Cap. 16.- Amargura y dulzor

101 20 8
                                    

— ¡Espera! ¡Por favor, por favor! ¡Te lo ruego!

Las cadenas que lo mantenían sujeto tintineaban al compás de sus desesperados movimientos mientras suplicaba para evitar lo inevitable.

— ¿Por qué debería escucharte?— replicó el rey demonio con semblante insondable y frío—. Nadie me escuchó cuando supliqué, ¿por qué debería hacer lo mismo contigo?
— Lo siento, lo siento. Ming… joven maestro He, lo lamento.
— ¿Y de qué me sirven tus disculpas?

Vio como el hombre que creía su amigo atormentaba a su hermano, sin importar lo que él pudiera decir. Vio como su hermano, el pilar al cual se había sostenido, se hundía en la misma desesperación que lo consumía, buscando una forma de que al menos uno de los dos lograra escapar de allí, en vano.

— ¡Por favor, espera, espera!
— QingXuan, gege se adelantará primero.
— ¡Lo siento! ¡Lo siento! Tienes razón, somos pecadores, pero no lo hagas, por favor.  ¡Ming-xiong, te lo pido!

Hubo un breve silencio.

— Has llamado a la persona equivocada.

He Xuan arrancó la cabeza de Shi WuDu.
Shi QingXuan enloqueció con tal suceso.

Lo único que se oía en todo el pico SiSheng eran los gritos de dolor del dios del viento, alaridos desgarradores que traían de vuelta el dolor con el que había aprendido a vivir y la muerte tan horrible que se vio obligado a presenciar. Shi QingXuan se encontraba arrodillado, con la espada encorvada, sujetando su cabeza con sus manos como si quisiera escapar de las visiones aterradoras que lo acometían. El dios sollozaba sin parar al ser consciente de que había visto morir a alguien sin poder evitarlo, y no era alguien cualquiera, sino su hermano. ¿Qué importaba si era de otro mundo? No cambiaba el hecho de que era su hermano, era alguien con quien había crecido, era la persona que lo había cuidado, y él no pudo hacer nada más que verlo morir.

¿Por qué el destino es tan cruel conmigo?

— ¡QingXuan!— exclamó Lan XiChen corriendo hacia él antes de que alguien más se acercara.

El primer jade se arrodilló al lado de su discípulo, rodeando sus hombros con uno de sus brazos, sujetándolo con suavidad con el otro, tratando de llamar su atención.

— Mírame— pidió Lan XiChen—. QingXuan, mírame. Tu maestro está aquí.

El corazón del primer maestro Lan se rompió al ver a su estudiante en ese estado. Desde que lo vio por primera vez hasta ese momento, Shi QingXuan había sido conocido por su alegría, sin importar lo pesados que fueran los entrenamientos, los castigos o las meditaciones, el joven siempre ofrecía una sonrisa cálida y sincera, ganándose el aprecio de todos los que lo conocían, incluso de su estricto tío. Lan XiChen había cuidado de Shi QingXuan, procurando enseñarle cabalmente todo lo que sabía, entregándole las armas necesarias para que pudiera valerse por sí mismo, aconsejándolo aún después de su ascensión. El jade no podía evitar considerarlo como un hijo, por lo que sintió una gran impotencia al verlo sufrir sin poder hacer nada por ayudarlo.

— ¿Por qué?— susurró Shi QingXuan con la voz ronca—. ¿Por qué tuvo que morir? ¿Por qué?

Alzando el rostro al cielo, gritó:

— ¡Yo debería haber muerto! ¿Qué clase de giro macabro es éste? ¿Por qué los cielos me obligan a revivir el mismo dolor una y otra vez?

Finalmente, Shi QingXuan se volteó hacia Lan XiChen, llorando en su regazo como lo había hecho en el lago Biling en aquella ocasión cuando se sinceró con él. Lan XiChen lo consoló pacientemente, dándole palmaditas en la espalda, ofreciéndole palabras de consuelo, buscando una manera de aliviar su dolor.

— Ya pasó— decía—. Tranquilo, ya pasó. Lo hiciste bien. Ya pasó.

He Xuan se limitó a observar a la distancia, sin decidir si acercarse o no. Sintió una rabia profunda al darse cuenta que, de un modo u otro, Shi WuDu seguía interponiéndose en su camino; pero esta vez no parecía haber forma de salvar ese obstáculo. Al mismo tiempo, la tristeza de ver sufrir a QingXuan lo invadió, y que fuera por el mismo motivo que había marcado su vida le sentó aún peor, haciendo que fuera imposible el acercarse. Poco a poco, un pensamiento se formó en su mente: él no debió volver a acercarse a Shi QingXuan y lo mejor era alejarse nuevamente. Los ojos de He Xuan se cruzaron con los de Lan XiChen y a la calamidad le sorprendió ver una mirada fría y acerada similar a la de su hermano menor, por lo que simplemente se dio la vuelta dispuesto a irse de allí.

Todo esto había sido un error.

— ¡He Xuan! Si das un paso más, ¡no te atrevas a buscarme nuevamente!

El Supremo se detuvo, volteando en el momento que Shi QingXuan se ponía de pie. El aspecto del dios era lamentable: su cabello lucía enredado y alborotado, sus ropas blancas estaban desgarradas y manchadas de sangre, sus ojos estaban hinchados y rojos y la cinta de su frente estaba torcida; aún así pudo arreglárselas para llegar hasta él. Ambos se quedaron frente a frente, viéndose uno al otro fijamente.

Y de repente Shi QingXuan le dio una bofetada a He Xuan.

— ¿A dónde crees que vas?— le gritó—. ¡No puedes irte así como así y dejarme!
— QingXuan…

He Xuan enmudeció de la sorpresa cuando Shi QingXuan lo abrazó ocultando el rostro en su pecho.

— ¿Qué estás haciendo?— preguntó luego de un rato.
— Te estoy eligiendo, gran tonto— dijo Shi QingXuan levantando el rostro—. ¿No te dije que siempre te elegiría?

Shi QingXuan sonrió tímidamente, y He Xuan limpió su rostro para después acomodar su cinta, lo que provocó un gesto de sorpresa en el dios.

— Recuerdo que mencionaste que la cinta de restricción no puede ser tocada más que por personas cercanas o un ser amado— dijo la calamidad—. ¿Es suficiente declaración para tí?
— Lo es— dijo Shi QingXuan asintiendo, para después voltear hacia Lan XiChen—. Shizun…

Lan XiChen levantó la mano, indicando a su discípulo que se detuviera.

— Este maestro está orgulloso de ti— dijo.

Shi QingXuan estaba orgulloso de sí mismo. Finalmente había sido capaz de cumplir sus promesas.

Viento celestial (3/4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora