Final

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Natalia se apresuró a bajar del avión y subir al autobús de la pista con el equipaje de mano. Se moría de ganas de volver a ver a Alba. Cuatro días fuera le habían parecido una eternidad. El aire cálido la envolvió al salir y se quitó el abrigo. Nunca se había sentido tan en casa en Orlando como entonces. No había ni rastro del coche, pero su vuelo de San Francisco había llegado un poco antes. Iba a llamar a Alba cuando le sonó el móvil.—¿Hablo con mi servicio de taxi? —Sonrió en cuanto oyó la voz de Alba. —Ah, no lo hagas. Si alguien comprende lo de trabajar hasta tarde, ésa soy yo. Cogeré un taxi y nos vemos luego en tu casa. Claro que seguramente necesitaré que me lleves a la mía después... así como el lunes por la mañana temprano. —

Natalia se dio prisa en llegar a la parada de taxis y levantó la mano. —Ya pensaremos en la comida luego. Ahora sólo tengo hambre de una cosa.

Colgó el teléfono y subió al taxi para ir a casa de Alba. De repente, la vida tenía todo lo que había soñado.—Hola. —Alba le aguantó la puerta abierta y le cogió la maleta. —¿Has tenido un buen viaje?

Natalia  se puso nerviosa de repente. Después de tantos días sin verse, esperaba que la recibiera con un beso apasionado que le cortara la respiración, pero Alba se contenía. Como si le leyera los pensamientos, Alba la atrajo hacia sí con torpeza y hundió el rostro en el cuello de Natalia

.—Te he echado de menos.—Yo también. —Pese al abrazo, Natalia tenía la impresión de que algo andaba mal. —¿Va todo bien?—Sí... sí, pero tenemos que hablar. —Alba la cogió de la mano y la llevó al sofá.—¿Qué pasa? —Natalia trató de disimular que estaba aterrorizada acariciando a Ares.—¿Te acuerdas de que te hablé del hombre para el que trabajaba en Denver, Vince Tolliver?—¿El que se enfadó porque Raquel te volvió a contratar luego?—Ese mismo. —Alba cogió al gato y se lo puso en el regazo. —Hoy ha llamado a Raquel para devolverle el favor.—¿Qué favor?—Acaban de nombrarlo director del Weller Regent de San Francisco y me quiere a mí como gerente. Sería la número dos del hotel.

De repente, Natalia sintió que le entraban ganas de vomitar. Eso para Alba era como el puesto de vicepresidenta para ella, una oportunidad que no podía dejar escapar.—¿Así que te irás de Orlando otra vez?—Es un gran ascenso, Natalia. En dos años podría estar llevando mi propio hotel. Si me quedo aquí, pasarán siete hasta que Raquel se retire, y no hay garantías de que yo me quede con su puesto. 

Natalia asintió para demostrarle que la entendía, aunque tenía el ceño fruncido por lo que aquella decisión iba a comportar para las dos.—¿Es lo que quieres?—Aún no lo he decidido. Tengo que darle una respuesta a Vince el miércoles.

Natalia esperó a que Alba siguiera hablando, pero al parecer ésta estaba aguardando su reacción. Finalmente, Natalia habló con tono de derrota.—Ahora que por fin he vuelto a encontrarte, voy a perderte otra vez.—No vas a perderme, Natalia. Si voy, será sólo por un par de años, y podemos seguir viéndonos. Tengo cuatro semanas de vacaciones y puedo pedir un horario que me deje cuatro días libres seguidos.—Sí, pero dentro de dos años ¿qué pasará? Si las cosas van como dices, tendrás tu propio hotel y te irás a otro sitio.

Alba se quitó a Ares de encima y se puso de rodillas delante de Natalia.—Aún no he dicho que sí. Si no encontramos una solución, no iré.

Le apoyó la cabeza en el regazo unos minutos, durante los cuales ninguna de las dos habló. Luego volvió a subir al sofa y se tumbó en los brazos de Natalia.

Natalia tenía ganas de llorar. Durante cuatro días, demasiado cortos, su vida había sido perfecta. Ahora todo se estaba desmoronando. No podía pedirle a Alba que renunciara a esa oportunidad. No quería volver a formar parte de una relación basada en el sacrificio y la obligación.—Iré a San Francisco contigo.—¿Qué?—Acabamos de comprar una agencia allá. Vamos a contratar a un vicepresidente adjunto para trabajar en la costa oeste. A lo mejor Sara y Ken dejan que ocupe el puesto.

