"Usted es mi esperanza, mi última esperanza comprenda de una vez... Usted me desespera, me mata, me enloquece y hasta la vida diera por vencer el miedo de besarla a usted..."
La voz de aquel hombre capaz de robarme suspiros y llevarme a un mundo totalmente diferente a mi realidad retumbaba en mis oídos, ajusté un poco más el volumen y la pantalla de mi celular indicó que ya no podía subirle más a aquella canción que escuchaba ¿cómo era posible? Tal obra de arte necesitaba ser escuchada más fuerte. Suspiré y clavé mi mirada en el cuerpo de la mujer a la que en silencio dedicaba aquella canción una y otra vez; Mayte Lascurain, mi dulce y hermosa vecina se encontraba sentada en el jardín de su casa con un libro entre las manos. Su pelo rubio estaba recogido en una coleta alta, tenía puesto un conjunto deportivo de esos que se ajustan perfectamente al cuerpo como una segunda piel y ahí en la mesa la acompañaba un vaso lleno con agua de Jamaica que no podía faltar.
¡Todos los días era igual! a la misma hora estaba ahí leyendo, algunas veces la visitaban una mujer y un adolescente, otras solo la mujer. Por el gran parecido entre ambas mujeres, pude llegar a la conclusión que eran su hermana y su sobrino. Desde hace varios días llevaba dándole vueltas a la idea de acercarme y conversar, pero la timidez y poca confianza en mí no me dejaban avanzar, siempre que quería hacerlo, era como si mi cuerpo entraba en completo estado de rigidez y no me podía mover, pero es que ¿De qué pueden hablar una adolescente de diecisiete y una mujer de cuarenta tal vez? Respiré hondo haciendo a un lado mis miedos y decidí acercarme a ella, me quité los audífonos y guardé el celular metiéndolo por el borde de mis pants haciendo que la elástica de este lo sostuviera contra mi abdomen.
— ¿Señora Mayte? — dije suavemente y ella apartó su mirada del libro entre sus manos para fijarla en mí, sentí las mejillas calientes y mordí mi labio inferior. Mayte sonrió y delicadamente retiró sus anteojos de lectura de su rostro.
¿Cómo podía llegar a verse tan sensual con una acción tan normal y cotidiana como aquella? Contuve el aire.
— Dime corazón. —me encanta, pensé. Y enseguida me invadió la ansiedad por haberme acercado. — ¿Pasa algo?
— Eh... —reí nerviosa y las manos me sudaban. — ¿Puedo sentarme? —asintió suavemente y cerró el libro dejándolo sobre la mesa, tomó el vaso bebiendo de aquel líquido rojizo y yo observaba cada movimiento sin perder detalle.
— ¿Solo vas a mirarme? —colocó el vaso en la mesa.
— Perdón. —sonrió provocando que se formaran unas arruguitas divinas a los costados de sus ojos.
— No, no me molesta. —seguí detallando su rostro. — Pero noto como si quisieras decirme algo, ¿me equivoco?
Realmente no, solo la necesitaba cerca. Mierda.
Suspiré.
— Es qué... tengo una duda. —ahora era Mayte quien me miraba fijo. —No me vea así, que me da pena. —voltee el rostro sintiendo mis mejillas calientes y la escuche reír.
— ¿Pena? —volvió a reír. — A ver bonita ¿qué pasa?, ¿cuál es tu duda?
— ¿Por qué solo bebe agua de Jamaica? —fue lo único que se me ocurrió decir, estúpida, torpe. Volvió a reír, si seguía haciéndolo iba a volverme adicta a aquella hermosa melodía que salía de su garganta. Era tan hermosa, sus ojos se volvían más pequeños y las arruguitas que se le formaban en los extremos, sin duda la hacían ver más preciosa.
— No es lo único, pero respondiendo a tu pregunta. —sonrió. — me gusta, y es buena para la salud. ¿A ti no te gusta?
— Sí, me encanta. —respondí mirándola fijamente, y no me referí al líquido rojizo. Gracias a Dios no lo notó, porque ya estaba hecha un mar de nervios. Me removí un poco en mi asiento y aparté la mirada. Esa mujer sí que me intimidaba.
El sonido de un móvil que no era el mío interrumpió el silencio que se había formado en el ambiente y cuando lancé una mirada rápida a la pantalla solo alcancé a ver un emoji rojo en forma de corazón. Mayte tomó la llamada, y sentí como un sabor amargo bajaba por mi garganta al escucharla hablar de forma muy cariñosa con un hombre. Le hice señas dejándole saber que ya me iba y me levanté caminando rápidamente en dirección a mi hogar que se encontraba justo en frente. Subí a mi habitación, y al llegar ahí me asomé por la ventana, justo en el momento en que un auto se detenía frente al hogar de Mayte. De él descendió un hombre que nunca había visto, ella se levantó de donde se encontraba y corrió a los brazos del tipo de barba que acaba de llegar. Cerré la persiana tan fuerte que creí romperla, ¿quién era ese hombre y por qué Mayte se comportaba tan cariñosa con él? Maldito idiota.
Pase el resto de la mañana y parte de la tarde esperando a que el hombre de barba se fuera, pero al parecer le encantaba estar ahí, cuando por fin lo observe salir de la casa de mi vecina, ella salió junto a él, ya no llevaba puesto el conjunto deportivo de la mañana, esta vez traía jeans y una blusa blanca que se transparentaba dejando ver perfectamente su sujetador. Tenía el pelo suelto y se notaba algo húmedo. El hombre la tomó por la cintura dejando un beso en sus labios y ella se abrazó a su cuello manteniéndose muy pegada a él. Sentí náuseas y volví a cerrar la persiana con fuerza.
Quería a ese hombre con sus manos fuera del cuerpo de mi señora y muy lejos de su hogar.
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Holiiii, gracias a todxs lxs que leyeron, leen y vuelven a leer esta historia que para mí tiene un significado bien lindo. Decidí editarla para corregir ortografía y modificar algunas cositas, espero sigan apoyando.
Besitos, Steff.
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Señora Mayte
Fiksi PenggemarMe enamoré de ella cuando aún era una adolescente. Ella era experiencia y yo apenas comenzaba a vivir, quizá estaba mal para algunos ¿pero quienes son para decidir lo que está bien o lo que está mal? La diferencia de edad es lo que menos importa c...