—Guau, ¿de dónde sacas toda esa energía?
Marta llevaba media hora observando a Alba mientras ésta realizaba su rutina de ejercicios como una posesa. Alba se esforzaba al límite en cada máquina y, en cuanto acababa con una, se abalanzaba a la siguiente sin pararse a descansar.
—No lo sé. Es que me siento con mucha fuerza.
En realidad, Alba seguía saboreando su cita de la semana anterior con Natalia y, sólo de saber que pronto volvería a verla, no podía parar quieta.
—Estás enamorada.
—No lo estoy. Casi no nos conocemos.
—Puede que sea verdad, pero llevas toda la semana de buen humor y no has dejado de hablar de ella.—
Eso no quiere decir que esté enamorada. Pero me gusta mucho. —Alba se colocó en el banco de abdominales y empezó con sus flexiones. —Y creo... que a ella... también le gusto —resopló.
—Claro, ¿cómo no ibas a gustarle? Te acuerdas de Robbie, ¿el tipo con el que estuve un tiempo saliendo?
—Aja.
—Quería emparejarte con uno de sus amigos y le dije que no creía que fueras a estar interesada. Y me dijo: «¡Qué lástima! ¡Está muy buena!».
—Justo... lo que no... necesitaba.
—Entonces, ¿qué pasará con vosotras? Es decir, ella vive en Baltimore, ¿no?
—Sí... pero todavía... tiene que... hacer como cuatro viajes más...
Era difícil hacer flexiones y hablar al mismo tiempo, pero Alba no podía estarse quieta. Además, no quería pensar en lo que pasaría cuando Natalia acabara su trabajo en Orlando.
—¿Y después?
—No lo sé... ya pensaremos en... eso cuando... cuando llegue el momento.
—Frena, que me está doliendo hasta a mí —ordenó Marta.
—¿Vamos a correr hoy?
—En cuanto estés lista.
Alba bajó del banco y cogió la botella de agua.—Tal y como estás hoy, seguramente echarías a correr y me dejarías atrás mordiendo el polvo.—Sólo hay un modo de averiguarlo —gritó Alba por encima del hombro, al tiempo que echaba a correr hacia la pista de footing que discurría entre la urbanización y el campo de golf vecino. Si acortaban por la carretera principal y seguían la acera, podrían rodear el campo hasta llegar al otro lado. Era un recorrido de algo más de tres kilómetros, que harían dos veces.
—Por cierto, me gusta mucho cómo te queda el pelo —jadeó Marta, poniéndose a su altura.—Gracias. —Y, dado que toda conversación acababa inexorablemente volviendo a la mujer de Baltimore, Alba añadió: —A Natalia también.
—Entonces, apuntas los recibos pendientes aquí y los sumas —explicó Natalia. —Después lo restas de lo que sale en el extracto de cuenta, junto con las comisiones, y le sumas los ingresos que hayas hecho y no aparezcan aquí... la cantidad tendría que coincidir con la del talonario.
Natalia y su madre compararon las cantidades.—Genial. ¿Y si no coinciden, qué hacemos? —preguntó Elena. Natalia suspiró con exasperación.—Bueno, significa que te has olvidado de apuntar un recibo o que has hecho las cuentas mal.
Repasaron la cuenta juntas hasta hallar el error, y finalmente lograron equilibrar el saldo. A pesar de su frustración, Natalia estaba satisfecha de ver que su madre se estaba esforzando deveras para aprender a hacerlo.—Mamá, tienes que hacer esto en cuando te llegue el extracto. Si no, perderás la cuenta de lo que gastas, y antes de darte cuenta estarás en números rojos —reprimió el impulso de añadir«otra vez».—Muy bien, lo intentaré.
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Solo por esta vez- Albalia
Fiksi PenggemarADAPTACIÓN -No deberíamos hacer esto -murmuró Natalia mientras le hundía los labios en la carne tierna detrás de la oreja. -Ya somos mayorcitas, Natalia. No tenemos por qué parar -le susurró Alba, audaz. Un encuentro fugaz en la recepción de un hote...