Alba se sentó recta y miró a Natalia llena de sorpresa.—¿Dejarías tu trabajo para venir conmigo?—¿De qué sirve un trabajo si no tienes nada más?—No puedo dejar que hagas eso.—¿Por qué no? Mi trabajo no es más importante para mí de lo que el tuyo lo es para ti. Mereces llegar a lo más alto.—Pero tú acabas de llegar a lo más alto hace nada. Ni siquiera has tenido tiempo de disfrutarlo.—Lo único que me importa eres tú, y no quiero perderte. Sólo te pido que no me hagas lo que yo le hice a Sandra.—¿Qué quieres decir?—Sé sincera conmigo. —Natalia tragó saliva. —Si no me quieres, no dejes que cometa ninguna estupidez.

Alba se liberó de los brazos de Natalia y se volvió en el sofá para mirarla a la cara. Le cogió el rostro con ambas manos y la miró directamente a los ojos.—Te quiero y tampoco quiero perderte.



Alba se despertó con la más extraña y maravillosa de las sensaciones. Estaba tumbada boca abajo, encima de Natalia. Ares estaba en su almohada y le ronroneaba en el oído. No había alarmas, no había ningún avión que coger, nada que interrumpiera el agradable abrazo. El cuerpo que había bajo ella empezó a despertar también y Alba se apretó más a Natalia por instinto. Habían hecho el amor la noche anterior, con una pasión nunca vista. Permaneció despierta hasta mucho después de que la respiración profunda de Natalia le dijera que ésta estaba dormida, dándole vueltas y más vueltas a la conversación que habían tenido antes. Natalia, al ofrecerse a ir a San Francisco con ella, la había hecho decidirse.—¿Estás despierta? —Natalia le acarició los hombros con ternura.—Sí. —Alba levantó la cabeza y rió al ver al gato estirado a sus anchas. —Tenemos compañía.—Es una monada —susurró Natalia. —Y tú también.—Y tú. —Alba la abrazó de nuevo. —Me he despertado pensando en lo que dijiste de dejar tu trabajo y mudarnos a San Francisco.—Ya tengo el equipaje hecho. Puedes huir, pero te seguiré allá donde vayas.

Alba la estrechó entre sus brazos con fuerza.—Me has puesto la decisión mucho más fácil, Nat. Gracias.—¿Cuándo tienes que estar allí? —No voy a ir.

Natalia pestañeó y fue a incorporarse. —¿Que no qué?—No voy a ir. Hay cosas mucho más importantes en la vida que llegar a la cumbre de la jerarquía en un hotel. Si ha de ser así, llegaré tarde o temprano, pero tienes razón. Si lo único que tienes en la vida es el trabajo, ¿de qué sirve?—Pero tú no tendrías sólo un trabajo, Alba. Ya te he dicho que iría contigo.—Y al hacerlo, supe lo que necesitaba saber.

Natalia movió la cabeza, sin entender.—Antes de que habláramos anoche, tenía miedo de rechazar la oferta. Sabía que, si lo hacía y las cosas no funcionaban entre nosotras, te guardaría rencor por ello y me odiaría a mí misma por tomar la decisión equivocada. Pero cuando me dijiste que estabas dispuesta a renunciar a tu trabajo para ir conmigo, me di cuenta de que vas tan en serio como yo en nuestra relación. No lo sabía, pero era lo que necesitaba oír.—¿Entonces no vamos?—No, no vamos. —Alba la empujó con delicadeza para que volviera a tumbarse y ella se acomodó en el hueco de su hombro. —Estamos bien así. Ascender tan rápido en el WR no era tan importante para mí hasta que te perdí. Fue entonces cuando empecé a creer que el trabajo era lo único que iba a tener en la vida y quería conseguirlo todo lo antes posible.—¿Y ahora te parece bien dejar pasar el tiempo y esperar a que te salga algo aquí?—Sólo si tú estás en mi vida.—Entonces trato hecho.

Ares se levantó y se desperezó, con la vana esperanza de que alguien se ofreciera para rascarle. A lo mejor iba a husmear por la cocina por si quedaba carne enlatada de la noche anterior. Total, aún pasaría un rato antes de que a alguien se le ocurriera preguntarle si le apetecía desayunar.

Solo por esta vez- AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora