—¡Alba, aquí! —gritó Rafaela Reche al localizar a su hija entre los pasajeros que salían de la Terminal.
—¡Mamá!
Alba recorrió los últimos metros a la carrera, se quitó la bolsa del hombro y abrazó a su madre con fuerza.—Os he echado tanto de menos...
—Nosotros también a ti. Oliver y Lidia han estado preguntando por ti durante todo el desayuno.—¿Están aquí?
—No, los he hecho esperar a todos en casa. He sido un poco egoísta, pero quería tenerte un rato para mí sola.
—Me parece bien.
Las dos mujeres se entretuvieron en la recogida de equipajes, a la espera de que la cinta sacara sus maletas. —¿Te lo estás pasando bien en Denver, cariño?
—No creo haber dicho que «me lo pase bien» en Denver, pero la verdad es que me encanta mi hotel.
—¿No te gusta vivir allí?
—No está mal, supongo. En invierno hizo un frío horroroso. Y encima tuvimos dos ventiscas en abril. Pero ahora se está bastante bien.
—¿Tienes tiempo de salir por ahí?
Rafaela estaba preocupada por su hija otra vez, porque sabía que ésta le dedicaba demasiado tiempo al Weller Regent, a expensas de su felicidad.—Un poco. Las Rocosas son preciosas y a veces cojo el coche y me doy una vuelta.—Tú sola, supongo. Paula se encogió de hombros.—Sí, no es fácil encontrar a gente que tenga libre un martes o un miércoles. —Su maleta roja con ruedas emergió sobre la cinta transportadora. —Ahí está mi maleta.
Momentos después, madre e hija entraban al coche blanco de Rafaela y ponían rumbo a Cocoa Beach. Alba aspiró con fruición la cálida humedad del mes de junio en Orlando.—¿Puedo hacerte una pregunta, cariño?—Claro —respondió Alba, tras un segundo de vacilación. Su madre y ella no solían hablar de temas personales, pero su tono indicaba que la pregunta iba a ir en esa dirección.—Esto... ¿sales con alguien? No quiero ser cotilla y si quieres te dejo que me digas que no es asunto mío, pero cielo, a veces no soporto pensar que te pasas todo el tiempo sola.—La verdad es que hubo alguien, no hace mucho, pero las cosas no funcionaron.—¿Ah? ¿Alguien de Denver?—No, fue aquí, en Orlando, justo antes de marcharme. La conocí en el hotel, era una cliente.
La revelación sorprendió a Rafaela, no sólo porque Alba nunca lo había mencionado, sino porque al parecer había sido lo bastante importante para ella como para sacarlo a colación en ese momento, cuando había pasado más de un año.—¿Fue serio?—Podría haberlo sido, al menos por mi parte —respondió con sinceridad. —¿Qué pasó?—Resultó que no estaba libre. Tenía novia en casa, en Baltimore... y se olvidó de mencionarlo. —Alba se sorprendió de que los ojos se le llenaran de lágrimas al recordarlo.—Oh, Alba, lo siento mucho. ¿Por qué no nos lo contaste?
Rafaela ya sabía la respuesta. Desde que Alba se marchó a Europa, su vida amorosa era un tema del que en casa no se hablaba. Cuando llevó a casa a aquella novia suya —Susan algo, —Alba estuvo muy callada todo el rato y Rafaela y Miguel Ángel llegaron a la conclusión de que su hija no se sentía cómoda hablando de su vida privada.
—Supongo que tenía que hacerme a la idea yo sola.
—¿Por eso aceptaste el trabajo de Denver?
—En parte, quizá. Me pareció un buen momento para poner un poco de distancia. Pero la razón principal fue el empleo. Claro que, si hubiera sabido que quedándome aquí habría podido optar a la plaza de...
Rafaela cambió de tema al incorporarse a la autopista Beeline.—¿Quieres pasar a echarle un vistazo a tu casa?
Alba había puesto su apartamento en manos de un administrador para que lo alquilara, con la esperanza de regresar a Orlando algún día. El contrato de alquiler con sus inquilinos había expirado en mayo, y en la agencia dudaban que pudiera volver a alquilarlo antes del otoño—Claro, vamos. Ahora no vive nadie, así que siquiera creo que tenga la luz dada. —Alba sacó bolso y empezó a buscar la llave. Rafaela tomó rumbo noroeste, hacia la urbanizado de su hija.—¿Quieres que hablemos sobre esa mujer?
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Solo por esta vez- Albalia
FanficADAPTACIÓN -No deberíamos hacer esto -murmuró Natalia mientras le hundía los labios en la carne tierna detrás de la oreja. -Ya somos mayorcitas, Natalia. No tenemos por qué parar -le susurró Alba, audaz. Un encuentro fugaz en la recepción de un hote...