XI. Misión.

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Cada persona dentro de la luminosa sala de estar Daidoji parecía haber perdido por completo la capacidad de hablar. Xiao-Lang y Sakura llevaron la guía de la explicación, la más concisa y precisa posible en cuanto a lo que recordaban de todo lo narrado por Hinoto.

Sonomi escuchó cada vez más asustada, y si bien mucho sonaba realmente increíble, aquello que tenía que ver con los eventos de los últimos años daba coherencia a todo. También confirmó las palabras de la oráculo acerca de la concepción y nacimiento de Tomoyo, aunque no ahondó mucho en ello, y prometió que apenas todo el problema fuera resuelto, charlarían largamente sobre su condición.

—¿Y ahora qué debemos hacer? —la anfitriona parecía estar realmente perdida.
—Sabemos que el resultado de todo esto será enorme, algo más allá quizás de nuestro entendimiento —comenzó Ieran, pálida como un fantasma—. Sin embargo, tenemos claro que durante los primeros encuentros, Japón, y más específicamente Tokio se convertirá en una galería de tiro. Sería irresponsable y peligroso seguir aquí para cualquiera que no pueda aportar aunque sea un poco de ayuda a la causa de los Dragones de la Voluntad.
—Por lo mismo, pensamos que lo mejor... —Los cristalizados ojos de una Sakura que luchaba con toda su fuerza contra el llanto, buscaron un poco de luz en los de su esposo—, lo mejor sería que nuestros hijos se fueran del país... y no sólo ellos, también nuestros padres y todos los que nos importan, todos aquellos a quienes amamos, mientras que nosotros solucionamos este problema.

Touya y Yukito compartieron una mirada mientras aumentaban la fuerza del agarre de sus manos. El segundo se puso de pie, mostrando un temple que rara vez utilizaba:

—Esta vez no me mantendré al margen. Debo estar a tu lado.
—Pero Yukito...
—Descuida, Sakura. Touya y yo lo estuvimos hablando desde que mencionaste la posibilidad de sacar del país a los niños, y llegamos a la conclusión de que ambos tenemos una misión: él viajará con sus sobrinos y tu padre, mientras que Cerbero y yo nos quedaremos a tu lado, ayudándote en todo lo que nos sea posible.
—Pero... yo no puedo pedirles que se separen... —respondió, sonando realmente afectada.

A algunos lugares de distancia, Issy apretaba la parte baja de su blusa, a nada de ponerse de pie y protestar por la forma en que el grupo estaba enfrentando la situación. Se detuvo, sin embargo al sentir la mano de Eriol sobre la suya, supo que debía ser sutil, y que esa conversación debía llevarse a cabo de forma más privada. Ella siempre fue la aguerrida en su relación, y rara vez se guardaba algo, la mesura era una cualidad que había aprendido de su esposo. Tenían mucho de qué hablar.

—Con respecto a nosotros, Yuzuki viajará a Hong Kong con Hien y Nadeshiko, y aunque confío plenamente en los Li y en la familia de Sakura, me tranquilizaría mucho que ustedes estuvieran juntas —comentó Tomoyo, dirigiéndose a Sonomi.
—Por supuesto, les daremos todas las comodidades y atenciones que necesiten estando allá —intervino Ieran—. Después de todo, ya hemos sido socias, déjeme consentirlas mientras estén en Hong Kong.

Sonomi aceptó en un asentimiento, con la seriedad y fuerza que la caracterizaban, pero sin poder ocultar la palidez de la que era víctima desde que todo comenzó, y que empezaba a agotarla. Pidió unos minutos para dar algunas instrucciones, y también para encargarse de la logística de transportes, pues la salida del país, por temas de seguridad y velocidad, sería por medio de vuelos privados.

Demasiado estrés para una mujer que llegaba al final de sus cincuentas, y a pesar de que seguía siendo la cabeza de esa familia, ya no tenía tanto vigor como en antaño. En otra época hubiera insistido en quedarse, pero era consciente que la única forma de apoyar a su hija, era a través de sus recursos, y muy a su pesar, estudiándolo con la cabeza fría, sabía que el menor de los males se alcanzaba a través de esa separación. Temía por su hija y su yerno, más de lo que podía reconocer.

Epopeya de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora