—Genial. Ahora me pasaré la noche oliendo a cebolla —rezongó Alba mientras iba quitando el condimento no deseado de su sándwich y lo tiraba a la basura. —¿Para qué me has preguntado lo que quería si después no ibas a hacerme ni caso?
—Estaba pensando en otra cosa —se quejó su compañero de trabajo, dando un buen bocado de su sándwich de rosbif.—Sí, apuesto a que sé en qué... o mejor dicho, en quién. ¿Cómo se llama?
—Julia —respondió él con un suspiro soñador.—Seguro que Julia huele a cebolla.
—Cuidado —la advirtió el hombre. —Estás hablando de mi futura esposa.
—Sí, claro. ¿Y cómo se apellida tu futura esposa?
Carlos desvió la vista, avergonzado.—Aún no lo sé —admitió. —Pero no importa, porque puedes llamarla Sra.Right.
Alba soltó una carcajada con la salida de su jefe. En los tres años que llevaban como compañeros del turno de noche, habían llegado a conocerse muy bien y Alba sabía que Carlos se enamoraba con una facilidad pasmosa. Una pena que no se hubiera enamorado de alguien que trabajase en un tailandés. La ensalada de pollo y centeno ya le empezaba a cansar, sobre todo si llevaba cebolla.
De tres y media de la tarde a doce de la noche, Alba y Carlos eran los supervisores de turno del Hotel Weller Regent, en Orlando, al que todos los empleados se referían como WR. Se trataba de un hotel de cuatro estrellas muy exclusivo, especializado en ejecutivos en viaje de negocios que buscaban un lugar tranquilo donde alojarse, con un toque más personal. Alba había entrado en el hotel de Orlando, el más antiguo de la cadena, nueve años atrás, al hacerse con una codiciada posición de empleada en prácticas, mientras cursaba Dirección Hotelera en la Universidad de Florida. Nada más graduarse había entrado en plantilla como recepcionista de noche y después de eso pasó por todos los departamentos —catering, servicios de empresa, organización de reuniones, formación, —hasta llegar al puesto que ocupaba en la actualidad: supervisora de noche adjunta. Dos peldaños más y podría trabajar en Dirección, aunque probablemente tendría que trasladarse si quería escalar más posiciones. Carlos, el supervisor de turno de más antigüedad, estaba por delante de ella para ascender en Orlando. En cualquier caso, ése era su sueño: tener un puesto en la gerencia, con horario diurno y, algún día, llevar su propio hotel.
—¡Mierda! —Carlos se incorporó y alargó la mano en busca de la servilleta. De poco le iba a servir contra el manchurrón de mostaza que le había caído sobre la camisa azulos curo.—Lo has hecho a propósito —le acusó Alba.—¡No es verdad!
Por acuerdo mutuo, esa noche le tocaba a Carlos dar la cara si surgía alguna emergencia o queja de los clientes, mientras que Alba se podía quedar arreglando papeles en las oficinas del segundo piso. Pero, ahora, con un manchurrón de color amarillo brillante en toda la camisa, tendría que ser ella la que saliera a dar la cara si ocurría algo. Las noches de domingo eran bastante movidas: los que habían asistido a la convención del finde semana se marchaban y llegaban nuevos monstruos de la carretera para asistir a las reuniones de negocios de la semana entrante. El personal de limpieza se había recorrido prácticamente todas las habitaciones en las últimas doce horas y Alba se había pasado la tarde haciendo inspecciones y completando evaluaciones de personal. Y, gracias a la dilatada excursión de Alba al restaurante indio Brooklyn Deli, durante la cual ella había tenido que ayudar en recepción, iba muy atrasada en sus informes semanales. Carlos tenía su propia pila de papeleo acumulado. Su mesa la llenaban registros de mantenimiento, hojas de inventario y facturas de proveedores. Si estaban de suerte, el personal de servicio sería capaz de solucionar los problemas sin su ayuda y ambos supervisores podrían ponerse al día. Si no, tendrían que quedarse hasta tarde para terminar el trabajo.
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Solo por esta vez- Albalia
Fiksi PenggemarADAPTACIÓN -No deberíamos hacer esto -murmuró Natalia mientras le hundía los labios en la carne tierna detrás de la oreja. -Ya somos mayorcitas, Natalia. No tenemos por qué parar -le susurró Alba, audaz. Un encuentro fugaz en la recepción de un hote...