Capítulo 17

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Natalia sonrió para sí al girar hacia la urbanización de su madre y de Alba. Sara tenía razón en que tener vida privada era muy importante para la salud. Por supuesto, Natalia adoraba su trabajo y no le importaba dedicarle tantas horas como fuera preciso, pero era agradable tener un largo fin de semana por delante sin tener que estar pendiente de su bandeja de correo. En lugar de eso, podía pensar en Alba, que al fin y al había ocupado cada uno de sus pensamientos de las últimas semanas, desde que hablaron en el picnic del día del trabajo. Había estado buscando una excusa para volver a verla y al final la había encontrado: Alba estaba lavando su pequeño deportivo en la entrada de su casa, Natalia paró en la curva y bajó del coche. 

—Siempre había creído que lavabas el coche en la bañera. Puede que en una bañerita para coches o algo así.—Muy graciosa. —Alba le dedicó una sonrisa irónica mientras cogía la manguera para aclarar el parabrisas y rociaba el suelo con toda la intención muy cerca de donde estaba Natalia .—¡Eh! Eres un peligro con eso en la mano.—No lo dudes ni un segundo.—No me das miedo —contestó Natalia con otra sonrisa traviesa, sin importarle lo más mínimo que Alba pudiera aceptar su desafío.—¿No has oído lo que dicen? Muerdo más que ladro.

Dicho lo cual, agitó la manguera de nuevo y le empapó las bambas a Natalia a propósito. Impertérrita, Natalia se acercó más, ignorando el chapoteo de sus zapatillas.—Qué valiente —dijo Alba. —¿Qué te trae por aquí en este bonito día?—Venía a ver a mi madre, pero de repente he pensado que sería un buen momento para lavar mi coche.—¿Qué pasa? ¿Que en tu casa no tienes agua?—Sí, pero no se me da tan bien como a ti. Yo el agua se la echo al coche, no a la otra gente.

Alba sacó un trapo jabonoso de un cubo y se lo tiró a Natalia, que lo cogió, pero no sin que antes le empapara la camiseta. Natalia negó con la cabeza y empezó a frotar el parachoques del coche de Alba.—¿Esto significa que después podemos hacer el mío?—Claro, ¿por qué no? —Alba siguió dándole con la manguera mientras Natalia frotaba. —Te has dejado un trozo.

Natalia suspiró y la miró de reojo. —A lo mejor deberíamos cambiar de sitio. Tú frotas y yo me hago la graciosa con la manguera.—Eso sería muy estúpido por mi parte, ¿no?

Natalia se daba cuenta de que Alba estaba haciendo todo lo posible para no sonreír. Dejó el trapo en el cubo y se incorporó.—Creo que sería una oportunidad excelente para demostrar que se puede confiar en mí.

La expresión de Alba se volvió seria de repente.—Te queda mucho para eso.

 Desafiante, Natalia dio un paso al frente y le cogió la manguera a Alba.—Por algo tendré que empezar.






Natalia golpeó la puerta de su madre con los nudillos al entrar en la casa, para anunciar su llegada.—¿Mamá? ¿Hay alguien en casa?

El apartamento estaba en silencio, cosa rara ya que la puerta no estaba cerrada con llave y Natalia había llamado hacía un rato para decirle que venía.—¿Dónde estás?

De repente, una niña de tres años salió corriendo de la habitación de invitados con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.—¡Tita Natalia!—¡Clara! —Natalia la cogió en brazos y le dio una vuelta— ¿De dónde has salido?—De allí. —Señaló el dormitorio. Su madre y su abuela estaban apoyadas en el marco de la puerta.—Puaj, yo no te abrazo, estás toda mojada —dijo Elena con una mueca. Natalia no le hizo ni caso y abrazó a su hermana pequeña igualmente.—No sabía que ibais a venir. Queríamos que fuera una sorpresa.—¿Cuánto tiempo os vais a quedar? 

Solo por esta vez- AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora