27.

1K 191 68
                                    

Ya habían pasado dos semanas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ya habían pasado dos semanas.

Habíamos tenido un par de citas y poco a poco llevaba cosas a la casa de Nahum, inconscientemente ya tenía mis tenis negros y un par de mudas de ropa, no había querido decirles a las chicas porque no sabia como lo iban a tomar y para ser sincera me daba miedo. Y desde hace una semana y media había tenido las ganas de salir a correr por las mañanas, era un poco liberador sentir que mi corazón se aceleraba a causa de la actividad física, ya casi no me cansaba al subir las escaleras y podía sentir un poco menos de estrés en la escuela, de vez en cuando me encontraba a Dayana cerca del parque corriendo o calentando mientras observaba la clase de zumba que daban para adultos mayores a las ocho de la mañana.

Según ella el entrenador estaba más que en forma.

Crucé la acera rapidísimo, mis pulmones se llenaron del aire fresco de otoño que navegaba filtrándose por los ventanales en la ciudad, me coloqué los audífonos y eché a correr en dirección contraria al parque de regreso al piso mientras dejaba que alguna canción de las spice girls saliera colándose por mis oídos y me diera ánimo para aumentar un poco el ritmo.

Estaba un poco cansada y demasiado sudada que podía sentir mi ropa un poco pegadiza.

Al doblar la esquina el corazón se me detuvo cuando lo visualicé de brazos cruzados, nuestras miradas hicieron contacto y yo intenté fingir que no me había dado cuenta, estaba un poco ojeroso y tenía el cabello rubio despeinado. Se encontraba un poco lejos del edificio y muy, muy retirado de su zona.

—Se que me viste, Bri.

—¿Me estás siguiendo? —cuestioné con el matiz más áspero que de costumbre. Giré esperanzada a que pasara alguien y pudiera ayudarme.

—No es lo que piensas.

Seguí caminando apresurando el paso, las piernas me temblaban y el corazón comenzaba a sentirse como un martilleo interno.

—Entonces deja de seguirme mientras camino.

—Vine a disculparme —respondió en un tono apenas audible.

Pero yo me fiaba, aunque su respuesta me tomó por sorpresa la verdad era que no le creía.

—Pudiste enviar un mensaje y listo, Jules.

—Me has bloqueado de todos lados.

—Existe el mail, por si no estabas enterado.

—Solo quiero que sepas que nunca fue mi intensión lastimarte —dijo, pero, al mismo tiempo haló de mi sudadera deportiva para darme vuelta, otra vez el miedo súbito apareció viajando por mi torrente sanguíneo; su tacto fue suave, sin embargo este podía solo presionar fuerza para lastimarme. Mi mirada se encontró con la suya, un frío me recorrió el cuerpo entero cuando dio un paso más—. De verdad lo lamento y si tú me perdonas te prometo que nada de esto volverá a pasar, nosotros nos merecemos...

EL DESEO QUE PEDÍ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora