de mamá apareció en la pantalla, y me di cuenta que tenía más de cinco llamadas perdidas. Nahum fingió que no me estaba viendo de reojo y posó su mirada en la carretera.

—¡Briony! —gritó, tuve que alejarme el teléfono para que no se me reventara el tímpano—. ¿Qué es más importante que responderle a tu madre?

—Lo siento, mamá, estaba ocupada.

—Cariño, cariñito —musitó, vi como Nahum fabricaba una sonrisa divertida—me ha dicho tu jefa que ya no trabajas más ahí. Sé que no estas en casa —suspiró dramáticamente—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —dije—. Supongo que servirá para estudiar.

—Cariñito, tu padre quiere que vengas este fin de semana. Te queremos ver.

Le di una mala mirada a Nahum que intentaba levantar la oreja para poder escuchar mejor. Un auto tocó el claxon hacía nosotros porque Nahum había cambiado de carril intentando estar de cotillo.

—¡Nos vamos a matar, pesado! —chillé.

—No nos vamos a matar, pesada —repitió imitando el tono con el que dije la ultima palabra.

—¿Con quién estás? —. Mamá se lo pensó un segundo—¿Es ese chico guapo?

—No, mamá —mentí—. Es solo un pesado que sacó la licencia de conducir por puro milagro.

EL DESEO QUE PEDÍ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora